LA NUEVA VIDA DE BROWNIE (Carmen Pacheco)
La nueva vida de Brownie | Carmen Pacheco
21/11/2025
Brownie-Crónicas del peatón-Carmen Pacheco
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Por los lados del sector “Las Neblinas” del estado Miranda, un cachorro llamado “Brownie” deambulaba buscando algo para comer. Él solo tenía siete meses de vida y lo único que conocía era el desaire, el hambre y la agresión. Siempre iba del “timbó al tambo” esperando la misericordia de un pedazo de algo y la esperanza de un hogar.
Su única compañía eran las garrapatas y las pulgas que cabalgaban sobre su pelaje mugriento. Flaco y desgarbado, se acercaba a las personas a pedir comida, siempre y cuando otro perro grande no lo espantara a mordiscos. Lo único que lo guarecía de la lluvia era un jeep rojo en un autolavado.
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De vez en cuando se encontraba con una pareja que le hacía cariño y le daba comida. Para ese entonces, estos amigos estaban ocupados en el trabajo y en el deporte; además, vivían en un apartamento y les parecía que no era bueno tener perros ahí.
Un sábado por la mañana apareció por el edificio donde aquellos amigos vivían. La muchacha, asombrada, le dice: “¿Qué estás haciendo tú por aquí?”… Al levantarse en sus dos paticas y apoyarse en la pierna de ella, vieron en sus ojos una mirada de súplica, como si quisiera decirles algo. En ese momento se enamoraron de él.
Por alguna razón, el perro y la pareja estuvieron destinados a encontrarse desde entonces. Cuando ellos llegaban a cualquier negocio y él estaba allí corría para recibirlos y comenzaba a llorar. “Eso solo lo hace con ustedes”, les dijeron una vez.
Brownie-Crónicas del peatón-Carmen Pacheco
Una noche, al asomarse mi hijo César por la ventana, miró hacia abajo y creyó ver a un perro muy parecido a Brownie. Comenzó a gritarle y este, al oírlo, se paró en dos patas dando brincos, como diciendo: “¡Los encontré, los encontré!”.
Daba la impresión de querer escalar la pared del edificio. Esa fue la primera vez que lo subieron al apartamento. Brownie recorrió los cuartos, los baños, la sala, el comedor y la cocina; luego se sentó al lado de la puerta de salida.
A la mañana siguiente, al llegar al estacionamiento, encontraron a Brownie dormido, bien enrollado, al lado del carro. Ese encuentro se repitió varias veces, hasta que un día lo vieron cojeando de una de sus patas delanteras y fue cuando decidieron adoptarlo de una buena vez. La vida de Brownie daría, desde ese momento, un gran cambió.
Lo llevaron al veterinario y con sus cuidados se recuperó rápidamente. A pesar de haber sido libre desde pequeño, el uso de la pechera y la correa nunca le molestó, porque eso era lo que él quería, ser parte de una familia.
Aquella pareja amiga tenía el sueño de irse a vivir a Canadá desde hacía tiempo y había estado haciendo las gestiones para eso. Un buen día los llamaron finalmente con la respuesta afirmativa y entonces la pregunta de las “sesenta mil lochas” fue: “¿Y Brownie?”… Él ya formaba parte de ellos y había que arreglar también sus documentos para que viajara.
Al fin llegó el día de partir a Canadá, pero Brownie no pudo viajar con su familia en ese momento. Él viajaría una semana después. En la espera para el reencuentro se la pasó triste y echado junto a la puerta principal de la casa de los padres de mi nuera Adriana, donde lo cuidaban por esos días.
El día de su viaje estaba muy nervioso. No fue fácil que entrara a la jaula donde pasaría horas hasta llegar a su destino. Imagínense su angustia, al verse atrapado y sin alguien conocido a su lado por casi catorce horas de viaje.
Cuando aterrizaron fue llevado a un almacén de la línea aérea. Su familia lo buscaría al día siguiente, porque aún había que gestionar los permisos. Al otro día, sus amigos estaban allí, desesperados por verlo.
A lo lejos, un montacargas se acercaba y entre sus horquillas traía la jaula con Brownie adentro. La puerta de la jaula la abrieron con cuidado; pero él trataba de esconderse y se iba al fondo; en eso sus amigos lo llamaron.
Brownie-Crónicas del peatón-Carmen Pacheco-César Morales (fotos)
Entre nervioso y feliz, corrió y se lanzó al pecho de César. Su aullido lastimero se escuchó por todo el lugar. César se imaginó que le preguntaba: “¿Dónde estabas, por qué me dejaron solo? Yo confiaba en ustedes”…y quién sabe cuántas preguntas más les podría estar haciendo.
La primera nevada de Brownie en Canadá fue un acontecimiento. Corría y comía nieve. Se revolcaba sobre ella, como si hubiese vivido esos momentos en otras vidas.
Ahora le encanta perseguir ardillas, lo que en Venezuela serían gatos para él; quiso hacerlo también con un zorrillo, pero este lo orinó y quedó muy pestilente, así que, nevando y todo, hubo que darle un fantástico baño.
El hecho es que después de haber estado sobreviviendo debajo de un jeep, lleno de pulgas, con hambre y solo, hoy la vida le dio una oportunidad de oro. Aquellos a quienes él escogió como amigos no lo abandonaron y hoy es parte de una familia que lo ama y protege.
Cuando Brownie llegó a Canadá y estaban finiquitando su entrada a ese país, un hombre del aeropuerto le preguntó a César:
—¿Cuánto cuesta el perro?…
César molesto le dijo: “¡Brownie es mi familia y no tendrías con qué pagar mi amor por él!”.
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Carmen Pacheco-columna Crónicas del peatón-portada
Carmen Beatriz Pacheco (Caracas, 1951) es cronista, dibujante y aficionada al haikú y al microrrelato. Ha participado en el Taller de Lectura y Escritura Creativa del Museo de Arte Valencia (MUVA) con el Prof. Ramón Núñez. También formó parte del grupo CEINFOLEIM, dirigido por el escritor José Luis Troconis Barazarte.
Integra el Laboratorio Narrativo Zuaas en cuyo libro colectivo «Relatos de lluvia (historias que caen del cielo)» (2025) interviene con tres relatos breves. También integra la Escuela Virtual «Historias en Yo Mayor» de la Fundación FahrenHeit 451 (Colombia).
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