POR EL MAL MANEJO DE LAS CONTRADICCIONES, BETANCOURT NOS DERROTO Y, DE REMATE ,LUEGO NOS FUIMOS A LA GUERRILLA(Eligio Damas)

Eligio Damas From: damas.eligio@gmail.com To: George Diaz Thu, Jul 17 at 4:52 PM Por el mal manejo de las contradicciones, Betancourt nos derrotó y, de remate, luego nos fuimos a la guerrilla Eligio Damas Nota: De mis memorias. Lo primero que hizo Betancourt, antes de asumir la presidencia, fue pedir al partido lo liberase de la disciplina inherente a la militancia. Aquel gesto fue exhibido como una muestra de amplitud y deseos suyos de relacionarse con sus aliados externos con toda libertad personal, sin ataduras ni sectarismo, cuando en realidad lo que buscó y logró, fue libertad para imponer una política concebida y acordada con Jóvito Villalba, Rafael Caldera y Nelson Rockefeller, mediante el Pacto de Nueva York y luego Punto Fijo. Lo que estaba atado y convenido, al “Proyecto de sustitución de importaciones”. Al proponerme hablar del “Plan de sustitución de importaciones”, implementado por Betancourt y acordado con su amigo Nelson Rockefeller, no hallé otra mejor o equilibrada forma que, citar un texto de Wikipedia, que dice lo siguiente “El gobierno de Betancourt inició la política de Industrialización por sustitución de importaciones y en lugar de permitir la libre importación de bienes industriales para los que Venezuela no tenía los capacitación, trató de obligar a los proveedores extranjeros a construir plantas en el país para el ensamblaje o empaque de productos terminados que se permitían ingresar sin aranceles al país. La industria automotriz fue el modelo de sustitución de importaciones postulado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Venezuela nunca llegó a fabricar motores de autos, y lo único que se logró fue el ensamblaje de autos, lo que dio empleo a bastantes venezolanos. Igualmente, algunos proveedores de repuestos, como los fabricantes de parabrisas, también prosperaron. El gobierno logró devolver al estado la solvencia fiscal (que se había perdido durante la Junta de gobierno anterior) a pesar de que los precios del petróleo cayeron por los suelos durante su presidencia, una de las acciones más impopulares para lograrlo fue rebajar los salarios de los empleados públicos en un 10%. La estrategia del gobierno incluyó exenciones tributarias para atraer inversión de capital y terrenos a bajo costo para facilitar que proveedores extranjeros construyan plantas para el ensamble o empaque de productos terminados, cerrar la economía al comercio a través de impuestos excesivos a bienes importados similares, cuotas de importación para reducir la competencia extranjera u otras restricciones cuantitativas que prohibían las importaciones.” Observe el lector que, el texto dice “fue el modelo de sustitución de importaciones postulado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe”. Habla de la CEPAL, un organismo creado por las Naciones Unidas, con la presunta intención de ayudar al desarrollo de los países del Caribe y América Latina. El plan, como el mismo texto indica, tenía como fin “sustituir las importaciones de productos terminados, ya en su etapa final”, pero a cambio de importarlos a medio terminar, creando empresas del capital originario de esos productos, es decir de EEUU, en nuestros países, para aprovechar el bajo costo de nuestra mano de obra y el acceso a materias primas. Eso, en un momento en que, el capitalismo en EEUU, enfrenta el problema del alto costo de su mano de obra. Es decir, en lugar de invertir nuestros capitales, sobre todo el proveniente del ingreso petrolero y el ya acumulado, en crear industrias que nos liberaran, en la medida de lo posible, de las importaciones y hasta no volviera exportadora de productos derivados de nuestro capital, materia prima y fuerza de trabajo, opta por un plan, que como dice el texto citado anteriormente, “Venezuela nunca llegó a fabricar motores de autos, y lo único que se logró fue el ensamblaje de autos, lo que dio empleo a bastantes venezolanos”. Es decir, prestamos nuestra mano de obra barata al capital externo, para terminar aquí sus productos, venderlos a otros mercados del mundo y hasta aprovechar el interno, sólo en beneficio del primero. Y el mismo texto, habla como el gobierno favoreció al capital inversionista en ese tipo de plan, mediante una particular política arancelaria. Es pertinente mencionar aquí, como, al mismo tiempo, se creó el INCE, con la finalidad de formar, en buena medida, la mano de obra que ese proyecto iba a demandar; una tarea y meta, en la cual el capital externo, favorecido, no hizo inversión alguna. Para planes como ese, a Betancourt, le hubiera incomodado tener que consultarle al partido y quedar sujeto a la disposición de aquél; más sabiendo, como dentro de AD, las opiniones en contra de su plan eran mayoría; pues en el momento de debatir ese asunto, entre las distintas tendencias internas, habría, sin duda, mayoría en contra, pese las relaciones entre ellas, por menudencias y deseos de control interno, dieran la sensación de lo contrario. El plan de Betancourt, incluyó aquello que se llamó “La ley del hambre”, concerniente en una disminución del 10% de los salarios y devaluación de la moneda que, por años, había estado a Bs. 3.35 por dólar, hasta Bs. 4.50. Hubiera sido imposible, como lo demostraron los hechos posteriores, que la mayoría de AD, le diera carta blanca para llevar a cabo ese plan. En aquella Convención, la segunda de AD en la legalidad y a la cual asistí, siendo apenas un joven de unos 19 o 20 años, como delegado del partido de la Seccional Cumaná, del Estado Sucre, pues había dos, la mencionada y la de Carúpano, por esta estuvo allí, bien lo recuerdo, mi amigo, el poeta Helí Colombani. Desde el principio, las diferentes tendencias, sobre todo la inherente a Leoni, que como dije incluía al Buró Sindical, los “arsistas” de Ramos Jiménez y la izquierda, optaron por un debate insustancial, fundamentado en las viejas heridas y rivalidades, dedicado a hacerse mutuos reclamos y adjetivaciones sin abordar directamente asuntos de la política gubernamental, tal como si Betancourt hubiese planificado aquello. Las discrepancias insustanciales, los celos personales se interpusieron y hasta explotaron los sentimientos, como los discursos de la Doctora Josefina González de Salazar, dirigente de AD en el Estado Anzoátegui, cercana a la tendencia particular y aún no “oficial”, ni extendida, muy discreta, del Dr., Prieto Figueroa, quizás por ser ambos oriundos de Margarita y muy amiga de Carmelo Laborit, dirigente muy ligado al Estado Anzoátegui, integrante de la izquierda, el de este mismo, seguido por el emotivo, con su voz muy ronca de Raül Leoni, el casi lloroso y como pidiendo excusas de Domingo Alberto Rangel, dedicados a clamar por la unidad del partido, por lo que todo terminó en un acuerdo absurdo, que nunca he olvidado, entre las partes más distantes, las de Leoni, Prieto y el grupo ARS, la mejor de las opciones para Betancourt, pues impidió un acuerdo, el más lógico y pertinente, entre tendencias opuestas a los planes de gobierno, para controlar al partido y ponerle freno a aquél. Nuestra tendencia, pese su enorme fuerza, por el carácter de los acuerdos, fue “premiada” con una pírrica representación en el CEN, si mal no recuerdo, sólo nos dieron dos cargos en el CEN, uno para DAR y otro para Simón Sáez, lo que generó entre nosotros frustraciones y cierto período de distanciamiento. Conservamos el liderazgo oficial de la Juventud, en la persona de Américo Martín, porque tal escogencia la hicimos en Convención Nacional de esa fracción un corto tiempo atrás. En ese evento, que se desarrolló, si mal recuerdo, en un cine de San Agustín, llamado Boyacá, terminó, en sólo hablar de las relaciones internas del partido y el peligro de la división, pues lo emocional puso aquello como primer y único tema; poco o nada se trató sobre el sustancial asunto de las políticas gubernamentales, donde muchos de los presentes coincidían en sus discrepancias frente al gobierno; la necesidad de mantener la “unidad”, una insustantiva o insustancial, llevó a evadir lo que pudiera llevar a una división, pese la trascendencia de aquello. Entonces, la llamada “Ley del hambre”, que tenía movilizado a todo el país en protesta y el plan de sustitución de importaciones, temas en los cuales aquellos grupos, que eran mayoría, ajenos al “betancourismo”, pese tenían coincidencias, quedaron al margen del debate. Se mantuvo entonces una unidad ficticia que poco duró, pero hizo posible que quienes tenían hondos motivos para unirse y enfrentar a Betancourt, salieran de allí más divididos y separados. Ha sido este uno de los más claros y trascendentes ejemplos presenciados en mi vida, de lo que llamamos “el mal manejo de las contradicciones”, donde por rivalidades intrascendentes, nunca tratadas adecuadamente, se permite que el enemigo principal de dos fuerzas diferentes, pero con coincidencias sustanciales y fundamentales, permiten que el enemigo común y verdadero salga ganancioso. La rivalidad entre el ARS, la izquierda y otras fuerzas, puesta en sólo interés por lograr el control del partido, o quizás las personales, entre algunos dirigentes de todas esas tendencias, se volvió como primordial, fundamental y sustantivo, siendo en realidad poco significativo. De aquello salió ganando Betancourt, pues su tendencia, minoritaria, pasó a controlar el mayor número de secretarías del partido o el liderazgo y poner al grupo ARS y las otras expresiones de liderazgo personal a su favor y casi aislar a la izquierda. Hasta Domingo Alberto Rangel y Carmelo Laborit, dejándose llevar por la emoción hicieron muy mal papel en el discurso y negociaciones. Entre las “habilidades” de Betancourt estaba el chismorreo. Tuve informaciones, que solía comentar e informar a sus discrepantes, bien fuesen de la izquierda, del grupo ARS o cualquier otro de esos tantos personajes, lo que cualquiera dijese del otro; eso incluía gente significativa, como el Dr. Prieto, que hacía esfuerzos por mantener el equilibrio y, en consecuencia, no parcializarse en aquella lucha, dado que tenían objetivos más claros, como lograr de verdad la unificación del partido dentro de una concepción realista, progresista y en favor de las multitudes. Ese mecanismo o proceder servía a Betancourt, para artificialmente, separar lo más posible a quienes nunca se sentaron a discutir con seriedad acerca de las metas, propósitos y proyectos de cada grupo y más bien optaban por mantenerse lo más lejos posible y contradecirse en lo que fuese, pese lo insustancial de la materia. Mi percepción de aquellos tiempos juveniles míos, metido en el medio de aquellas confrontaciones y hasta participando, sin la suficiente pertinencia para ello, aunque como vengo diciendo, los demás tampoco nunca la tuvieron, es que solíamos ver a los del grupo ARS y de Prieto, no como potenciales aliados para aislar a Betancourt y los suyos, como debió ser, sino como los adversarios a vencer. Desde hace años, unos cuantos años, quizás desde finales de la década del sesenta, cuando vuelvo a aquellos recuerdos, saco como conclusión que, en medio de aquella confusión, en gran medida agigantada por lo ecuménico de la revolución cubana y la influencia de la URSS, uno de los pocos, dicho así por no excederme y como demanda la simple lógica, que tenía todo aquello claro y sabía cuál debía ser el proceder, fue Luis Beltrán Prieto Figueroa. Eso que llaman la clínica del rumor, un chisme, una información inteligentemente elaborada con su “piquete”, exquisitamente añadido, era una de las exitosas prácticas de Betancourt y, en exceso, fue tan exitoso que, logró volver enemigos irreconciliables, incapaces de ponerse de acuerdo en nada a las distintas tendencias que de él discrepaban, no le miraban como el líder y tenían abundantes y hondas razones para acordarse, derrotarlo y aislarlo, como sucedió en aquella Convención Nacional de la cual he hablado. Por su proyecto de “sustitución de importaciones” y las políticas salarial y monetaria de la cual ya hemos hablado, pese dada su habilidad, haber conseguido con anticipación que el partido lo liberase “de la disciplina partidista”, lo que equivalía no tener que consultarle; necesitaba que AD, de manera acrítica, sometida y disciplinada ante él, se mantuviese. Y esto tanto más importante, si los otros partidos del Pacto de Punto Fijo, COPEI Y URD, los mismos de “Pacto de Nueva York” y por lo establecido en ambos, estaban en actitud de respaldarle. Según las opiniones más conocidas y repetidas, elaboradas muchas de ellas por personajes de “muy alto nivel intelectual y académico”, como un discurso pronunciado al alimón, por puro convencionalismo, compromiso y hasta escasa perspicacia, ambos pactos tuvieron como “finalidad fundamental mantener la estabilidad democrática, arrinconar a las fuerzas partidarias de la dictadura deseosas del volver y ganar el respaldo popular para aquellos”. Pero ese sesudo y más bien convencional discurso se desparrama, como agua volcada sobre una mara, al considerar la exclusión del PCV. El “Pacto de Nueva York”, fue firmado en 1957. Mientras Betancourt, Caldera y Villalba se reúnen en la llamada “ciudad de los rascacielos”, en absoluta tranquilidad y hasta vida muelle, en Venezuela se liberaba una lucha en la cual los militantes clandestinos se jugaban a diario la vida, como lo hicieron Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali y Antonio Pinto Salinas. Quienes no resultaban muertos en las calles en labores de agitación y movilización de las masas, iban a parar a los oscuros espacios de la tortura o los campos de concentración. Y en esta riesgosa tarea, el rol fundamental lo jugaban las militancias del Partido Comunista de Venezuela y AD, y de esta, particularmente su militancia juvenil, tanto que su Secretario General, Simón Sáez, era aún casi un muchacho. Cargo este heredado de los mártires antes mencionados. 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