LA ELIMINACION DE LAS TAREAS ESCOLARES Y LA EVALUACION. EL TIEMPO LIBRE DEL NINO Y ADOLESCENTE LO ES, PARA SER ELLOS(Eligio Damas)

Eligio Damas From: damas.eligio@gmail.com To: George Diaz Thu, Sep 18 at 2:11 PM La eliminación de las tareas escolares y la evaluación. El tiempo libre del niño y adolescente lo es, para ser ellos. Eligio Damas Determinado por una vieja evaluación y, para dejar desde el inicio sentado eso, y no dar motivo a interpretaciones ajenas a la experiencia docente, empezaré por decir que, si a algo ha restado interés y debida preocupación el gobierno, desde el mismo momento que Chávez asumió la presidencia, es al tema educativo, particularmente en lo concerniente a los niveles de la secundaria hacia abajo. Lo que anteriormente afirmo, lo sustento en la persistente conducta de escoger ministros de Educación con ligereza. En Miraflores, en este largo período que arrancó en 1999, no han sido lo debidamente exigentes, cuidadosos o no han podido hallar, entre la gente que goza o ha gozado de confianza, quienes conozcan lo suficiente acerca de la educación en los niveles inherentes. No he dicho ni diré, de manera contundente, que allí ha llegado todo el tiempo gente con poca formación intelectual, ignorante del tema educativo en general, pues no evaluaría con certeza, sino que, quienes han llegado, no han conocido a fondo el tema inherente al aprendizaje en el universo de menores. Si evaluamos, uno a uno, los ministros, desde el primero, no hallaremos entre ellos uno destacado como educador en esa área. Quizás parezca muy contundente y generalizador mi afirmación, pero la sostengo, pues respuesta tengo para cada caso o ejemplo que se cite. Pareciera haber prevalecido lo inherente al manejo de los compromisos derivados de los contratos colectivos que amparan a docentes y trabajadores todos. La educación universitaria y ejercicio docente en ese universo, es determinantemente andragógica, para adultos; en ese escenario y forma de ejercicio de la docencia, el alumno ya ha vivido, experimentado el aprendizaje de los niveles inferiores y de la vida; se fundamenta, en buena medida en la madurez, capacidad alcanzados en aquel proceso, en su crecimiento, desarrollo personal e independencia; capacidad para la de toma de decisiones, elaboración del conocimiento y su expresión. Se trata ahora, en ese nivel, teniendo el entrenamiento y aprendizaje anterior, de aumentar el conocimiento, poniendo en práctica las habilidades adquiridas en la niveles inferiores e incitando a investigar más allá de lo posible y alcanzado otras habilidades. El desperdicio que significó la inversión en canaimitas, se explica, en gran medida, por no haber, en aquellos momentos, un ministro con un plan o visión del proceso educativo en el cual aquellas insertase. O para decirlo de otra manera, el ministro o los ministros de turno, no tuvieron la capacidad de miras para usar aquella cuantiosa inversión en un gran plan de aprendizaje. De eso, mucho he dicho y seguiré diciendo. No se supo qué hacer con las “canaimitas”, que se quedaron en las manos de los niños como un juguete y otros fines menos exquisitos. Y así, hubo varios ministros de Educación, unos con reconocida formación intelectual y hasta de currículo brillante en sus respectivas carreras, pero sin experiencia educativa. Como hubo docentes del nivel secundario, pero que más prestaron interés a la actividad, militancia política, que aquello. Más que por su rol como docentes, llegaron a esos cargos por gozar de la confianza de los gobernantes y haber ejercido con disciplina el rol de militante del partido, ejercer como administradores y contener las inconformidades. El actual ministro de Educación, lo fue por primera vez, siendo aún un muchacho, recién graduado de abogado. Cuando Chávez le dio ese nombramiento, comenté entre amigos que, “se insiste en restarle valor al sistema escolar, tanto que este joven, por muy brillante que sea, pese haya alcanzado el título de abogado de la manera más destacada, seguro estoy que poco sabe del asunto educativo”. Y si bien es verdad que, nadie sabe todo lo que habría por saber, si hay quienes saben lo sustantivo, de manera detallada y precisa; y se hacen las interrogantes y cómo hallar a quienes pueden compensar sus deficiencias. Digo lo anterior, para dejar claro que, al evaluar como acertado, lo de eliminar las tareas escolares, por lo menos en el nivel de la escuela media, donde me desempeñé por años y sobre lo que tengo la experiencia necesaria para opinar, no lo hago por adulancia o ganarme la gracia de nadie, dado que eso está muy lejos de mi interés. Empezando, para no hablar mucho, aparte de estar jubilado, tengo 87 años y, a esta edad a uno se le evalúa casi como un desecho. Y es bueno recordar que, salido de aquel ministerio, Rodríguez, se desempeñó en tareas distintas a la educación. Por lo que lo sigo evaluando de la misma manera que al inicio. Además, sólo vivo como todo docente de un “bono de guerra” y, hasta el derecho a cobrar como sobreviviente de mi esposa fallecida, me lo negaron, pese estoy lleno de calamidades. La escuela universitaria, es de carácter andragógico, pues se fundamenta en los aprendizajes, habilidades, técnicas, adquiridos por el joven en los niveles primario, secundario y la misma vida. El alumno llega a ese nivel escolar ya entrenado en las técnicas del aprendizaje y no sujeto al control, supervisión como atosigante del docente. Es un ser ya formado para seguir aprendiendo, sólo sujeto a las formalidades u objetivos de la nueva escuela; esta parte de la idea que, sus habilidades y destrezas, para el nuevo aprendizaje, ya han sido incubadas. En un momento temprano de la carrera docente me percaté que, los niños y los jóvenes, necesitan “tiempo libre” para muchas cosas. Soñar, convivir con la familia, los amigos, experimentar en distintas cosas, jugar, practicar deportes y hasta leer, incitado por la “curiosidad” que despierta la escuela competente. Llenarlo de tareas escolares, es quitarle tiempo para eso, la iniciativa, robarle felicidad y libertad para lo creativo. Y supe, lo que todo el mundo sabe, los niños por naturaleza, sus otras necesidades, eluden esas tareas que, en muchos casos, se las hace alguien generoso y protector en el grupo familiar. Las elude por fastidio, un repetir en casa, en el tiempo libre, lo mismo de toda la semana en la escuela. Tampoco le doy valor al argumento según el cual, los niños sean objeto de mal trato en sus hogares, a causa del desinterés por las tareas repetitivas de la escuela. Depende del grupo familiar del docente. Y, si se daña al niño, obligándole o torturándole para que “haga la tarea”, también se le afecta, haciéndosela de manera “amorosa”. Se el enseña e incita a trampear. Eso mismo, pudiera suceder en el aula, si el docente no tiene la formación profesional pertinente. A un docente que habla y habla, el joven no le presta atención, al que dicta le copia, más no le escucha no le para y menos aprende, salvo copiar, dado el caso que el maestro le evalúe el copiado; tarea propia de la escuela primaria. Por eso, fui de los docentes que nunca o casi nunca, salvo por alguna circunstancia muy particular, asigné tareas a mis alumnos fuera de clase y menos para restar el tiempo de descanso, disfrute y nuevos aprendizajes los fines de semana. Las tareas las hacíamos en conjunto en el aula. Aprendía el alumno y el docente. Lo fundamental es que, el proceso de aprendizaje, en función de los propósitos de la escuela debe darse dentro de ella y en el tiempo estipulado. El Estado planifica la permanencia necesaria de los niños en la escuela y, además, de acuerdo a los programas, ellos deben realizar actividades, de distinta naturaleza, individual y grupal, para lo que se requiere la presencia del docente como guía. Poner a los niños a leer, discutir en grupo, elaborar respuesta; compararlas o volverlas a discutir con los demás grupos, mediante la guía del docente, cuidando éste la participación de todos, es una práctica eficiente de enseñanza aprendizaje. En concreto, las tareas escolares, aquellas ordenadas para hacer en casa y ocupar el tiempo libre, en mucho de los casos, están destinadas, pensando de la mejor manera, a que los alumnos tengan como invertir el tiempo fuera de la escuela y apropiarse de “conocimiento o información”, sólo eso, que en el aula no podría por falta de tiempo. Dije lo último en el texto anterior, porque también supe que, los viejos programas, desconozco con exactitud como están diseñados ahora, contenían objetivos generales y específicos. Los que el docente debía atender para que los alumnos alcanzasen las habilidades y destrezas necesarias. Y para ello se señalaban, no como de obligatorio cumplimiento, contenidos de modo abundante y hasta redundante, que el docente y los supervisores, por inexpertos, desconocían que, no necesariamente se debían atender o estudiar. Ellos eran redundantes, como repetir una tarea cambiando el nombre de las cosas. Era información y textos sugeridos para el cumplimiento de los objetivos. Pues el objetivo central de las escuelas primaria y secundaria, es desarrollar habilidades y destrezas. No conocimiento, pues este vendrá a partir y en base al logro anterior. Las habilidades de leer, interpretar, formar conciencia crítica, manejo del conocimiento, como exponerlo escrita y oralmente, predisponen, incitan al estudiante a leer, buscar informaciones para satisfacer sus inquietudes y ampliar su cultura. Entonces lo determinante, está en lograr los objetivos generales y específicos, no en los contenidos. La finalidad central de la escuela, es lograr que los niños alcancen habilidades y destrezas para elaborar sus conocimientos y buscar las informaciones pertinentes. Además, esa es la forma de no alienarlos o ideologizarlos sino formarlos para que sean libres. La escuela tiene como meta, más que informar, la de formar para el futuro. Esto implica que, más que dar conocimientos, información, está para generar habilidades y destrezas para el aprendizaje y elevación del nivel cultural. Y la mejor manera de lograr esos objetivos, es en el trabajo diario, con el grupo y experto docente como guía. Por supuesto, a la hora de evaluar, el docente puede usar textos de contenidos del programa no estudiados, para poner en práctica las habilidades y destrezas inherentes al aprendizaje alcanzadas por el alumno. Pues repito lo que debe evaluar el docente, son habilidades y destrezas más que conocimiento. Es como en las matemáticas, al alumno se le enseña a multiplicar, dividir, etc. y para ello los problemas son infinitos y distintos. En la historia, se debe preparar al alumno para analizar, interpretar, racionalizar las cuestiones, los problemas también pueden ser distintos. La lectura da la información necesaria. Lo contrario es ideologizar y restarle libertad al aprendizaje. Por no entender esto, las escuelas, hasta las que se definen como demócratas, terminan siendo ideologizantes. Hoy, más que antes, los recursos tecnológicos y particularmente la llamada Inteligencia Artificial, facilitan a los alumnos la realización de ese tipo de tarea sin lograr aprendizaje alguno y, es posible, hasta sin conservar en la memoria la información. Se va la IA, se le pregunta, copia la respuesta y se imprime. Los objetivos generales y específicos son lo sustantivo, no los contenidos y, entre los tantos contenidos, el docente podría trabajar con sólo uno o dos de ellos, para lograr los objetivos. Pero esto no lo sabían los docentes y quienes les supervisaban tampoco, por lo que uno y otro, se centraban en el cumplimiento de los contenidos. Y estos, solían ser de un número tal que, el tiempo para ello asignado era imposible. Por eso, en la escuela media, el docente, para dar por cumplido el programa, ante las exigencias del supervisor respectivo, asignaba tareas abundantes al estudiante. Imagine el lector, la tragedia de un jovencito estudiante de primer año de bachillerato, con siete asignaturas y, por lo menos, siete tareas semanales, como mínimo asignadas por sus profesores. Era un robarle el fin de semana, una tortura y la misma juventud. Por supuesto, hubo abundantes docentes que, eso que comento bien sabían y solían obviar muchos contenidos, porque eran redundantes, sólo daban información, no generaban habilidades o cuando eso era posible los trabajaban en conjunto mediante tareas inteligentemente diseñadas. Como por ejemplo comparar, uniendo varios objetivos y contenidos, la sociedad griega y romana y de allí sacar información y conclusiones sobre cada uno de ellas de manera particular y luego extraer lo similar y diferente. Se obtiene conocimiento sustantivo sobre ambas y se hacen diversos ejercicios, leer, resumir, extraer información sustantiva, comparar, sacar diferencias, similitudes y conclusiones. Pero aparte que, aquellas tareas, en gran medida, solían hacerla familiares amorosos, el alumno que las hacía, se limitaba a copiar directamente del texto, sin analizar nada de aquello, sin experimentar un conocimiento verdadero, por el diseño mismo de la tarea, asignada por el docente, por sólo cumplir con el valor cuantitativo del programa. Era un sólo copiar, trasladar del libro a las páginas de la tarea. Y el docente mismo, atribulado de aquel número de tareas, pensemos en uno con 400 alumnos, como los profesores por horas. ¿Cómo evaluar, convenientemente, cada tarea, si se tiene todos los fines de semana que hacerlo con 400, después de haberse pasado la semana trabajando 40 horas, para poder subsistir, al mismo tiempo diseñar el trabajo de la semana siguiente, sobre todo en el caso de los docentes de poca experiencia? Si el docente planifica y ejecuta la tarea como debe ser, poniendo a sus alumnos a hacer y aprender el tiempo que con ellos pasa, es más que suficiente. Hasta pudiera ayudar a su alumno a crear el hábito de invertir “el tiempo libre”, por decisión suya, su placer, en continuar ese aprendizaje a su libre albedrío. Todo lo dicho anteriormente, no niega que, en un momento dado y por una circunstancia muy específica, el docente para adelantar la tarea prevista para la próxima clase, experimentar o ejercitar en lo investigativo, señale una tarea, como recoger una información que no está en el texto escolar, una observación en el entorno, pero no es ciertamente indispensable, llenarle de tareas, valiéndose del tiempo que el niño o joven requiere para socializar y crecer, dentro de la familia y fuera de ella. Por regla general, esas tareas, están destinadas a descargar al docente de las que él cree está obligado a cumplir; eso por desconocimiento, como ya comenté, dado que lo esencial es el desarrollo de destreza y habilidades, como la lectura, investigación, análisis, interpretación y elaboración del conocimiento pertinente y no la acumulación de información o “conocimiento”. Objetivos que lograría con pertinencia teniendo a su lado al experimentado docente. Pudiera el docente, hablo de secundaria, en cualquier momento, no en abundancia o persistentemente, ponerles a sus alumnos, breves trabajos que le lleven a investigar y hacer propuestas originales, partiendo de objetivos o interrogantes bien diseñados y pensados, en función de las estrategias y habilidades alcanzadas en el proceso de enseñanza aprendizaje. El evaluador, el docente, cuidará que el diseño de la tarea, evada que los alumnos intenten engañarle. Pero el ministro habló de otro tema, como que, al evaluar, el docente no tiene necesariamente porque hacerlo mediante el recurso escrito, pudiera hacerlo, según dijo, oralmente. El docente tiene la obligación y el deber de ayudar a sus alumnos a desarrollar ambas habilidades y éste de eso necesita. Es cierto, unos podrían ser más expresivos y hasta creativos de una manera u otra. Así sucede en la vida. Hay excelentes oradores que no escriben o no lo hacen bien y hay buenos escritores que hasta suelen ser poco locuaces. Pero el docente, en su tarea evaluativa, no puede ni debe priorizar una u otra, debe poner énfasis, interés en ambas. Son habilidades que, en la medida de lo posible, debe desarrollar, impulsar en sus muchachos y hasta evaluar. Para finalizar, como en el mundo hay de todo y cada quien mira según su conveniencia, hay quienes creen que las tareas asignadas por la escuela, en el tiempo libre, son obligatorias e indispensables, les invito a pensar si no es esa una tarea de los padres y del grupo familiar. Pudieran allí, ponerles a leer y escribir, hacer deporte, música, pintura. Lo que ellos mismos imaginen que conduce también al aprendizaje y crecimiento. Pero no parece pertinente que, hasta esos momentos para el descanso, disfrute y continuación del crecimiento, se les atiborre con tareas escolares y determinadas por la escuela, lo que podría resultar nocivo para los objetivos de ella. Pero también es una tarea y obligación del Estado, ofrecer en cada comunidad, alternativa para que niños y jóvenes, inviertan su tiempo, aprendiendo y disfrutando de nuevas y diferentes experiencias. El niño no tiene por qué estar todo el tiempo atado a la escuela formal, pudiera, ese cerco, hastiarle. Reitero lo que dije antes, producto de mi larga experiencia, mi aceptación de la propuesta la fundamento en la escuela media.

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