EEUU ME LA PUSO PAPAYA. !DENME LOS 50 MM DE $! YO SE DONDE Y CON QUIEN SE LA PASA MADURO(Eligio Damas)
EEUU me la puso papaya. ¡Denme los 50mm de $! Yo sé dónde y con quién se la pasa Maduro.
Eligio Damas
El Departamento de Justicia de EEUU está ofreciendo, nada más y nada menos que 50 millones de dólares a quién informe donde está el presidente Maduro o mejor cómo hacer para agarrarlo. Una oferta tentadora, para quien sea, más para quien como yo, paso calamidades, como que el aire acondicionado de mi cuarto se me dañó, por lo que he tenido que volver a usar un ventilador que no es lo mismo y, además, por lo menos, desde que lo estoy usando, a mitad de la noche las narices se me alteran y obstruyen. La bomba de agua de mi casa, de mucha utilidad, dada la escasa presión, se dañó y otras dificultades que sería largo enumerar, como el miedo que me da enfermarme y no tener dónde acudir. Estas calamidades, entonces, me ponen a pensar como un soplón, buscar la manera de ganarme esos 50 millones de dólares que me servirían para pasármela de lo mejor, en esta y la otra vida.
En verdad, dada mi vieja militancia política, lo que incluyó un relativo largo e intenso período en la clandestinidad, estoy estructurado mentalmente para no ser soplón. Serlo es, en mi cultura, uno de los procederes más inmorales inherentes a la condición humana. Me formé en la idea que, delatar a alguien, es una de las cosas más asquerosas que uno pudiera hacer. Uno de los dramas o angustias del clandestino, lo sé por experiencia, es ser detenido. Pero no tanto por eso en sí. Es lo de menos e insignificante. Lo angustiante y dramático está en pensar o vivir la experiencia de ser torturado y terminar flaqueando, rendido y por ello delatando a compañeros y entregando planes y recursos. Esto es tan destructivo que, quien esa desagradable experiencia llega a vivir, por lo general termina, en la práctica, renegando de lo que quiso o apartándose, por la honda pena que le acogota, de sus viejos camaradas. Se pierde la moral y muchas cosas más. Ha habido, quienes por eso llegaron a suicidarse. Por supuesto, como en todo, hay excepciones.
Por lo último, me viene a la memoria en este momento, una anécdota trágica y hasta cómica, relacionada con un personaje que vivió esa experiencia. Un ex compañero del MIR, fue detenido y llevado al campamento de Cocollar, cerca de Cumanacoa, en el Estado Sucre. Allí, un abogado que a su vez era agente policial en la Digepol, le torturó salvajemente, tanto que le rasuró la piel de los pies y le puso a caminar sobre un piso cubierto de granos de sal. Le sacó lo que sabía.
Pero eso, lo de “confesar o sapear”, determinado por procederes como ese, desde mi perspectiva no es censurable, pese hay quienes sostienen que sí; juzgan con una moral demasiado rígida. Otra cosa es soltar la lengua y hablar como cotorra sin motivo y volverse cómplice de tu torturador y hasta amigo suyo, una especie como “Síndrome de Estocolmo”.
El excompañero de quien hablo, por supuesto, salvó su vida y hasta consiguió lo liberasen prontamente. En 1973, cuando el MIR retornó a la legalidad, se reincorporó al partido y las autoridades de este, creyeron humano perdonarle, más cuando de allí en adelante la forma de lucha tomaba otro carácter y hacía falta gente.
Pero dado que, aquel gesto pareció quebrar su moral, pienso yo, poco tiempo después, renunció al MIR y se incorporó a AD. Lo que tampoco le censuré, por muchas cosas, como que cada quien tiene derecho a tomar sus decisiones y actuar en función de lo que cree, aparte que ser del MIR, en aquel momento, no era nada sustantivo. Lo censurable y triste es lo que sigue.
Un sábado al mediodía, me acerqué al centro de Barcelona; me llegué hasta una panadería y cafetería, entonces muy concurrida, donde era fácil hallar bastantes de los amigos. Al llegar, encontré uno de ellos, sentado ante una mesa en solitario. Después de los intercambios de saludos, me dijo:
“Menos mal que llegaste, vámonos de aquí para el carajo”, mientras señalaba hacia un negocio similar, ubicado en la cuadra siguiente.
“¿Por qué tenemos que irnos? Le pregunté un poco asombrado por su solicitud y la forma usada, dando muestras de rabia y descontento.
“Pues mira para allá”, dijo eso, mientras señalaba con el dedo y el brazo extendido, hacia donde dos hombres estaban abrazándose.
Miré siguiendo su agitado gesto y no sólo vi lo que ya dije, sino identifiqué al viejo compañero que había sido torturado y recientemente emigrado hacia la militancia adeca. Era él, unos de los dos hombres que se saludaban con un fuerte abrazo.
“Si”, dije, “allí está fulano. ¿Y qué pasa? ¿Creía que tú, como yo, seguías siendo amigo suyo?”
“Si”, me respondió, “hasta ahorita seguía siendo amigo suyo, pues yo como tú, no le censuré por haber hablado, obligado por la tortura, más si lo que dijo, pues poco sabía, no produjo ningún efecto sustantivo. Mi desprecio, pues eso es lo que siento ahora, viene por lo que acaba de hacer”.
“¿Qué sucedió?”, le pregunté con evidente interés y hasta alarmado.
Pues él, antes que llegaras, estaba sentado aquí, en esta mesa, hablando conmigo. Vio venir al hombre con quien ahora habla y desde aquí mismo, al lado mío, sentado allí, le gritó:
“¡Hermano querido! ¿cómo estás?” “Se levantó con prontitud de esa silla y salió corriendo con los brazos extendidos hacia el hombre, mientras decía eso y además compañero del alma. Al llegar frente al hombre, se le tiró en los brazos y allí está feliz”.
“¿Pero eso qué significa?” Pregunté yo como alarmado, pues nada entendía de aquello y menos la causa de su malestar con alguien con quien, como yo, ya lo dije antes, habíamos decidido seguir siendo amigos.
“Pues lo que sucede, para que entiendas mi calentera y te calientes tu también, es bueno que sepas que, ese hombre, es fulano de tal”. Nombró a un conocido abogado en la ciudad, quien había sido jefe de la Digepol, bajo un gobierno adeco.
“Ese hombre”, continuó mi amigo hablando con una rabia descomunal por la que casi lloraba, “es justamente el mismo que lo torturó en Cocollar. Y él está allí, llamándole compañero, amigo del alma y abrazándole. ¡Cuánto debe despreciarlo ese carajo! Mucho más que yo ahora”.
Sin decir más nada, se levantó de la silla, me puso el brazo izquierdo sobre mis espaldas y nos fuimos caminando al otro café. A partir de allí nuestras relaciones con aquel viejo compañero cambiaron, pues todo tiene su límite.
Al viejo compañero, lo torturaron y condicionaron para que se humillase. Es posible no lo sé, sea un comportamiento usual y concurrente.
Pero volviendo a la oferta del Departamento de Justicia de EEUU, de 50 millones de dólares, no es difícil admitir que es tentadora; pero trivial. Tiene un fondo hasta pecaminoso y destinado a engatusar a los suyos. Es, dado que Chevrón, según lo que dicen hoy los medios informativos, ya puso en marcha hacía acá buques tanques a buscar petróleo y, es hasta posible, uno no sabe y no tiene porqué extrañarse, porque Trump va a reunirse con el gobierno chino y hasta con Putin, hay que compensar para que no se desaten las emociones.
Acá adentro, los medios lo resaltan, dentro de la oposición se incrementa la disputa entre los abstencionistas, partidarios que algo estalle, haya una invasión, un viejo y persistente “sueño” y, quienes realistas y acertados, hablan de un acercamiento, diseño de un proyecto diferente. Este cuadro no lo miramos unos pocos, sino bastantes y EEUU también lo mira; pues lo diseña. Pero, ese gobierno, debe cuidar las formas y dejar señales, pese sean engañosas, que no ha dejado en la acera a sus aliados; que se queden esperando es otra cosa, el tiempo es un buen diluyente. EEUU y particularmente Trump, no puede romper bruscamente con sus aliados, debe dejarle la sensación, pase lo que pase en la vida real, que está con ellos hasta la pared de enfrente y esto es coherente con el tremendismo, como ese del Departamento de Justicia de los 50 millones de $.
Y es tan atractiva la oferta que hasta yo me siento tentado y no sólo eso, sucumbiré y entraré en el concurso. Si se quiere es como una tortura. Poner a un hambriento amarrado a un poste, a mirar suculentos platos. Pues uno se imagina con tanto real en la mano.
Amigos fraternales, del alma, del Departamento de Justicia, Maduro se la mantiene en Miraflores y, para más, les daré dos datos para que lo puedan agarrar, más de las veces la pasa con Cilia Flores, otras, de vez en cuando, con Delcy Rodríguez y bastante con Diosdado Cabello. Y si por allí se les escapa, métanle el ojo a Jorge Rodríguez. ¡Se las puse facilita! ¡No me pelo ni de vaina! Mándenme esos reales que los necesito para arreglar mi aire y la bomba de agua.
Les he dado dos datos sustantivos en la lucha clandestina, el juego del ratón y el gato. Pues les he dicho dónde y con quien anda, les hablé de sus espacios y enlaces; entonces, “¡bájense de la mula!”
Y no me llamen soplón.
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