PENSANDO EN ALFREDO NOBEL, EL TENDON DE AQUILES Y FANTASMA DEL CUAL SOLO HABLA FEDECAMARAS(Eligio Damas)

Pensando en Alfredo Nobel. El salario, el tendón de Aquiles y fantasma del cual sólo habla Fedecámaras. Eligio Damas Aquiles, el hijo de Tetis, la ninfa y de Peleo, fue el “héroe de los pies alados”; un valiente y excepcional guerrero que se desplazaba por el campo de batalla sin pegar los pies en el suelo, volaba o parecía volar, pues tal era su destreza, habilidad y velocidad. Pero en sus “pies alados”, justamente en el tendón que lleva su nombre en la especie humana, estaba su debilidad. Allí le apuntó el príncipe troyano Paris, le ensartó una flecha envenenada y dejó tendido en el campo de batalla. Todos tenemos nuestra o nuestras debilidades, aunque uno crea no tener ninguna, alguna tiene. Se cuenta que, Salvador Allende, solía hacer alarde de sus habilidades para convencer con “su labia”. Ante alguna o algunas incertidumbres que le planteaban, solía decir, “déjale eso a la muñeca”. Lo que en el lenguaje coloquial quiere decir a “a mi manejo habilidoso; yo lo resuelvo, le hablo y convenzo acerca de lo que debe hacer”. Pero como Aquiles, la “muñeca”, también tiene sus debilidades. Advertido Allende, por partidarios suyos en el frente militar, de las andanzas de Pinochet, respondió justamente con aquella frase, “déjalo eso a la muñeca, yo lo convenzo”. Y Pinochet escuchó posiblemente a la muñeca, pero siguió en lo suyo. El mayor enemigo del gobierno, quizás su tendón de Aquiles, tanto que hasta desmotiva a quienes siguen fieles a la figura de Chávez y por eso a sus sucesores, quien más daño le hace, su talón de Aquiles, es el salario. Por supuesto, las sanciones de EEUU que, entre otras cosas afectan la producción petrolera, lo que empieza por las acciones para recuperar lo deteriorado, un mercado cercano, cuantioso, hasta hacer negociaciones sanamente rentables con los más lejanos y poder cobrar, pagar sin tener que hacer tantos malabarismos y concesiones, afectan sustantivamente. Y es pertinente, admitir, para el aprendizaje, que antes hubo un diagnóstico equivocado, como que tales riesgos no se previeron. Y en eso no hay nada extraño o nuevo, pues desde comienzos de siglo XX se viene ensayando o improvisando con diagnósticos preconcebidos y hasta tomados de un manual. De manera que, corregir, es lo más inteligente, permisible y no dejarse llevar por fatalismos, hasta percepciones que, a veces, parecieran obedecer a los sueños heroicos del quijotismo o darle preeminencia a lo individual, grupal y no al colectivo. ¿Para qué quiero o tengo el poder? Es una pregunta sustantiva que suelo hacerme. Prefiero no tenerlo, pasar desapercibido, si no hago nada sustantivo en función de lo que creo, aunque quede claro entre los míos, y más si eso así sucede, que fuerzas superiores me truncaron los sueños. Pero pudo haber sido que, quienes se me opusieron tenazmente, hasta tuvieron de su lado la realidad. Pienso que hoy, por los gestos y acciones evidentes, esas equivocaciones deberían estar racionalizadas. Pero sigue siendo motivo, en buena medida, de lo que ahora confrontamos y padecemos. Dado no soy economista o experto en finanzas, por lo que apenas pudiera repetir lo que los especialistas dicen, el problema salarial se deriva de varias tramas y hasta “trampas”. Siendo lo que somos, una economía rentista, porque no hemos dejado de serlo, lo que más nos afecta, es no poder producir y vender sanamente, al nivel de antes, nuestra mercancía bandera, el petróleo. Aparte que, según quienes de eso saben, aseguran que “nuestro aliado”, China, consume buena cantidad de lo que exportamos para cobrarse la deuda acumulada desde antaño. Pues, es bueno tener presente que, el capital y el capitalismo, tienen sus reglas y normas inexorables, como “dando y dando” y “si no hay lial, no hay lopa”, como decían los chinos que, en mi niñez, lavaban ropa a muchos cumaneses en las orillas o márgenes del río Manzanares. Pero, además, China queda muy lejos y entonces el petróleo, en esta relación, supongo, es menos rentable a quien lo vende y hasta menos fluido el mercado. Como que el vendedor debe hacer atractivas concesiones. Más si el mercado, en sus espacios naturales y atractivos, se le estrecha. Por todo lo anterior, quien poco sabe de finanzas y economía, concluye que el ingreso nacional, lo que las cifras además revelan, ha disminuido sustantivamente a raíz de las sanciones. El alto ingreso nacional, aún en etapas cuando el mercado lo controlaban los consumidores, como ahora cuando la OPEP, según se afirma en ciertos medios, ha perdido o abandonado su labor de mecanismo para controlar los precios, permitió al Estado venezolano, brindar servicios como educación y salud gratuitos y de gran calidad a la población, tanto que en esos espacios o “mercado”, poco incursionó el capital privado. Aunque es valedero reconocer que, el Estado, ayudó a ese capital a aumentar su inversión en salud, de manera significativa, hasta cuantiosa, mediante la prestación de ese servicio a sus trabajadores, dando origen a “los seguros de salud”, derivado eso de la cláusula respectiva de los contratos, mediante negociaciones con clínicas privadas. En lugar de invertir aquello en mejorar el servicio público, una idea que Chávez manejó o acarició, pero no pasó de los buenos deseos. Todo eso, determinó que el Estado, siendo la nuestra, como nunca ha dejado de serlo, una economía capitalista, pero sujeta en gran medida al ingreso petrolero y con unos empresarios, los de antaño y hasta los nuevos, sólo ansiosos de apoderarse de buena parte del ingreso, mediante préstamos generosos, valiéndose de propuestas falsas, para terminar colocando las cifras de dólares de ellos derivadas en cuentas en el exterior, sin olvidar la gigantesca olla podrida de la corrupción, terminara debilitado y con el enorme compromiso de pagar una gigantesca obligación con sus trabajadores. Advirtiendo que, la calificación de “gasto”, es impertinente, dado que los servicios del Estado como salud, educación y hasta seguridad, se revierten en beneficio para la comunidad toda, empezando por los empresarios por la formación de mano de obra, salud de sus trabajadores y seguridad bienes y la sociedad toda. Entonces, el Estado venezolano tiene una enorme nómina de trabajadores, activos y jubilados, que demanda un ingreso que ahora pudiera no tener. Es como dicen los interesados “una pesada carga”. Pero a eso hay que agregar que toda la nómina de trabajadores del sector privado, al jubilarse, deben cobrar por el IVSS, una institución del Estado a la que aquellos patronos, aportan una nimiedad. Por todo lo anterior, economistas, suelen decir que todo aumento salarial, sin que el Estado tenga los recursos, significa para ellos colocar más dinero en el torrente circulatorio, sin respaldo en los ingresos, es crear dinero inorgánico y generar un consumo artificialmente. Por lo menos eso narra el monetarismo y economía liberal. Obvian, por su interés, que el aumento del consumo o mayor demanda de mercancías, es una oportunidad para aumentar la producción y obtener mayores ganancias. No necesariamente, el aumento de la producción implica aumento en los costos, pudiera más bien reducirlos, al producir más con la misma mano de obra, activos y recurso tecnológico. En este momento, según las informaciones derivadas del mismo gobierno y admitidas como ciertas por conocedores del asuntos, para el mes de septiembre, la producción de la industria petrolera sobrepasó la cifra de un millón doscientos mil barriles diarios; según la OPEP, la cifra es 1.105.000. Las dos cifras no son muy distantes. La gran ventaja con la que ha venido jugando cierto sector de la oposición, la más radical, es la que se deriva del problema salarial. Es decir, se aprovecha del descontento que eso se deriva, pero no usa ese reclamo como bandera, por razones nada difíciles de entender. Eso lo deja en la imaginación de los trabajadores, como que ser radical opositor, necesariamente incluya una parcialización a favor del salario. Y para más señas, el sector empresarial, que años atrás, en los tiempos de bonanza petrolera y poder estatal, hizo fuerte oposición a la tendencia gobernante emergida en el año 1999, dados los fracasos de su brazo político, empezando con aquel golpe de Estado de Carmona Estanga, halló la manera de conciliarse con un gobierno sancionado por EEUU, debilitado por la pérdida de ingresos, en su beneficio a través de la congelación salarial. Ahora, como tantas veces, Jorge Roig, habla que, en el sector privado, “el salario mínimo”, ronda en los 200 dólares. Sólo que él llama salario, unos bonos no integrados al mismo y por lo tanto no tienen incidencia en pago de vacaciones, aguinaldos y prestaciones sociales. Persistentemente Fedecámaras se ha quejado de la alta carga que significaría para los empresarios, la suma de esos pasivos. Pero también sabe y lo dice, porque le daña, la congelación salarial detiene el crecimiento económico y empresarial. Ahora mismo, cuando los trabajadores deben cobrar los aguinaldos previstos en la Ley del Trabajo y los contratos respectivos, se cancelarán de acuerdo al salario congelado y quizás, por saberse eso demasiado pírrico, se asigne un bono para aliviar un poco las tensiones. Por lo anterior, en la intimidad de las conversaciones entre gobierno y empresarios y la OIT, que antes, no sé si ahora persisten, se venían haciendo, hablaban de volver al pago salarial como demandan la Ley respectiva y los contratos de trabajo, que son leyes especiales. Pero para ello, Fedecámaras pone como condición modificaciones de la Ley del trabajo; para que se “alivie a los empresarios de una carga demasiado pesada, un pasivo acumulado enorme”. En mi soledad o soledad de mis cavilaciones, he entendido dos cosas, una detrás de la otra, acumuladas en el tiempo. En el gobierno, dado la brusca disminución del ingreso petrolero, por la poca producción y hasta dificultades de colocar su mercancía en el mercado en las mejores ventajas, dado que en eso “los amigos del alma”, los hermanos santificados no existen”, ha prevalecido el concepto monetarista del dinero inorgánico, dada la disposición del ente empresarial a no aceptar aumentos salariales, con esa Ley de por medio. Ha dado demostraciones, ese sector de cuánto puede hacer si no aceptan sus condiciones. Y para el gobierno, sus buenas relaciones con Fedecámaras, en algunos sentidos, les han resultado ventajosas. Es obvio que el entre empresarial, como tal, se ha distanciado bastante de la oposición heredera de aquella del año 2000. Esta crisis grave, relacionada con el salario que, afecta en mayor medida a los trabajadores, disminuye la capacidad de consumo y tiene efectos en todos los ámbitos de la economía, como la producción y la apertura de nuevas oportunidades, es una de los motivos de la disminución del respaldo al gobierno, como lo han venido demostrando las cifras electorales. Tanto que me atrevería a decir, es la causa determinante del descontento que crece en la multitud. Y es al mismo tiempo “un activo” que crece en favor de los injerencistas y partidarios de la invasión estadounidense. Y ha habido reiteradas manifestaciones de Fedecámaras en favor del interés de llegar acuerdos, como aceptar los aumentos salariales, no por intermedio de bonos, sino como demandan las leyes respectivas, del Trabajo y los contratos colectivos, si hay una modificaci[ed1] ón de la primera, que a los empresarios exima de pagar de acuerdo al último salario. Y, hasta es posible, eso habría que verlo o mejor descubrirlo y probarlo, en el seno de sectores del gobierno, se haya incubado esa misma concepción, por “razones de clase”. Pero pese a lo anterior, también es previsible que, entre gente del gobierno, recordando lo acontecido con Teodoro Petkof, en los tiempos de Caldera II, cuando se modificó la Ley del Trabajo, para que las prestaciones se calcularan en base al salario de cada año, eso les produzca temor. Los fantasmas, fantasías, suelen encontrarse y hacerse realidad. Para ellos sería hacer algo que antes condenaron. ¿La vigencia de la ley, que demanda el pago de las prestaciones sociales en base al último salario, significa hoy alguna ventaja para un trabajador? El salario mínimo, está anclado en 130 bolívares y hasta quienes cobran más de eso, perciben como tal, lo valedero para el cálculo de las prestaciones sociales, aguinaldos y vacaciones, una miseria. Se podría decir, sin duda alguna, que los trabajadores perdieron esas conquistas derivadas de viejas y sostenidas luchas, aunque se diga que sólo están suspendidas. Pero… ¿hasta cuándo? Y esta pérdida, se traduce en la disminución del respaldo popular al gobierno. Entonces, la vigente Ley del Trabajo, particularmente en lo relativo al cálculo de prestaciones sociales, aguinaldos y vacaciones, en nada beneficia hoy a los trabajadores; pues suspendida como está, no tiene ningún efecto para ellos positivo. Para derrotar las amenazas de EEUU y sus aliados internos, entre las cosas por hacer, aparte de los valederos intentos que, en la Casa Blanca se admita la necesidad de la diplomacia, es necesario un plan que incluya, incorpore, en un frente único, alcanzable e indispensable, a la gran multitud, mediante acciones que hagan posible ese objetivo, lo que demanda algunas medidas de gran impacto y muestra de deseo de acercamiento. Una de ellas, pues hay muchas en el campo de lo político y lo humanístico, es la revisión de la política salarial, de manera que ella vuelva al carril de la ley respectiva y los contratos de trabajo. Las leyes no son eternas y menos inmodificables, como que con ellas es posible “dar un paso atrás para dar dos adelante”.

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