PENSANDO EN LA EDUCACION A DISTANCIA , I.A. Y LA IDEOLOGIZACION ; CUANDO BOLIVAR Y SIMON RODRIGUEZ DISCREPARON POR EL LANCASTERISMO. (Eligio Damas)

Pensando en la educación a distancia, la I.A y la ideologización. Cuando Bolívar y Simón Rodríguez discreparon por el Lancasterismo. Eligio Damas Por razones obvias, como que fui y sigo siendo educador, la educación es un tema que me apasiona y preocupa en gran medida. Por mi entorno mismo, percibo como la educación a distancia de jóvenes, se ha extendido. También, por esa forma de educar, como los medios audiovisuales y la Inteligencia artificial, se han convertido en usuales recursos para el “aprendizaje”. Pero también percibo, como desde algunos espacios, más dentro de las dificultades que padecemos, retoma vigencia el planteamiento de la privatización de la educación, lo que no es un simple discurso, sino que hoy, es alta la matrícula de estudiantes a nivel universitario en ese sector ajeno al Estado, en lo que la nueva tecnología comunicacional tiene enorme influencia. Más, si la educación a distancia ha sido asumida, en gran volumen, por el sector privado, dada también las supuestas “ventajas” que pudiera brindar al educando, como lo relativo al transporte o movilización y tiempo para dedicarle a otras actividades, sobre todo que generen ingresos. Pero llegado a este punto, habría que ampliar el paisaje, al tratar de entender por qué la educación privada, en buena medida usuaria de lo no presencial, a fin de abaratar costos, ha tomado tanto auge. Podría hablar también, es asunto a averiguar, del deterioro, descenso de la pública y presencial. Llegado a este punto es pertinente pensar en los salarios que paga el Estado. También se cree fortalecer el discurso, según el cual, es buena la privatización, porque ella, según sus defensores, libraría al estudiante de la ideologización, en un momento que erróneamente diagnostican, desacertadamente, al gobierno, como un eventual enemigo de la clase e ideología dominante. Pero, además, quienes usan como excusa para privatizar la educación, el argumento que el Estado ideologiza, pasan por alto que, la ideologización, en gran medida, depende del docente, tanto que eso lo hace éste, sin importar el espacio donde se desempeñe y quien sea su empleador. Más, si algo ha sido y sigue siendo malo y por demás deficiente, es el rol del Estado como supervisor. Tan malo que, no determina, si el docente ideologiza o no. Pues los programas y textos, no son obstáculos para que un docente hábil, haga su trabajo en concordancia con el derecho de cada ser humano a elaborar sus propias respuestas. Pero por la mala o inexistente supervisión de lo que acontece en el aula, el trabajo queda exclusivamente en manos del docente, quien puede ideologizar o no y, aún, en caso de hacerlo, actúa de manera determinada por procederes ajenos a la pericia que debe adornar al verdadero docente. No es ese un proceder que asume el docente por conveniencia, interés o mala fe, sino carencia de las destrezas pertinentes. Sucede con frecuencia, que el educador, por falta de pericia, puede ideologizar hasta en contra de lo que él mismo piensa. Además, se ignora, deliberadamente o no, que los libros, textos escolares, guías, referencias, medios informativos y la I.A. son mecanismos con un gran poder y fin para ideologizar, en un sentido u otro. En los tiempos de la IV República, los textos de editoriales nacionales, pero sobre todo españolas, como La Santillana, servían para ideologizar; pero, aun así, un docente hábil, bien dotado, podía utilizarlos evadiendo esos fines. Es prudente también admitir que, esos textos pudieran no haber sido elaborados con esos fines específicos, sino que eran el resultado de las concepciones prevalecientes en sus autores; escritos, es posible, hasta con la mejor buena fe. Pese los programas, dado en algún o muchos casos, tengan finalidades de ideologizar, el docente con las habilidades pertinentes puede obviar esa intención. Como que también el educador, sin que el objetivo diseñado por el Estado docente, tenga intención de ideologizar, puede incurrir en tal despropósito, con deliberada intención o por ignorancia, insensatez o falta de habilidad. Basta recordar el docente que dicta, por carecer de conocimientos y destrezas, quien con su dictado y advertencia de lo a evaluar, ideologiza en un sentido u otro, depende del texto dictado, sin que ese sea el propósito de aquél. Lo mismo hace más de un “alto académico”, de una orientación u otra, de esos docentes que se limitan a hablar incesantemente, desde que entran al aula hasta el momento que deben retirarse. Alguien, días atrás, alegó que los padres tenían el derecho de escoger docentes y escuelas de sus hijos, para que no se los "ideologicen". Tal afirmación parece ser sensata, pero no lo es, por dos razones. ¿Qué le garantiza a un padre que su hijo no sería ideologizado en la escuela por él escogida? Lo que ese padre, en realidad quiere garantizarse, es que, la escuela por él escogida, pues de paso se refiere a una privada, es que a su hijo se lo ideologicen a su conveniencia y manera de ver el mundo. De antemano le está negando a su hijo ser él mismo, pues busca una escuela y docente que, al niño o joven, determinen. No busca una escuela, pública o privada que le garantice que su hijo no será ideologizado por los docentes con premeditación o impericia, lo que es más frecuente. Puedo hablar de este asunto, porque tengo los pelos en la mano. Mi experiencia docente de largos años, envuelve dos etapas. Pues me inicié como educador sin título, en un momento que la matrícula escolar a nivel medio se multiplicó en gran medida. Había establecido vínculos cercanos con educadores, sobre todo del área de historia y literatura y con ellos, solía conversar en noches y fines de semana de parranda. Era un momento “tranquilo”, cuando la pugnacidad política estaba como en descanso y escondida y, en las conversaciones, le dábamos prioridad aquellos temas, por lo menos en el pequeño universo donde estaba inmerso. Dada la demanda de educadores, un amigo de esos de parranda y tertulias, me propuso ingresar al trabajo docente, en alguna de aquellas dos áreas, literatura e historia. Yo prefería esta última, donde me sentía mejor armado. Estaba iniciándose el primer período gubernamental del Dr. Caldera. El amigo al cual aludí antes, me propuso fuésemos a Cumaná, donde operaba la Dirección de la Zona Educativa para todo oriente. Me dijo, “el jefe de zona, es un gran amigo mío y dada la demanda de docentes y mi intermediación, no dudo que te admitirá”. En efecto, fui admitido y comencé a trabajar, en el área de historia. A mitad de año, el director del Liceo Cajigal de Barcelona, dirigente del partido AD, integrante de esas tertulias nocturnas de viernes y sábado, me citó a su despacho y me solicitó asumiera el rol de profesor de literatura en una sección de 5to. Año, dado que quien tenía aquella responsabilidad había renunciado por desacuerdos con el alumnado. Tome en cuenta el lector que esos personajes sabían bien acerca de mi visión del mundo y querencias políticas, pues como he dicho, hablábamos con demasiada frecuencia. Ese primer año, hice un trabajo pésimo, según mi evaluación personal, dado que carecía de las pertinentes habilidades pedagógicas y, en esas circunstancias, me dejé atrapar por los textos escolares y aquellas llamadas guías de aprendizaje que eran un refuerzo para la ideologización y el exceso verbal. Pero tuve a mi lado a mi compañera, graduada en el Pedagógico de Caracas, bajo la guía de excelentes docentes, quien, mediante la permanente conversación sobre el tema, me dio las primeras herramientas que, poniéndolas en práctica, me produjeron grandes satisfacciones. Cuando ingresé al llamado Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, llevado a nivel de universidad antes de graduarme, sentí la satisfacción de envolverme en un sistema andragógico que usaba la distancia, con propuestas investigativas y lo presencial, donde el centro no era el docente, hablando sin cesar, hasta que sonara el timbre, sino los alumnos elaborando sus conocimientos; repito, sus conocimientos, no uno, sino el de cada uno de quienes allí participábamos. Fue todo aquello un refuerzo descomunal a lo que ya venía haciendo por mi propia iniciativa, voluntad e insatisfacción. Sin dejar de hacer mención a la alta calidad de las prácticas docentes, grabadas en video y revisadas en grupo para hacer las respectivas observaciones y críticas, la última y hasta mejor oportunidad para armarse de herramientas para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Movido por mi inquietud, generada sobre lo que antes he escrito, como en mi cuento “Las verdades son flores”, dedicado a reconocer el valor y significado que tuvo en mí, como educador, más que como economista, el padre jesuita Juan Bautista Pernaut, cuando me dijo, “a mí me importa un carajo lo que digas; no me interesa si me caletreas a mi, lo que me interesa es que digas lo que sabes y lo defiendas de manera coherente y con muestras que es tu respuesta y no una aprendida de memoria que me repites en el examen”. “Es tu derecho restarle valor o desconocer lo que sostengo, pero hazlo con muestra convincente que sabes lo que dices”. Esto que cuento, sucedió muchos años antes, en la escuela de sociología de la UCV, que entrase a desempeñar el rol de educador. En mis inicios como educador, sin escuela formal ni título, tuve acceso a una de las experiencias más significativas que conocí de la UCV, por su valor pedagógico, fue la “muestra geográfica”, del profesor de la Escuela de Geografía Rafael Tovar, donde a partir de determinadas pistas, como la posición astronómico, la latitud o longitud o coordenadas, por ejemplo, ponía a sus alumnos sacar conclusiones acerca de determinadas características del espacio. Al revés, dadas las características referentes a tiempo, temperatura, clima, altura, etc., determinar la posición astronómica y hasta coordenadas de un determinado espacio. Estas experiencias, ejercicios, me dieron la habilidad para ejercer la docencia con la destreza necesaria para poner a mis alumnos a elaborar su propio conocimiento y proceder tal como el padre Pernaut esperaba de sus alumnos. Aprendí a usar el trabajo de los buenos estructuralistas, como Federico Brito Figueroa, para interpretar el acontecer. Simón Rodríguez, discrepó del Lancasterismo y de Bolívar, entonces partidario de aquella propuesta. Pues el inicial éxito y aceptación oficial del Lancasterismo estuvo en que permitía ampliar el servicio, servir a una mayor cantidad de demandantes, con bajo o escaso aporte presupuestario del Estado. Era un sistema "barato", dado que el Estado se podía ahorrar lo que estaría obligado a invertir en un sistema donde tuviese que pagar la cantidad de maestros verdaderos, expertos pedagogos, que fuese necesaria. Es decir, allí “maestro podía ser cualquiera”, como dijo alguien, en medio de una borrasca y habiendo perdido la brújula. Bolívar por sus relaciones, influencia de sus asesores, había sido ganado, en materia educativa, por las ideas pedagógicas del Lancasterismo, sistema o estrategia pedagógica creado por el inglés Joseph Lancaster, que básicamente consistía o consiste en usar alumnos de los supuestamente más aventajados, para "enseñar" o para encargarse de la "enseñanza" de grupos de estudiantes de menor nivel. El modelo o estrategia pedagógica del Lancasterismo se fundamentaba y fundamenta, en gran medida, en lo memorístico y consecuencialmente en lo repetitivo, por supuesto, dada la inexperiencia y escasa destreza pedagógica de los "maestros", pese fuesen alumnos avanzados. Es decir, era y es un modelo supremamente útil para ideologizar y además barato.

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