!COMO, EL NEGARSE A REVISAR, HACE TROPEZAR, CON LA MISMA PIEDRA, HASTA MAS DE DOS VECES! ?IDEOLOGIA O REALIDAD!(Eligio Damas)
Thu, Nov 6 at 10:58 AM
¡Cómo, el negarse a revisar, hace tropezar, con la misma piedra, hasta más de dos veces! ¿Ideología o realidad?
Eligio Damas
Se dice, por lo menos a lo largo de mi vida, lo he oído bastante, que es propio de arrogantes no reconocer los errores. Pero también esto lo suelen hacer los humildes por pecar demasiado de romanticismo y emocionalidad. A veces nos confundimos e introducimos, los afectos que despierta alguien en uno, por razones personales, con el diario acontecer inherente a todos.
Pero creo que, para reconocer los errores, lo que implicaría no sólo admitirlos, percibir pertinentemente a quienes fueron nuestros guías y hasta héroes, también conlleva a cambiar la visión de las cosas y personas. Ponerlas, como se dice coloquialmente, “en el pedestal correspondiente”. Hasta uno mismo tiene que reconocerse, dado el caso, como que no fuimos nada pertinentes al momento de abordar nuestra pasada realidad. Una cosa es haber sido abnegado, valiente, desprendido y otra haber acertado como guía y dirigente.
El guía que utilicé para que me guiase por la montaña, el maestro que llegó a mi aula siendo yo un adolescente, fueron personas amorosas, protectoras, llenas de la mejor buena fe, pero el primero no conocía los caminos y tampoco supo nunca interpretar los planos. El maestro, no sabía nada de las técnicas pedagógicas y sólo optaba por dictar.
Días atrás, hablando con un amigo, emergió el recuerdo de un viejo dirigente que lo fue en AD, el MIR y con quien tuve, siendo yo muy joven, estrechas relaciones. Por eso le dije “por razones generacionales yo tuve más contacto con él que ustedes. Trabajé, en buena medida, tanto en Caracas, como en Cumaná y Puerto La Cruz, en la legalidad, dentro de AD y el MIR. Y también en este último partido en los momentos de legalidad y clandestinidad. Le conocí bastante bien. Le valoro como la persona que fue, muy bondadosa, valiente, totalmente desprendida de todo interés, no sólo económico, sino por hacerse poderoso. Era demasiado humilde, discreto y desprendido”.
La última vez que le hablé, fue aquí mismo en Puerto La Cruz, allí en La Gran Parada. Estaba vestido casi en harapos y, como era usual en él, cargaba un libro y una libreta. Por esto último de la libreta, en Caracas, en las reuniones entre compañeros de la clandestinidad, entre los cuales siempre estaba Moisés Moleiro, hacíamos chistes. Pues una de las normas de la clandestinidad nuestra, era no cargar libreta o papel con nada anotado que pudiera servir a la policía en caso de caer detenidos, para seguir pistas. Todo había que guardarlo en la memoria.
En esa conversación, previamente acordada, le dije, “compañero, cometí la osadía de casarme, me voy a la producción, como tantos se han ido. Necesito trabajar para mantenerme y mantener a la bella joven con quien me casé y hacer honor al compromiso que contraje”.
Aquello de “irme a la producción”, en la jerga nuestra, era eso, dejar la responsabilidad dirigencial, trabajo clandestino a tiempo completo, para “buscarse o rebuscarse la vida”.
Yo, pese había dejado los estudios universitarios, dada la intensa movilidad en la cual estaba envuelto, como ir de un sitio a otro del país todo, como por un gesto de supervivencia, me armé de unos libros, estudié y practiqué la contabilidad que, en aquellos tiempos, se podía ejercer sin título, hasta el momento que, en las universidades crearon esas escuelas. Armado de ese conocimiento y ejercicio, empecé a trabajar y lo hice por poco tiempo, a partir de aquella conversación.
Mi contertulio y contacto con la dirección nacional de la cual yo dependía, con muestra de tristeza, me dijo, “lamento que te vayas, pero no puedo dar una solución a tu problema. Yo me quedo, pese todo”. Mientras hablaba, levantó su pierna derecha, movió el pie, hacia él dirigió su mirada, llamando mi atención para mostrarme, como las suelas de sus zapatos, estaban desprendidas.
Pero entre los dos había una diferencia sustantiva que, en el partido, por su carácter, se ocultaba y evadía, dado era “obligatorio”, por aquello del Centralismo Democrático. Los discrepantes de esa línea estábamos obligados a admitirla o exponerse a ser expulsados del partido por traidores. Esta conducta autoritaria, no es ajena a ningún partido que conozca, llámense de izquierda o derecha, ambos bandos suelen en eso ser autoritarios y nada democráticos o dados a aceptar al discrepante.
Él formaba parte de quienes seguían creyendo en la pertinencia de la lucha armada y yo de los discrepantes frente a eso, habíamos dejado de creer o soñar en la magia, la divina providencia y un zarpazo. Habíamos forjado otra visión que nos llevó a entender que habíamos derrochado el futuro del partido y el nuestro personal.
Mientras muchos veíamos como el partido que fue poderoso, aplaudido, se reducía a grupos cada vez más esmirriados, sin injerencia en la vida política, incursionaba en actos nada sensatos, más destinados a llamar la atención y dejar “constancia de vida” que, a insertarse en las luchas populares, otros, como aquel viejo compañero, seguían soñando con “soldaditos de plomo”.
Eran los tiempos que, en nuestra jerga, manejábamos aquello como esquemático de “condiciones objetivas y subjetivas”. Las primeras estaban referidas al modelo económico, la vida de la gente en términos materiales, su conformidad e inconformidad y las subjetivas a nuestra disposición organizativa, civil y militar para acceder al poder.
El viejo dirigente portaba un ejemplar del libro “Los diez días que conmovieron al mundo”, del periodista norteamericano John Reed, el mismo que estuvo cerca de Pancho Villa. Como sabe medio mundo, esos “diez días” que comenta Reed, corresponden a sus observaciones del acontecer, desde el primer momento que los bolcheviques asumieron el poder después de la caída del zarismo.
En ese libro, Reed comenta acerca de las medidas que, en ese corto tiempo, de manera por demás radical y con rapidez, tomaban los dirigentes del grupo bolchevique y las razones en las que se fundamentaban para aquello. Aquel proceder, más que el inherente a alguien que aspiraba a cambiar el modelo de sociedad, era un derivado de la herencia cultural que la sociedad rusa, la de los tiempos de los zares, había incubado en ellos. Pensaron que el socialismo era un modelo destinado a ser creado y modelado por un Estado en manos de una vanguardia revolucionaria. Eso mismo pensaba el Zar, al meditar acerca del por hacer en su espacio gobernado para mantener el control.
No recuerdo exactamente los detalles, pero dos compañeros tuvimos la oportunidad de acceder a aquel libro que, con tanto celo, como con su libreta, portaba el viejo dirigente. Al hojearlo, nos asombramos, pese nuestra juventud e inexperiencia, que notas, a los márgenes de aquel libro, escritas “en puño y letra” de su dueño y portador, según las cuales, todo lo que Reed narraba, relativo a las razones que esgrimía la dirigencia de los bolcheviques que habían accedido al poder para la toma de sus medidas, estaban dadas en Venezuela; hasta el factor político. Para él, los partidos esmirriados que ya eran entonces el PCV, el MIR y unos guerrilleros en una precaria etapa de la llamada guerra de movilización, sin haberse estabilizado en ningún espacio, porque eran pocos y poca la solidaridad que le brindaba la gente en cuyos espacios se movían.
Había una nota, entre signos de admiración, según la cual, ¡aquí están dadas las condiciones objetivas y subjetivas!”, sólo que no dijo qué faltaba por hacer. En aquellas notas, se daba por un hecho que el capitalismo en Venezuela se derrumbaba y sólo faltaba un soplo de la vanguardia guerrillera para que, como el polvo, se dispersara en el espacio. Era y fue, el mismo sueño y diagnóstico, de un conocido y muy nombrado comandante guerrillero en la parte occidental del país, quien lo difundía a través de los suyos. De eso supe en Valencia después del “Porteñazo” y poco tiempo más tarde, estando en San Cristóbal; cuando uno de sus emisarios, como un fantasma, se nos aparecía a invitarnos a irnos a las puertas del cuartel correspondiente, porque allí se produciría un alzamiento y este se repetiría en todos los espacios.
Es decir, aquel bello ser humano, de quien guardo un recuerdo en correspondencia con lo que fue, estaba totalmente distanciado de la realidad o para decirlo de otra manera, como dirigente político, había perdido la brújula y la sensatez. Yo debería escribirle un bello poema, nada me cuesta, pues él causa tanta inspiración que, el poema se escribiría solo; pero no me atrevo, porque no me confío en eso y no me creo competente para decir, de la mejor manera, exactamente y con arte, lo que él realmente se merece, por haber sido un bello ser humano, un soñador; pero, además, corro el riesgo de fortalecer la tendencia a seguir soñando con derrotadas, anquilosadas prácticas y diagnósticos de la realidad y el movimiento.
¡Si! A mi parecer, vale la pena, merece, recordarle, ponerle flores, escribirle un bello poema, pero fuera de una tarea que debe responder a la realidad de ahora.
Este comentario que ahora hago, tiene como fin, demostrar como todavía abunda gente que se niega a revisar lo pasado y reconocer cuánto error hubo en casi todo. Y cuando se actúa de esta manera, es muy difícil corregir. Siguen vivas las viejas concepciones, costumbres y rezos; “esa verdad” sigue vigente, como que tengo mi rosario, mis rezos, los tomas y los haces tuyos o te apartas de mi camino.
Neruda, fue un insigne poeta, si las academias, como el Nobel, así lo reconocieron, es bastante, no hay que pedirles a sus admiradores, que lo sean más allá de la poesía. Hay que ser cuidadosos con las percepciones de los demás.
Eso es como un poner vallas en el camino, piedras y púas para que uno no se acerque a contaminarles.
No se trata de negar a humanos lo bello que fueron, sus valores morales, sino no introducirlos como referencia donde lo que para lo que se busca e intenta, no son la mejor referencia. Mi padre, fue mi padre, una bella referencia, pero no igual para quienes me acompañan o quiero que me acompañen, salvo que quiera seguir viendo el presente como una repetición del pasado. Pero hay gente que le resulta duro comprender lo perentorio de reconocer fallas, errores y corregirlos
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