LAS TAREAS ESCOLARES ESCRITAS A MAQUINAS O COMPUTADORAS(Eligio Damas)
Las Tareas Escolares escritas a máquinas o computadoras
Eligio Damas
Nota: Mi trabajo anterior trató el tema de las tareas escolares que buena cantidad de docentes, suelen asignar a los niños para que cumplan en sus casas, dado que el ministro de educación habló de prohibirlas. En esa oportunidad, emití mi opinión, fundamentado en mi larga carrera en la escuela secundaria, una que duró un poco más de 30 años. Trabajé tanto con adolescentes como adultos. En el nivel secundario, el de los adolescentes, los docentes solían atiborrar a los muchachos con tareas, tanto en el curso de la semana como al final de la misma. Emití mi opinión en función de mi experiencia, la técnica que apliqué y fundamentándome en lo que demandaban los programas y el universo donde aprendí la tarea docente, que no fue la academia donde obtuve el título. Sin mencionar que, muchas veces. el docente, esas tareas no las evaluaba convenientemente dado que estaban destinadas a otros fines.
Era muy generalizada la práctica docente de no guiarse, como era lo debido, por los programas, sino por los textos, en donde aparecen los contenidos o informaciones, que aquellos “recomiendan” para el logro de los objetivos, específico y general. Tome en cuenta el lector que dije, “recomiendan”, son muestras que el docente puede desechar y sugerir al alumno su lectura. Pero no de obligatorio cumplimiento. Es como servirle la mesa a un comensal, de manera que escoja lo que más le apetezca; lo sustantivo es que se alimente. Tanto que, un docente entrenado, puede al mismo tiempo, en el mismo espacio, aula, trabajar el objetivo específico con contenidos distintos, asignando a unos grupos uno y otro a los otros.
Rara vez, salvo una circunstancia muy particular, asignaba tareas a mis alumnos para cumplirlas en casa y menos por ponerlos a copiar, sin alcanzar ningún aprendizaje, con lo que sólo lograba ocupar un tiempo que podían y hasta debían invertir en actividades propias y necesarias de la condición humana y particularmente de la adolescencia. Lo que no excluía hacer lecturas, por su propia iniciativa, acerca de lo trabajado en clase, si se logró con eficiencia el objetivo o el interés que despertaba el siguiente.
Quiero enfatizar, que mis opiniones están sujetas al ámbito de larga experiencia lograda, no dentro de la universidad, de donde proceden muchos de los que han opinado, sino del universo escolar de la secundaria. Con respecto a la escuela primaria, me reservo la opinión por razones obvias, donde habiendo una sintonía entre el docente y el hogar, pudiera lograrse un eficiente resultado; pero, aun así, cuidando no atiborrar al niño de tareas escolares, como desconectarlo de su realidad más allá de la escuela. Tome en cuenta el lector que, por razones de la edad, las limitaciones que esta determina, los representantes de la escuela primaria, tienen un cercano contacto con los maestros de sus hijos. El docente de secundaria no; pues aparte que mientras el primero tiene 28 alumnos, el segundo puede tener 200.
Pero motivado a la lectura de unas opiniones de docentes, más determinadas por la política que la educación y dadas por gente como obligada a llevar la contraria, me puse a revisar en mi archivo, ¡magia de este! y hallé el trabajo que sigue, escrito y publicado en Diario El Norte de Barcelona en 1995, hace 30 años, que trata una particularidad de las tareas escolares. Observe el lector que se habla de máquina (máquina de escribir) o computadora, dado estábamos en el proceso de la desaparición de las primeras y el nacimiento de las segundas.
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Con frecuencia, la prensa regional se hace portavoz de la preocupación de representantes porque en algunas escuelas se les pone a los alumnos como condición, en la presentación de tareas, que estén escritas a máquina o en computadora.
Pocas veces asigno a mis alumnos tareas para la casa, salvo alguna circunstancia muy particular. Como para que recojan alguna puntual información y con esto despertarle interés sobre algún aspecto que no aparecía en los textos. Lo que no niega, les haga recomendaciones sobre lecturas que deberían hacer; aspiración no difícil de lograr si el docente está conectado adecuadamente con sus muchachos y las recomendaciones son atractivas.
Dije textos, en plural, porque no obligo a mis muchachos que tengan uno en particular, cualquiera que contenga los contenidos o informaciones a manejar para la estrategia de aprendizaje, cumplir el objetivo específico e insistir o abundar en el general, es útil. Hasta algún trabajo impreso en un diario o revista que trate el tema a trabajar. Y, de esa manera, también le permito usar el texto que le regalaron o el que pudo hallar en la biblioteca y hasta el que le preste un compañero. Pues no me dejo “encantar” por las editoriales para que exija a mis muchachos sus libros. Además, mi técnica individual y colectiva, permite a más de un alumno usar el mismo texto.
Pero ahora mismo, la madre de un estudiante de escuela básica, me planteó que a su niño le habían exigido que presentase una tarea de Castellano en computadora. Y es propicia la oportunidad, cuando ya fenece el año escolar, para hablar de nuevo sobre este asunto.
Quisiera, con el debido respeto por mis colegas, abordar este problema a objeto de contribuir a formar opinión entre representantes sobre una actitud que no pocas veces se asume entre el gremio docente. El planteamiento en sí es eco de la angustia popular, y por ello debe ser bien recibido y asimilado, pese a que, en un instante, pueda parecer un poco imprudente o indelicado, desde la perspectiva de los educadores y más de los específicamente envueltos en el problema.
Y es bueno que estas cuestiones trasciendan para que las podamos ventilar, pues no es frecuente que se presenten oportunidades para intercambiar experiencias e ideas entre trabajadores de la docencia y menos con la participación de representantes. Es saludable que se sepa que en los niveles básico y diversificado no se cumple a cabalidad la función Supervisora, pues no ha sido posible que internalicemos su importancia, ventajas y fines básicos.
Es saludable que el representante sepa que lo que se evalúa y condiciona son los objetivos generales y específicos de la asignatura de que se trata y el proceso general del aprendizaje.
En una escuela, y en los primeros grados, sobre todo, cuyos programas no incluyen alcanzar la habilidad y destreza de escribir a máquina o computadora, no se puede ni debe poner eso como condición para lograr el objetivo final de evaluación. Al contrario, debe ponerse como condición obligatoria y forzosa, cuando el alumno está cumpliendo una tarea para alcanzar una destreza, un conocimiento u otro dominio, que, si se corresponden con los objetivos fundamentales de la escuela básica, que la tarea sea hecha en manuscrito y por el alumno.
Primero, porque de esta manera, el maestro, facilitador o profesor (escoja usted el término), puede evaluar caligrafía, redacción y otros rasgos, que no son de difícil deducción. Incluso, a la representante que recientemente me manifestó su inquietud, se le ocurrió que otra condición sería que escribieran con bolígrafo para obligarlos a ser más cuidadosos en la elaboración de sus tareas manuscritas.
Solicitar la presentación de trabajos a máquina o computadora en esos niveles del sistema, podría implicar una condicionalidad que poco ayude al proceso de aprendizaje. Porque lo más usual es que el alumno apele a la ayuda total de otra persona; de esa manera el docente termina por evaluar a otro, casi siempre un adulto enternecido y no a su alumno. Y así, el maestro o docente, por su propia culpa, resulta burlado de manera inocente por el niño o joven. También, éste al no pasar en limpio su trabajo se ve impedido a repasar lo que pudo haber escrito en borrador, perdiendo así la oportunidad de revisar conceptos, fijar el conocimiento y ejercitarse más para llegar a una mejor comprensión del asunto y ejecución de la tarea.
En determinadas circunstancias, esto lo juzgará con prudencia, el docente podría solicitarse, tareas a máquina o en computadora, pero en ningún caso sería condición en un objetivo de aprendizaje; salvo que los programas u objetivos del mismo así lo demanden, como en las escuelas de comercio o en las áreas de formación para el trabajo, donde se aprende mecanografía o programas específicos de computación.
Un ejemplo de aquel tipo de tareas, preferiblemente a voluntad del alumno, sería solicitarle un artículo para ser exhibido en cartelera sobre el "5 de julio de 1811". Podría pedírsele a máquina o un recorte periodístico. En este caso se trata de divulgar ese aspecto de nuestra historia entre los alumnos y se evaluará el interés del colaborador.
Desde luego que lo anterior, en nuestra opinión de educador, es lo valedero; pero ello no invalida el argumento dado por los padres o representantes. Según ellos, y esto es verdad, debe tomarse en cuenta que, para muchos de esos alumnos, no es fácil el acceso a una máquina de escribir o una computadora.
Pero en todo caso, quiero reiterar que, en una escuela o sistema educativo, donde la función supervisora no se cumple cabalmente, puede suceder cualquier cosa y no debe ser precisamente el maestro a quien se le asigne la mayor responsabilidad.
El Norte.
Barcelona, 19 de julio de 1995.
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