EL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1957(Frank Diaz)
EL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1957
El 3 de septiembre de 1957 me llama Gilberto Betancourt Chacón y me da la orden de llevar 2 hombres conmigo al bar Rock and Roll el día 5 de septiembre. Habrá acción, me comentó. Ese día, a la hora señalada, me dirijo junto a Pepín y Tinito al sitio indicado. Hasta entonces no sabíamos los motivos de la citación. Al llegar al lugar desde donde ya se podía ver el bar Rock and Roll notamos, alrededor del mismo, un grupo numeroso de hombres y varios carros patrulleros de la policía. Nos acercamos un poco más y pude distinguir en ese grupo al guajiro Francisco Flores de la ciudad de Guanabacoa, a Francisco Aulet, algunos más que ya no recuerdo sus nombres y a otros que no conocíamos. También pudimos ver cómo la policía los tenía rodeados, los apresaban y los introducían en los carros patrulleros. Pude, por un instante, ver como dos carros patrulleros salían a toda velocidad persiguiendo a un automóvil que trataba de huir de dicha persecución. Nos detuvimos, retrocedimos y logramos salir de la zona del conflicto sin ser detectados.
Auténticos revolucionarios, provenientes muchos de ellos de la “Triple A” como era mi caso, se incorporaron al”M-26-7”. Otros, aunque no se incorporaron al “M-26-7”, participaron en operaciones combativas junto a éste. Los Ortodoxos estaban divididos en varias facciones políticas en ese entonces, pero como ya hemos señalado, la casi totalidad de los miembros fundadores del Movimiento 26 de Julio provenía de las filas de este partido. Hubo miembros activos de este partido que, aunque no pertenecían al M-26-7, lo apoyaban. También había militares honorables que estaban dispuestos a rebelarse contra la Dictadura de Falsa Democracia que imperaba en Cuba. Lo qué pasó el 5 de Setiembre en Cuba fue la unión de estos grupos, coordinados por el M-26-7, en la consecución de una Cuba libre de dictadores y corruptelas administrativas. Debo aclarar que no faltaron las discrepancias entre los diferentes grupos opositores e inclusive, dentro de las propias filas de estos grupos. Quizás el más disciplinado de todo fue el M-26 -7, sin embargo, ni el propio M=26-7 estuvo exento de estas discrepancias, aunque según mi propia experiencia, siempre se superaba debido a la estricta disciplina que existía.
En abril de 1957 ya Faustino Pérez pensaba en abrir un Segundo Frente en las Sierras del Escambray, provincia de Las Villas, y aunque Frank País en ese instante priorizaba la consolidación de la lucha en la Sierra Maestra, no descartaba la apertura de ese Segundo Frente. En el Distrito Naval de la Marina de Guerra del Sur ubicado en Cayo Loco, una pequeña isla localizada en la bahía de la ciudad cienfueguera, existía un grupo de marinos de baja graduación que conspiraba contra la Dictadura. Estos serían después captados por el Movimiento 26 de Julio. El cabo Santiago Ríos dirigía al grupo, mientras el cabo sanitario Francisco del Sol realizaba la función de enlace con el Movimiento 26 de Julio.
La Dirección del M-26-7 en Cienfuegos, en ese entonces, estaba dirigida bajo la coordinación de Emilio Aragonés Navarro, un hombre perteneciente a una familia adinerada y de ideas muy progresistas que le hacían gozar de un gran prestigio dentro de las fuerzas opositoras. En abril de 1957 empiezan a preparar un plan en coordinación con los marinos de Cayo Loco y con el conocimiento y el apoyo de la dirección provincial del Movimiento 26 de julio. El objetivo final era crear un segundo frente guerrillero en las montañas del Escambray. Este plan consistía en tomar, coordinados con los marinos complotados, el Distrito Naval de la Marina de Guerra en Cayo Loco; tomar también los edificios donde se encontraban la Policía Marítima y la Policía Nacional y apoderarse del cuartel de la Guardia Rural. Con las armas obtenidas en estas operaciones marchar hacia el Escambray y formar allí el Segundo Frente Guerrillero.
Después de varios inconvenientes se decide finalmente hacer las operaciones ya planeadas el 28 de mayo de 1957. Se tenían escondidas armas en varias partes de la ciudad y se le había pedido a la Dirección Provincial que enviara grupos de apoyo ese día, no sólo para participar en la toma de los lugares ya previstos, sino también para obstaculizar las persecuciones policiacas a los grupos que se dirigían al Escambray para formar el Segundo Frente. Santiago Ríos estaba al tanto de la inminencia de las acciones.
El 27 de mayo de 1957 empezaron a llegar desde diferentes pueblos cercanos y de La Habana militantes revolucionarios para participar en las tareas que le serían asignadas, pero ese mismo día, el cabo Santiago Ríos informa que no puede garantizar la entrada al Distrito Naval a la hora programada porque las postas en ese horario no son confiables; entonces se decide posponer 12 horas el alzamiento esperando por el cambio de postas.
¿Qué hacer con los 35 hombres que viniendo de otros lugares no tenían donde pasar esas 12 horas y corrían el peligro de ser detectados por la policía represiva? El coordinador del M-26-7 Emilio Aragonés alquila una casa en el Reparto Buenavista y en ella sitúa a los 35 hombres. Estos son denunciados, quizás por algún vecino temeroso. De los 35 hombres sólo 2 están armados con pistolas, el resto está indefenso. La policía no tiene que esforzarse para entrar a la casa y aprehenderlos a todos. Como de costumbre son torturados salvajemente, pero ninguno de ellos habló lo que permitió que los insurgentes de Cayo Loco siguieran su labor conspirativa sin ser detectados. La policía nunca supo el alcance de la conspiración, pero esto no impidió que miembros del Movimiento 26 de Julio fueran perseguidos, capturados algunos y obligados a esconderse otros. Lo acontecido fue un duro revés que atrasó la labor revolucionaria en la ciudad cienfueguera, sin embargo, en muy poco tiempo el Movimiento 26 de Julio empezó a reorganizarse, esta vez bajo la dirección de Pedro {Totico} Aragonés, primo de Emilio Aragonés y hombre de amplios medios económicos y valor personal.
Debido a que Emilio Aragonés había sido identificado, lo primero que se hizo fue sacar las armas y municiones que habían sido escondidas en su fábrica de hielo y esconderlas en la finca de Raúl Curbelo. El propio Curbelo, junto a Pedro Aragonés, Carlos Fernández y el hermano de este último se ocuparían del traslado. Otros hechos importantes fueron: la reorganización del Movimiento 26 de Julio, el restablecimiento del contacto con el líder de los marinos conspiradores Santiago Ríos y la selección de Pedro {Pullín} Olascoaga como jefe de Acción y Sabotaje de Cienfuegos.
Pedro Aragonés prosigue sus conversaciones con Santiago Ríos, insistiendo ambos en la posibilidad de tomar la base naval del Sur de la Marina de Guerra en Cayo Loco. Estaba Pedro Aragonés en esos trajines cuando recibe la llamada de Miguel Merino, miembro destacado del Movimiento 26 de Julio en La Habana, quién mantenía relaciones con otros grupos desafectos al régimen dentro de la Marina de Guerra, el Ejército y la Organización Auténtica. Merino los cita para una reunión en una casa de huéspedes situado en la calle Línea del barrio habanero del Vedado. Allí Pedro se entera de una conspiración existente dentro de las fuerzas armadas del país y la idea de un alzamiento general coordinado por el Movimiento 26 de Julio.
Hasta ese momento se tenía la noción de que, mientras la dirección provincial del Movimiento 26 de Julio en Las villas quería abrir un Segundo Frente en el Escambray, Frank País quería fortalecer más el frente guerrillero de la Sierra Maestra y consideraba que todavía no estaban listos para abrir un segundo frente, lo cual provocó ciertos antagonismos entre los integrantes de la Dirección Provincial de Las Villas. A esto se añadía que el sector obrero de la región seguía dividido y desorganizado sin que el M-26-7 tuviera control firme sobre estas organizaciones obreras. Entonces, Frank País envía a Octavio Louit Vanzant (Cabrera) para ocuparse del sector obrero y a Julio Camacho Aguilera para conocer en detalles el estado del territorio villareño. Mientras, en Santiago de Cuba, Frank País se reúne con Orlando Fernández “Saborit” ex oficial de La Marina de Guerra y en La Habana, días después, Faustino Pérez se reúne con los ex oficiales de la Marina de Guerra Juan Manuel Castiñeira, Dionisio San Román y el propio Saborit. De estas conversaciones surgiría un plan de alcance nacional para acabar con la dictadura batistiana.
Julio Camacho regresa a Santiago de Cuba donde informa sobre la situación en las Villas. La Dirección Nacional decide que regrese a las Villas como jefe de acción y sabotaje de la provincia. Allí es informado de la existencia de un grupo conspirador en la base naval de la Marina de Guerra en Cayo Loco y se le da la orden de incrementar los actos de acción y sabotaje, estrechar la relación con el grupo conspirador en Cayo Loco y abrir un segundo frente en la zona del Escambray. Los primeros pasos de Camacho se encaminaron a fortalecer las estructuras clandestinas municipales bajo estricta disciplina y lograr el mejoramiento en la relación entre los distintos jefes a todos los niveles del M-26-7. Sin embargo, persistían ciertos vínculos directos del M-26-7 cienfueguero con La Habana a través de Miguel Merino y Raúl Coll con Pedro Aragonés.
Emilio Aragonés, ahora clandestino en La Habana, y su primo Pedro Aragonés persistían en lograr un alzamiento en Cayo Loco coordinado con los marinos dirigidos por Santiago Ríos, pero Pedro Aragonés fue informado por julio Camacho, quién había recibido nuevas instrucciones, que había un plan nacional con respecto a este alzamiento y era necesario esperar por las órdenes superiores. Se pondría énfasis en la lucha urbana de acción y sabotaje, preparando el ambiente insurreccional para cualquier acción de mayor envergadura. Claro, al cumplirse estas órdenes se incrementó la represión policiaca y con ello las detenciones arbitrarias, las brutales torturas y la persecución a elementos revolucionarios lo cual motivó que muchos de ellos se vieran obligados pasar al clandestinaje.
El día 30 de julio de 1957 una noticia terrible se esparce por toda Cuba. Las huestes policiacas al mando de José María Cañizares asesinan a Frank país y a su compañero de lucha Raúl Pujol quién le había dado refugio en su casa. En toda la Isla surgieron manifestaciones de duelo y actos de protesta ciudadana sin que faltaran hechos de sabotaje urbano. Cienfuegos no fue una excepción, lo cual provocó la persecución policiaca y los arrestos con las consabidas golpeaduras en esta ciudad sureña. Algunos de los detenidos fueron liberados ante la presión ejercida por los abogados defensores, algún que otro político electo o por falta de pruebas. El resto de los detenidos en esta etapa fueron dejados en libertad por orden del comandante Luís Beltrán, lo cual dejó perplejo a muchos que dudaban de la magnanimidad del comandante y se preguntaban qué había detrás de ello.
La idea de tomar Cayo Loco seguía en pie, aunque había ciertas fricciones entre algunos marinos fieles a un grupo del PRC(A) representado por el cabo Blas Hernández con Santiago Ríos. Por su parte, la directiva del M-26-7 decidió disminuir sus acciones contra la dictadura, las mismas que habían sido efectivas en crear un ambiente de inconformidad social, con la intención de evitar un incremento en la vigilancia policial y así poder establecer un espacio de cierta libertad para crear las condiciones necesarias que posibilitasen la toma de Cayo Loco.
Había otro escollo que superar. El sector obrero estaba muy dividido y desorganizado en toda la zona provincial de Las Villas como ya hemos señalado y era esencial la cohesión obrera para llevar a cabo la huelga general que, respaldada por las fuerzas insurgentes, posibilitarían el camino hacia la victoria final contra la dictadura. Como ya hemos mencionado, había un plan nacional para un levantamiento militar que incluía, gracias a la organización conspirativa que ya existía en Cayo Loco, la toma de la base naval que allí se encontraba.
En los primeros días de agosto de 1957 se reúnen en Santiago de Cuba Faustino Pérez, Haydee Santamaria, Armando Hart y René Ramos Latour con Orlando Fernández García {Saborit} y Juan M. Castiñeira por los complotados de la Marina de Guerra. Es a partir de ese momento que el enlace sigue extendiéndose e integrando a más grupos conspiradores. Miembros activos y licenciados del Marina de Guerra, miembros de la Aviación, el Ejército, la Radio Motorizada y del PRC {A} encabezado por Arnaldo Aguilera se unirían a la conspiración.
Miguel Merino, por iniciativa personal, contacta a Gonzalo Miranda alto oficial de la Marina de Guerra y al teniente profesor de la Escuela de Cadetes del Mariel , Eduardo Sotolongo del Ejército Nacional. A Miranda le pide que encabece la rebelión en Cayo Loco, pero éste declina la proposición alegando que ya existía un plan más amplio a nivel nacional en el cual él estaba involucrado. Un día después, Merino y Raul Coll se reúnen con los oficiales licenciados de la Marina de Guerra Dionisio San Román y “Saborit” más otros asistentes. Merino les habla del apoyo que tienen dentro de la base naval de Cayo Loco. Llegan a un acuerdo y deciden comunicarle a Faustino Pérez lo acordado y después reunirse con los marinos conspiradores de la Base Naval en Cayo Loco. La intención era que Dionisio San Román dirigiera la rebelión en el Cayo. Merino cita a Pedro Aragonés y le pide que hable con el cabo Santiago Ríos y le explique el cambio en el mando de la rebelión. Al cabo Ríos no le va a gustar el cambio, pensó Pedro Aragonés según comentara después.
En Cayo Loco, Santiago Ríos tiene problemas; lo quieren enviar a otra zona militar. Para evitar el traslado finge estar enfermo y en complicidad con el cabo enfermero Francisco del Sol se interna en la enfermería de la base naval. Por otro lado, Miguel Merino y Raul Coll acuerdan una cita con Dionisio San Román y el cabo Ríos en el pueblo de Manacas, Las Villas. Santiago Ríos, ya convencido, aunque no puede ir por pretender estar enfermo, envía al cabo Francisco del Sol y a Norman Luceres a la reunión. Por el M-26-7 de Cienfuegos iría Rogelio Guillot. Se concreta el acuerdo cuando el cabo Santiago Ríos acepta las nuevas condiciones. Todo lo anterior se hizo a espaldas del M-26-7 Provincial.
Julio Camacho se queja, en una comunicación a René Ramos Latour, ahora sustituyendo a Frank País como Coordinador Nacional del M-26-7, de lo que pasó en Manacas era un acto indisciplinado y propone medidas que eviten este tipo de reuniones y tomas de decisiones sin el conocimiento y la aprobación del M-26-7 Provincial.
Quizás sea necesario aclarar ciertos conceptos con respecto al tipo de lucha que planteaba el M-26-7 siguiendo la orientación de Fidel Castro y llevado a cabo por Fran País. La estrategia era intensificar la lucha de acción, sabotajes y protestas en las zonas urbanas con el propósito de ayudar a fortalecer la lucha de guerrillas en la Sierra Maestra. La insurrección para abrir un segundo frente en las montañas del Escambray entraba dentro de estos conceptos. La coordinación con otros grupos insurgentes o con militares desafectos al Régimen, no sólo era posible, sino necesitada, pero sólo si mantenía la línea doctrinaria y estratégica trazada por Fidel Castro. Un golpe de estado putchista no era lo que buscaba el Movimiento 26 de Julio. De ahí la importancia de este tipo de indisciplina.
Quizás debemos insistir en esta explicación. En Cuba, como en el resto de América latina se derrocaba a un Dictador y después a repartirse posiciones los complotados y la corrupción continuaba o se daba un golpe de estado para después, la dirigencia golpista continuará con los mismos métodos que la anterior dictadura derrocada. En la mente de Fidel Castro persistía la idea de hacer una Revolución transformadora empezando por el tipo de lucha que iba llevarse a cabo. Lo que pasó cuando Fidel Castro toma el poder es otra historia. Contaré parte de esa historia, la que me tocó vivir, más adelante.
Los contactos procurados por Merino, Coll y otros con la intención de producir un hecho que daría al traste con la dictadura batistiana en alianza con otros grupos opositores no surgen de la nada. Los primeros días del mes de agosto de 1957 se reúnen en Santiago de Cuba Faustino Pérez, Haydée Santamaría, Armando Hart y René Ramos Latour con Orlando Fernández García “Saborit” y Juan M Castiñeira por los complotados de la Marina de Guerra. Es a partir de ese momento que las condiciones fueron extendiéndose e integrando a más grupos conspiradores. Miembros activos y licenciados de la Marina de Guerra, miembros de la Aviación, el Ejército, la Radio Motorizada de La Habana y un grupo perteneciente a la Organización Auténtica (OA) encabezados por Arnaldo Aguilera se unieron bajo la coordinación del M-26-7 para producir una insurrección a nivel nacional y actuar en consecuencia.
Estos diferentes grupos coordinados por el Movimiento 26 de Julio deciden llevar a cabo un alzamiento militar a nivel nacional el 5 de septiembre de 1957. El 31 de agosto los conspiradores de la Marina de Guerra se reúnen y después de largas discusiones sobre métodos y jefaturas acatan la fecha del 5 de septiembre como inicio del levantamiento insurreccional. Aunque Camacho ya había sido informado que el levantamiento militar sería a nivel nacional y que esperara por nuevas instrucciones, desconocía los detalles del mismo.
Miguel Merino se entera que Camacho había reaccionado violentamente cuando supo de la reunión de Manacas y pide reunirse con éste. Lo logra y le explica los detalles de la conspiración a nivel nacional y la fecha marcada para el alzamiento. Camacho decide ir a ver a Faustino Pérez el 4 de septiembre quien se encontraba en La Habana en esos momentos. Faustino le confirma lo dicho por Merino y le propone que sea Dionisio San Román quién dirija al alzamiento en Cayo Loco. Como ya sabemos, Cienfuegos estaba preparando un levantamiento con la intención de abrir un Segundo Frente en las Sierras del Escambray, cuando se les pidió que esperaran por nuevas instrucciones porque se estaba trabajando por lograr un hecho a nivel nacional.
Ya con las instrucciones finales de lo que se iba a hacer, Camacho se reúne, el mismo día 4 de septiembre, con Miguel Merino y Raúl Coll. Parten los tres en un mismo automóvil hacia Cienfuegos. En el pueblo de Colón se dividen, Camacho sigue hasta Santa Clara pues tiene que movilizar todas las fuerzas del Movimiento 26 de Julio a nivel provincial desde esa ciudad. Después partiría a Cienfuegos para entonces movilizar las fuerzas del Movimiento 26 de Julio en esta localidad. Este mismo día cuatro de septiembre Pedro Aragonés es sustituido como coordinador del Movimiento 26 de Julio de Cienfuegos. Sin dudas hubo confusión en las filas revolucionarias ante el brusco cambio de los acontecimientos, pero fue superado completamente. La actuación de los militantes revolucionarios el 5 de septiembre así lo demuestra.
El Plan, como después supimos, era el siguiente: una nave de guerra al mando de los oficiales complotados atacaría el Palacio Presidencial para después cañonear el Cuartel General del Ejército estacionado en el Campamento Columbia. Otra nave de guerra fiel al régimen estaría obligada a salir al encuentro de la nave insurgente para apresarla; lo que aprovecharían los marinos sublevados para apoderarse del control de ésta y sumarse a la insurrección. Los aviadores complotados volarían por encima del Campamento de Columbia conminando a las tropas allí estacionadas a rendirse o serían bombardeadas.
En la ciudad de La Habana, los grupos de Acción y Sabotaje tenían que esperar por los cañonazos que lanzaría una fragata para empezar las acciones. Entonces, tratarían de apoderarse de la Radio Motorizada de la Policía, donde supuestamente había un grupo de militares desafectos al Régimen que facilitarían el acceso a este enclave policial. Santiago de Cuba se sumaría al levantamiento, así como la Escuela Naval estacionada en el puerto del Mariel al oeste de La Habana. En Cienfuegos planeaban apoderarse de la Base Naval del Sur de la Marina de Guerra en Cayo Loco, la estación de la Policía Nacional, la Marítima y el cuartel de la Guardia Rural, lo cual pondría a la ciudad cienfueguera en manos insurgentes. Estos eran tan sólo los planes de inicio para la toma del Poder a nivel nacional.
En la madrugada del 5 de septiembre de1957 se reúnen Julio Camacho, Pedro Aragonés, Miguel Merino, Raúl Coll, Dionisio San Román, Santiago Ríos y otros para coordinar las acciones en Cienfuegos. La toma al Distrito Naval del Sur era esencial para el triunfo de la Rebelión. Antes de continuar debemos hacer notar que el 4 de septiembre los cuerpos armados de la nación celebraban ese día por ser el aniversario del golpe de estado que Batista había dado al presidente Carlos Manuel de Céspedes. En ese día la disciplina militar cedía ante la etílica celebración de la soldadesca. El día 5 de septiembre parecía una fecha ideal para la acción que se había programado mientras los alegres militares dormían la borrachera del día anterior. La mayoría de los oficiales y un grupo amplio de marinos abandonaron la Base, mientras un pequeño grupo de marinos complotados se quedaban a dormir en las barracas de la misma. A las 5:00 A.M el cabo Santiago Ríos entra en las instalaciones de la Base y le avisa a los complotados que el momento había llegado. A los que no se encontraban en el cayo les ordenó presentarse al mismo a las 6:00 A.M.
En La Habana, los cañonazos que tenía que lanzar una fragata de la Marina de Guerra nunca sonaron. Después se supo que los altos militares de la Marina de Guerra se habían reunido el día 3 de septiembre y debido a varias discrepancias entre ellos, decidieron posponer el alzamiento 24 o 48 horas hasta poder alcanzar un consenso. El problema era que mientras otros grupos participantes recibieron la información sobre el aplazamiento, los miembros del Movimiento 26 de Julio que tenían que participar en la acción ya planificada nunca se enteraron.
En Cienfuegos, ajenos a la decisión tomada por los altos militares de la Marina de Guerra continuaron con los planes trazados. Los marinos complotados que fueron avisados por orden del cabo Ríos empezaron a llegar a la base a la hora señalada. Pullin Olascoaga movilizó un grupo amplio de militantes del M-26-7 y los acuarteló en un lugar cercano a Cayo Loco. Camacho se reúne con Dionisio San Román, Pedro Aragonés y Miguel Merino en la casa “La Juanita” donde estos tres últimos se encontraban. Otros militantes combatientes se van ubicando en diferentes lugares de la ciudad. Deciden que los hombres acuartelados vayan de dos en dos a la entrada de la base para sumarse a la rebelión. La contraseña para que la posta los dejara pasar era San Román 26 de Julio.
En la Base Naval de Cayo Loco, Santiago Ríos se apodera de una ametralladora, y con alguno de los sublevados, empieza a obligar a los suboficiales que se encontraban en la base a definirse si apoyaban o no el levantamiento, explicándoles que éste era a nivel nacional contra Batista. Los que se negaban a sumarse eran hechos prisioneros y a los que declaraban que se sumarían les daba instrucciones precisas. Con toda la guardia controlada, Ríos envía a uno de sus hombres a hacerse cargo de la artillería y a otros dos a sustituir las postas para que hicieran las señales con las ametralladoras que le indicaba a los complotados que podían entrar a la Base. Aunque todo estaba saliendo según lo planificado, los insurrectos no notaron cuando el cabo Alberto Zubaleta telegrafió al Estado Mayor de la Marina “la Unidad se encuentra en estado de peligro necesito ayuda inmediata”
Julio Camacho, Dionisio San Román, Pedro Aragonés, Miguel Merino, Raúl Coll y Osvaldo Acosta pasaron varias veces por el frente de la entrada principal de Cayo Loco hasta notar la señal acordada con la ametralladora que les indicaba que podían entrar a la Base donde Santiago Ríos los estaría esperando con sus hombres. Por la posta 1 Olascoaga y su grupo fueron permitidos pasar al dar la contraseña correcta.
San Román, ya al frente de la rebelión, va acompañado por Camacho y Merino a la habitación donde dormía el jefe del Distrito Naval del Sur, coronel Roberto Comesañas. Los dos se conocían pues San Román había prestado servicio en la misma base de Cayo Loco junto a Comesaña en años anteriores. San Román le explica a Comesaña los motivos del levantamiento y su alcance y le pide que se les una; éste se niega y es detenido. San Román usaría el uniforme del coronel como señal de que era ahora el jefe del Distrito Naval del Sur de la Marina de Guerra era él. Mientras, seguían llegando a la Base elementos revolucionarios para sumarse a la lucha. Todo el revolucionario que llegaba se le daba un arma.
El cabo, ahora capitán, Santiago Ríos ordena que se llame por los altavoces de la base a todo el personal para que se presente equipado en el Cuerpo de Guardia. Con todo el personal en la carretera frente al Cuerpo de Guardia, Ríos le informa al ahora coronel Dionisio San Román que la tropa está formada. San Román le explica a la tropa los motivos del alzamiento y su alcance y al finalizar les dice: lo que estén con Batista que den un paso al frente. Ni uno solo dio el paso adelante. Al poco rato empezaron a llegar decenas de hombres de pueblo y algunos marinos jubilados para incorporarse a la rebelión.
De la Base Naval surgen los proyectos ya acordados para tomar la Policía Nacional, la Marítima y el Cuartel de la Guardia Rural. Se constituyen pelotones combinando marinos y civiles para estas misiones. El sargento Alberto Ríos Mayea queda al frente del grupo que iría a tomar la Policía Marítima. El sargento marino Guillermo Mederos Soto es el encargado de dirigir el grupo responsabilizado con la toma de la Policía Nacional y Miguel Merino se ocuparía, con su grupo de combatientes, del ataque al Cuartel de la Guardia Civil para apoderarse del mismo. Un grupo de marinos encabezado por Ernesto del Valle iría a la casa del comandante del escuadrón 33 de la Guardia Rural Eugenio Fernández a detenerlo. A su vez Ríos ordena al suboficial marino Teodulio Valdés que ocupe la estación de radio que estaba situada en la calle San Carlos esquina Prado. Mientras todo esto ocurría se va organizando la defensa del Distrito Naval del Sur de la Marina de Guerra.
Gracias a las células del Movimiento 26 de Julio que se encontraban en la estación de la Policía Marítima esta se rindió sin entablar combate. Los invasores entran como Pedro por su casa en el edificio, sorprenden al jefe de la unidad en su habitación y lo aprehenden sin mayor resistencia.
El grupo que iba a detener al comandante Eugenio Fernández tiene problemas. Cuando están tocando la puerta de la casa donde se encuentra el comandante se acerca un soldado, que había salido de un bar cercano, y les pregunta qué es lo que querían, con la misma saca su pistola y le dispara al que tocaba la puerta. Se produce un forcejeo entre el soldado y uno de los insurrectos, el soldado logra salirse de esta reyerta y se aleja disparando su arma, pero es alcanzado por una bala que termina con su vida. Aprovechando el altercado ocasionado por el soldado intruso, el comandante Eugenio Fernández escapa por el fondo de la casa. El insurrecto que tocaba la puerta fue herido y llevado a una clínica cercana.
El sargento Galo Soto Medina sale de la Base Naval con sus hombres en dos camiones, uno de los cuales lleva una ametralladora calibre 30. Van a tomar el edificio dónde se encuentra la Policía Nacional que era el mismo donde residía el Ayuntamiento de Cienfuegos frente al parque José Martí. Mientras los rebeldes se van acercando a la estación policiaca, tratan de descifrar el estado de las defensas del complejo militar al que han de enfrentarse.
El comandante Antonio Ruiz Beltrán ya había organizado sus defensas y les había comunicado las órdenes superiores de resistir el asedio revolucionario. La Base Naval y la Policía Marítima fueron tomadas sin contratiempos ni pérdidas humanas, pero los disparos frente a la casa del comandante Fernández alertaron a la policía y al ejército de Cienfuegos.
Desde los balcones del segundo piso de la estación policiaca que daban al parque José Martí, la policía mantenía a raya a los invasores con disparos certeros de rifles y ametralladoras. El sargento Medero Soto se ve imposibilitado de apoderarse de ella y pide refuerzos a la jerarquía rebelde. Estos envían un camión con fuerzas combinadas de marinos y militantes de M-26-7. Mientras esto sucedía, los marinos insurrectos detienen a cuánto militar se encuentran en el camino, además de cerrar comercios e instalaciones estatales.
Un guardia rural que había sido capturado es enviado a hablar con el comandante Ruiz Beltrán para que se rindiera y evitará más derramamientos de sangre. Este pide 20 minutos para tomar una decisión. Por su lado, el sargento Mayea, quién después de tomar la estación de la Policía Marítima se uniera al grupo que intentaba apoderarse de la estación de la Policía Nacional, al no recibir una respuesta positiva del comandante Ruiz Beltrán, rodea la estación de policía colocando a sus hombres en edificios donde se podrían proteger de los disparos provenientes de la estación policiaca al quedar amparados por las columnas que sustentaban los balcones de dichos edificios.
Eran las 8:00 am cuando estos hechos están sucediendo. A las 6:00 am el cabo, ahora capitán, Santiago Ríos empezó la insurrección. En dos horas se había tomado la base naval en Cayo Loco, la Policía Marítima y la Policía Nacional estaba rodeada sin una real oportunidad de escapar del cerco que se la había tendido. Sólo faltaba la incondicional rendición de esta última y la posible captura del Cuartel de la Guardia Rural que a esa hora también se encontraba rodeada por las fuerzas rebeldes. La toma de la ciudad de Cienfuegos era inminente, pero el jefe policiaco Ruiz Beltrán no acababa de rendirse. El director del periódico El Comercio, Pedro Antonio Aragonés intervino, a pedido de los insurrectos, para que el comandante Ruiz Beltrán se rindiera. Este pidió hablar con el jefe de los rebeldes. Más tarde pediría media hora más de tregua. Todo tretas dilatorias.
Al no estar el comandante Eugenio Fernández en el cuartel de la Guardia Rural, quedó al mando de la misma el teniente Ignacio Russell, quién estaba dispuesto a rendirse cuando le llegaron noticias asegurando que la rebelión era sólo en la ciudad de Cienfuegos y que estaban en camino refuerzos provenientes de la provincia de Matanzas y de la ciudad de Santa Clara. También llegarían los aviones bombarderos fieles al gobierno. Entonces, aunque dubitativo, el teniente Russell decidió resistir. El comandante Eugenio Fernández, quien había escapado de los rebeldes que fueron a buscarlo a su casa, se hizo cargo de la jefatura del cuartel y organizó su defensa. Debido a la posición estratégica del cuartel a la entrada misma de la ciudad y la habilidad táctica del comandante Fernández, quién colocó a 200 m de distancia del cuartel a un grupo bien armado de soldados que, parapetados alrededor de un estrecho puente, protegían la entrada al mismo, lo que hacía casi imposible su captura.
Miguel Merino, con una pequeña parte de su tropa, abandona el asedio al Cuartel de la Guardia Rural y regresa a la Base Naval, donde entrega a varios prisioneros que habían sido capturados en su camino a dicha base. Les informa a los jefes de la rebelión San Román, Camacho y Ríos de las dificultades para apoderarse del cuartel que parecía inexpugnable.
En el parque José Martí, un grupo de marinos y revolucionarios del Movimiento 26 de Julio se baten a tiros con la policía, que bien armada, está causando bajas entre las filas rebeldes. Los refuerzos enviados por la dirigencia insurrecta incluían una ametralladora calibre 50, que estaba montada en la parte trasera de un camión. El chófer de este camión logra entrar al parque en marcha atrás dejando la ametralladora calibre 50 lista para disparar sobre los policías que defendían, desde el segundo piso, el militarizado edificio. Las ráfagas de balas calibre 50 pronto destrozarían las defensas policiales. Cesaron los disparos hechos por la policía, mientras una sábana blanca intentaba alzarse por encima de los muros que protegían los balcones. La ametralladora calibre 50 dejó de vomitar su terrible metralla. Rendición total. Los rebeldes sufrieron bajas, pero ni un solo militar detenido fue ejecutado, golpeado o ultrajado verbalmente por las tropas insurgentes, incluso, se impidió que el pueblo tomara venganza. Según Pillín Olascoaga eran las 9:55 am cuando la rendición ocurrió.
Los rebeldes siguieron capturando o deteniendo a numerosos miembros de la policía, el ejército y la marina fieles a la dictadura. Se cercioraron de que el puerto cienfueguero estaba protegido por fuerzas leales. El Cuartel de la Guardia Rural no había sido tomado, pero los soldados tampoco podían salir del mismo para apoyar a las fuerzas fieles a la dictadura. Que las defensas del cuartel se rindiera era cuestión de tiempo, a menos que…..
Los principales edificios de la ciudad también estaban en manos rebeldes. El alférez Dimas Martínez se hizo fuerte en la escuela de artes y oficios San Lorenzo. En el parque José martí un nutrido grupo de insurgentes quedaba protegiendo esa importante zona y sus alrededores. Hay combatientes revolucionarios en el teatro Terry, la cafetería El Palatino y el tostadero de café El Sol. En la azotea de la droguería Cosmopolita hay rebeldes bien armados. La ciudad de Cienfuegos fue tomada, en un poco más de cuatro horas, por las fuerzas rebeldes.
En La Habana, Faustino Pérez le había dado las órdenes de llevar a cabo las acciones programadas a René Rodríguez y a Aldo Vera. Las ordenes eran tomar el cuartel de la Radio Motorizada donde existía un grupo conspirador, como ya hemos mencionado, y ejecutar otras acciones a lo largo de la Capital y sus alrededores para secundar el alzamiento. En la Escuela de Comercio de La Habana había un grupo acuartelado de miembros del Movimiento 26 de Julio, bajo el mando de (el gallego)¨Arsenio Franco Villanueva. Este grupo junto a otros militantes del M-26-7 que fueron citados previamente para encontrarse en el bar Rock and Roll partirían a la toma de la Radio Motorizada.
Como ya he señalado, había que esperar por los disparos de cañones de una fragata frente a las costas habaneras para empezar las acciones, lo cual nunca ocurrió. Conté lo que vi llegando al bar Rock and Roll, después supe lo siguiente: alrededor de las 6:00 am un carro patrullero persigue a un automóvil en el cual viajaban Arsenio Franco y Armando Cubría, ambos jefes de grupos de acción y sabotaje del M-26-7 en La Habana. Después de producirse un intercambio de disparos los perseguidos logran escapar de sus perseguidores. Más adelante, cuando intentaban entregar las armas que llevaban a los que iban a tomar la Radio Motorizada, son confrontados por dos carros patrulleros que después de una larga persecución logran aprehenderlos. Serían torturados salvajemente como era la costumbre en estos casos, pero salvarían sus vidas.
Otro grupo formado por José R, Funes, Otto Díaz García, Raúl Mercuello, Félix Laguardia y Armando Gamboa, miembros todos del Movimiento 26 de Julio que habían sido acuartelados en la Escuela de Comercio de La Habana; acuciados por la incertidumbre, pero preparados mental y emocionalmente para la pelea, salen de la Escuela de Comercio en busca de noticias, pero siempre dirigiéndose hacia el lugar desde donde partirían, junto con el grupo ya reunido en los alrededores del bar Rock and Roll, a la toma de la Radio Motorizada de la Policía Nacional.
Todos viajaban, armados con pistolas, en un automóvil color verde marca Plymouth 1953. Armando Gamboa va manejando, a su lado estaba Funes y junto a éste, Otto Diaz. Sentados atrás estaban Raúl Mercuello y Félix Laguardia. Al llegar a la esquina de la calzada de Ayesterán y la calle Desagüe ya eran perseguidos por dos carros patrulleros y dos motocicletas de la policía. No hay advertencias para que se detengan. Los policías comienzan a disparar tratando de alcanzar a quienes viajaban en un automóvil qué les parecía sospechoso. Los primeros en caer heridos de muerte son Mercuello y Laguardia, quizás porque iban en el asiento trasero. Gamboa y Otto Díaz se bajan del automóvil disparando sus pistolas, mientras Funes toma el timón del auto. Uno de los carros patrulleros se adelanta al automóvil guiado ahora por Funes, pero éste lo esquiva subiéndose a la acera y logrando escapar, aunque no puede impedir ser herido en su huida. Otto Diaz escapa ileso, pero Armando Gamboa muere acribillado a balazos frente al Banco Royal de Canadá. Nelson Ríos, quien fuera mi jefe inmediato del M-2-67 durante un tiempo, me contó que él recogió a Funes y lo llevó a refugiarse al Charlie’s Bar situado en el barrio La Victoria, cerca de donde ocurrieron los hechos. El manager del bar era un militante del M-26-7 bajo las órdenes directas mías de apellido Hidalgo.
Un sobrino de Hidalgo, quién vivía en una zona colindante con la Sierra Maestra y era militante del Movimiento 26 de Julio, recibe la orden de ir a La Habana con la misión de llevarse para la Sierra Maestra a Vladimir Rodríguez y a otro militante de quién no recuerdo su nombre. Ya en la Habana intenta llevarse a Funes para salvarlo de la feroz persecución de la que iba a ser objeto por las fuerzas represivas. Un familiar de Funes tenía relaciones comerciales con el jefe de la radio motorizada, teniente Lutgardo Martín Pérez. Creyendo que esta relación comercial incluía una amistad personal debido al trato afectuoso que recibía del teniente, se atrevió a plantearle la situación en que se encontraba Funes y le manifestó la intención de éste de entregarse sí lo curaban y lo presentaban a juicio. El teniente prometió respetarle su integridad física, curarlo y llevarlo a juicio. Funes se entregó. Fue salvajemente torturado y paseado por la ciudad para que delatarse donde vivían sus compañeros de lucha. Sólo mencionó el billar donde a veces nos reuníamos porque sabía que habíamos dejado de hacerlo. Supimos que no habló porque ninguno de sus compañeros de lucha fue molestado por su culpa. Como era la costumbre en estos esbirros, lo asesinaron y abandonaron su cadáver en una cuneta del pueblo de Tapaste.
En Cienfuegos, el día 5 de septiembre las fuerzas rebeldes habían tomado el control de los diferentes sitios y edificios relevantes en esta ciudad. Esto provocó que una de las estaciones de radio local propagase la noticia de que la ciudad estaba en manos rebeldes, lo cual causó que más ciudadanos salieron a las calles a sumarse a la insurrección. Pero en Santa Clara los brotes insurreccionales fueron reprimidos como había pasado en La Habana, Santiago de Cuba se mantuvo ajena a la rebelión y la Escuela Naval en la Base del Mariel, que estaba supuesta a rebelarse, permaneció tan calmada como las aguas del mar cuando el viento la evade. Sólo Cienfuegos, sólo en esta ciudad las fuerzas rebeldes habían logrado tomar el control de la misma secundadas por un pueblo anhelante de libertad.
Un avión de Reconocimiento de la fuerza aérea fiel a la dictadura empezó a sobrevolar la ciudad, lo que presagiaba un inminente ataque por aviones de combate te dicha Unidad. ¿Serían estos aviones piloteados por los aviadores complotados? La situación no era nítida. La incertidumbre reinaba en la mente de los jefes insurrectos a pesar de todos los triunfos obtenidos.
Alrededor de las 10:00 AM un avión empieza a disparar contra la Base Naval en Cayo Largo. Desde esta base responden con una andanada de tiros lanzados por dos ametralladoras calibre 50 colocadas en las azoteas de la Base Naval. La lucha se intensifica mientras van llegando más aviones de la Fuerza Aérea Nacional. Al mismo tiempo que esto está pasando los refuerzos terrestres que la tiranía había enviado a Cienfuegos estaban por entrar en la ciudad. En tanto, ninguna noticia alentadora sobre los otros frentes insurgentes llegaba a oídos del Mando Rebelde en Cienfuegos.
San Román soñaba con que el levantamiento en Cienfuegos provocaría un estallido revolucionario en el resto de la nación, pero esto no era lo que estaba pasando. Después se supo que Camacho, Pedro Aragonés y otros le plantearon a Dionisio San Román regresar al plan original, tomar las armas obtenidas y alzarse en las montañas del Escambray, pero éste se opuso.
Llegan las tropas leales al dictador. Se entabla un feroz combate por toda la ciudad. El ejército batistiano se ve obligado a retroceder ante la férrea resistencia rebelde en el parque José martí. La lucha se extiende por todos los edificios civiles ocupados por los insurrectos, la base naval, la estación de policía y la marítima. La amplia superioridad en armas, municiones y combatientes, más los bombardeos de los aviones, poco a poco, van doblegando el empeño rebelde y la solidez de su resistencia. A pesar de la heroica resistencia, La ciudad volvería a caer bajo el dominio castrense.
Dionisio San Román había salido en busca de una fragata de la Marina de Guerra esperanzado en encontrar ayuda. Insistió en ir solo en una vetusta fragata de madera que se encontraba frente a Cayo Loco, pensando en hallar otra fragata bien preparada para la guerra. El Contramaestre del barco ayudado por el sargento Arcadio Castillo lo toman prisionero. El comandante de la vetusta fragata de madera, según él cuenta, se había visto obligado a entregarlo a las autoridades leales al dictador. Es torturado sin piedad para que denuncie a sus compañeros de lucha y luego lo desaparecen del mundo de los vivos. Más nunca se supo de él. Sus compañeros en el frustrado levantamiento atestiguaron, en ese entonces, que Dionisio San Román se comportó con total integridad. La falta de noticias sobre lo que sucedió en La Habana era preocupante. La certeza del fracaso llegó en el fragor de la lucha, pero para muchos ya era demasiado tarde para evitarla. Continuaron peleando hasta que la enorme ventaja en el poderío militar favoreció a las fuerzas opresoras. Quizás una victoria insurgente hubiera impedido la radicalización de la Revolución Cubana.
He contado con bastantes detalles lo relacionado con la insurrección del 5 de septiembre de 1957 comparado con otros hechos ocurridos durante la dictadura batistiana, porque en esta ocasión formé parte, sin saberlo, de esta insurrección cuando fui llamado para participar en la toma de la Radio Motorizada. Aunque este hecho nunca se concretó cambió el rumbo que tomó mi vida.
En La Habana, después del fracaso insurreccional, regreso a mi casa y a mi trabajo. En ese entonces yo trabajaba en la oficina del Representante por el Partido Acción Unitaria (PAU) fundado por Batista, Emilio Perché Rivas, quién era un hombre honesto y valiente a pesar de pertenecer a un partido político al cuál yo me oponía vehementemente. Creía que el hecho de trabajar para un Representante por el partido fundado por Batista me ofrecía cierto amparo ante mis actividades revolucionarias contra el propio Batista, pero estaba equivocado. A los pocos días del fallido levantamiento insurreccional, la policía llegó a buscarme a mi casa. Mi madre les dice que estoy en mi trabajo y les indica con quien trabajo, quizás pensando que ese conocimiento atenuaría la muy posible actitud agresiva de los gendarmes. El Representante Perche Rivas insiste en acompañarme y sigue en su propio automóvil al carro patrullero que me llevaba a un precinto policial ubicado en la calle Zulueta, cerca del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Mientras esto está ocurriendo, mi madre, alertada por el Representante Perche Rivas le avisa a mi tío Apolinar Díaz Ramírez (Polo) quién era cabo de la policía nacional y un hombre de intachable reputación Éste se dirige directamente a la estación policiaca donde me llevaban. Los tres coincidiríamos en la oficina del capitán jefe de esa unidad policial.
Como ya hemos mencionado, Hidalgo era el manager del Charlie’s Bar quién había ocultado a José R Funes en el mismo. El sobrino de Hidalgo se había llevado a la Sierra Maestra a Vladimir Rodríguez junto otro militante del Movimiento 26 de Julio de quién no recuerdo su nombre. Este último estando alzado en la Sierra Maestra, se hernia, no sé dónde ni cuán grave pero sí sé que fue enviado al pueblo para atender su molestia. Estando en el pueblo es apresado por la policía y enviado preso a La Habana. En esta ciudad denuncia a Hidalgo, quién es detenido y también menciona que un tal Frank es el jefe. Yo no lo conocía, él me había visto una sola vez de lejos, estando yo en el billar donde a veces nos reuníamos, pero nunca tuve contacto directo con él.
El Representante Perche Rivas y mi tío Polo insisten con vigor en mi inocencia. El capitán, ante la obstinada defensa de mis protectores que sabían a lo que yo estaba expuesto, da la orden de traer a uno de los detenidos que tenían en cautiverio. Al poco rato veo entrar a la oficina del capitán a un guardia sujetando por el brazo derecho la figura de un hombre. Éste caminaba paso a paso, avanzando primero la pierna derecha para después arrastrar la pierna izquierda hasta emparejarla con la pierna adelantada. Su magullado brazo derecho lo tenía doblado sobre el pecho, el izquierdo le colgaba como carente de vida. Su ojo izquierdo era una abultada mancha negra en su cara. Note que su ojo derecho, semi cerrado con ojeras del color de la sangre coagulada, luchaba por mantenerse abierto. Sus inflamados pómulos sobresalían en su cara llena de moretones y su cabeza, inclinada hacia un lado, quizás tratando de encontrar reposo en su hombro derecho, giraba con dificultad hacia adelante buscando mirarme. Horrorizado, contemplé una figura humana física y emocionalmente destrozada. Quería detallar cada parte de su cuerpo para saber qué le habían hecho, quién era, pero no lograba identificarlo. Se acercó más a mí. Sus agrietados labios se movieron. “Perdóname Frank” fue lo único que salió de su boca. Reconocí su voz y ya de cerca su figura. Era Hidalgo.
Mis protectores siguieron insistiendo en mi en mi inocencia alegando que un hombre en esas condiciones diría cualquier cosa por tratar de aligerar su culpa. Quizá el capitán, al estar lidiando con un Representante Provincial y un cabo de la policía, apeló a una paciencia de la cual carecía. Que traigan al otro detenido, ordenó. Unos minutos después trajeron a un hombre sin el más mínimo rastro de maltrato físico. Era el hombre que había bajado de la Sierra Maestra herniado, lo habían detenido en un pueblo cercano a la Sierra y lo habían enviado a La Habana preso como ya he contado. Se notaba que no hubo necesidad de darle siquiera un pellizco para que hablara. Delató a hidalgo y dijo que yo era Frank, el jefe. No se conmovió al ver el estado en que se encontraba Hidalgo. Ratificó su denuncia contra él y me señaló a mí como Frank, el jefe del grupo.
El Representante Perche Rivas y mi tío siguieron insistiendo en mi inocencia. El es Jorge no Frank, decían. Yo digo lo mismo. El capitán mira a mis defensores, después me mira y con una sonrisa semi burlona, señala con un gesto de la cabeza a Hidalgo y dirigiéndose a uno de los guardias le dice: llévatelo y sigue interrogándolo hasta que diga la verdad. Ante el temor que siguieran torturándolo yo salto y digo: no, no se lo lleven, yo soy Frank. Yo soy su jefe. Al instante, los dos guardias que estaban en ese momento en la oficina del capitán avanzaron sobre mí y a empellones y golpes me llevan hasta la celda donde se encontraban los otros detenidos. ¿Qué pasó con el Representante y mi tío? Salieron bien, lograron regresar a sus casas. No pudieron impedir mi detención, pero posiblemente salvaron mi vida.
La cínica actitud del capitán escapó a mi comprensión de lo que realmente él estaba tratando de hacer. Todo fue una comedia. El capitán sabía quién yo era y lo que había que hacer conmigo y le importaba tres pepinos la presencia del Representante y del cabo, aunque siempre supo que la defensa que ellos me hacían era legítima, impulsada por el afecto y el cariño y no porque estuvieran involucrados en la conspiración.
En la celda del precinto policiaco me encontré con Pepín González quién me dijo que un miembro de la logia ajefista había sido detenido. Este joven no pudo soportar las torturas, delatando a Pepín y afirmando que yo era Frank el jefe de ellos. Pepín se mantuvo todo el tiempo denegando esta afirmación. A las pocas horas de estar en estas celdas llegaron los delegados del coronel Carratalá dieijidos por el Sarjento delegado Figueredo para llevarnos a Pepín y a mí a la estación de policía número 10 que se encontraba en la Calzada del Cerro, en el barrio del mismo nombre y cuyos jefes eran un capitán de apellido Lima y el teniente Contreras
En las celdas ubicadas en esta unidad policial, para tomar agua teníamos que treparnos en la taza del inodoro hasta alcanzar el tanque donde estaba esta agua depositada para ser descargada halando una cadena que colgaba del mismo tanque. Al bajar el agua precipitadamente los excrementos, junto al agua en remolino, desaparecían por el hueco de la taza. De este tanque recogíamos con las manos el agua que bebíamos. Cuando nos traían algo de comer teníamos que utilizar nuestras manos para llevar la comida a la boca porque no nos daban cubiertos. Las golpeaduras se repetían con una frecuencia alarmante y sin motivos. Recuerdo que el sargento Figueredo tenía una tableta de madera dura y algo gruesa con una enorme y pesada presilla de hierro que sujetaba las copias de las multas que el propinaba. Al sargento le encantaba golpear con esta tableta la cabeza, los codos y las rodillas de los detenidos. El dolor era intenso. La golpiza no era para que confesáramos algo o por disciplina. Dependía del ánimo del golpeador. Algo que tampoco puedo olvidar de mi estancia en estas celdas del precinto policial fue cuando trajeron a un hombre de apellido Del Cristo y quien había participado en el ataque al cuartel Goicuría. Lo mataron a golpes delante de nosotros. Nos alteramos, pero los fusiles palanqueados, apuntando a nuestras cabezas, impidieron que interviniéramos.
Por gestiones que mi madre hizo con políticos locales incluyendo al propio Emilio Percha Rivas y mi querido tío Polo, a los 12 días de estar detenidos nos enviaron a la cárcel del Castillo del Príncipe donde el trato con los presos políticos era distinto. Estuve en prisión hasta que, el falso presidente de la falsa democracia, Fulgencio Batista decretó una amnistía para los presos políticos como ya he contado.
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