HABLANDO EN MI SOLEDAD DEL ABSURDO DEL MIR DE IRSE A LA GUERRA , A LAS MONTANAS , DONDE NO TENIAMOS A NADIE (Eligio Damas)

Eligio Damas From: damas.eligio@gmail.com To: George Diaz Mon, Jul 14 at 1:34 PM Hablando en mi soledad del absurdo del MIR de irse a la guerra, a las montañas, “donde no teníamos a nadie”. Eligio Damas Nota: Esto que ahora publico, forma parte de mis memorias. Las que, por mi soledad, esa que en buena medida impone la vejez, al limitar los movimientos míos y de mis pocos amigos que aún están vivos, a manera de invertir el tiempo y distraerme, escribo; algo aparte de lo que hago para algunos medios, como por un ritual, obligación o compromiso por mí determinado, a cambio de nada o para mejor decirlo, por prolongar la vida o darle sentido, fundamento a mi vejez. Quizás sirva de algo o haya quien algún valor le dé, dados los tiempos y circunstancias que corren. Tenía mucho fundamento aquello de Francisco José Delgado, “Kotepa”, “Escribe que algo queda”. -------------------------------------- Era un sábado al mediodía, como por hábito, estando en ese momento desocupado, me llegué a la plaza del rectorado de la UCV y como de costumbre, me paré cerca de la escalera que llevaba al segundo piso donde estaba la Federación de Centros Universitarios (FCU), pese sabía ese local cerrado a esas horas. Lo mío fue como quien responde a estímulo inercial, sin tener fines precisos, salvo esperar hallar por allí a alguien con quien pasar el tiempo, como planificar alguna forma de hacer agradable lo que falta por terminar el día. Bueno, eso lo digo yo ahora, dado que, mi memoria, no me permite asegurar si fue otra la causa. Lo que es posible, dado mi rango en el seno del partido MIR en ese momento y las todavía no muy estrictas normas de seguridad. No obstante, bien recuerdo, lo sabía con anticipación, dado mi rol en el partido, y quizás, por eso, me hallaba ese día y hora en aquel espacio o fue como antes dije, un acontecimiento producto de lo azaroso que suele ser la vida en algunas circunstancias. Quizás fui allí a saber los resultados de un debate que estaba dando el llamado Buró Político del partido, la instancia con mayor capacidad de decisión, dada las condiciones de clandestinidad en las cuales ya estábamos inmersos, por las luchas que se daban en la calle y los inicios, particularmente de factores del PCV, de la lucha guerrillera, como era el caso de Douglas Bravo y los suyos en la sierra falconiana. Sin olvidar el efecto ecuménico de la Revolución cubana y las gestiones del gobierno soviético a través del gobierno de la isla antillana. Se estaba decidiendo allí, en aquellas condiciones, dentro de un organismo estrecho, el futuro del partido; su inserción o no en el movimiento guerrillero y, en consecuencia, darle prioridad a esta forma de lucha sobre la legal que veníamos desarrollando en las ciudades. No sólo era cambiar una forma de lucha por otra, la legal, argumentativa, propagandística, dentro del movimiento obrero, estudiantil y todos los espacios, por los derechos y beneficios colectivos, para ganar más adeptos, impulsar cambios, por una que ponía énfasis en la guerra y las armas. Además, implicaba un cambio de roles y espacio. Hasta una dirigencia por otra. Esto último que he dicho, es poco frecuente se mencione cuando se analiza ese asunto, que abordó de manera sencilla diciendo, se sustituyó de manera burocrática, discursiva, un liderazgo por otro. El que tenía contacto con el partido, los partidos, movimientos populares, fue puesto a un lado, hundido en el ostracismo de la clandestinidad, puesto a jugar un rol secundario, por uno en buena medida inventado, que operaría allá lejos, arriba, en la cima de las montañas, en la soledad. El centro de todo, la finalidad primordial sería la guerra, y el espacio de combate, montañas, donde los seres humanos y fundamentalmente la supuesta clase dirigente, la obrera, estaba ausente, como las masas populares, por lo que lo demás, como el partido urbano, su dirigencia y militancia, pasaban a un segundo plano, como ponerse al servicio de aquel proyecto nuevo. Es decir, la lucha de clases se sustituyó por una entre las fuerzas militares del gobierno y una vanguardia heroica que, como en la literatura griega, se volvían dioses con capacidad para conectarse de manera divina con la clase obrera y todos los explotados del país desde la soledad de la montaña. Por mi rol dentro del partido, para aquel momento y mis estrechas relaciones con Moisés Moleiro, quien era el Secretario Nacional de Organización y como tal miembro de ese Buró Político y yo miembro del organismo por él presidido, estaba enterado de la discusión que, ese día, se daría y quizás, ahora bien, no lo recuerdo, por eso me hallaba a esa hora y día en aquel espacio a espera de obtener información de manera inmediata. Lo cierto de todo esto o como resultado de mi presencia azarosa o no en ese espacio y hora, vi venir a Américo Martín, desde la parte de atrás del edificio donde funcionaba el rectorado y el teatro universitario, en la dirección donde yo me hallaba. Sin mediar saludo y menos pregunta alguna, Américo, mirándome, me dijo una frase que nunca se me ha olvidado, “Nos vamos a la guerra, a la lucha guerrillera”, y agregó una frase que antes yo había leído de Ho Chi Min, “y la guerra es larga”. En honor a la verdad y, por respeto a quien fue mi amigo toda la vida, hasta el mismo momento de su muerte, desde que nos conocimos en 1955, más siendo eso que llamamos “parientes”, dado que su segundo apellido era Estaba, el mismo de mis primos hermanos los Damas Estaba, pues como antes he dicho, la madre de Américo fue hermana de la madre de mis primos, tema al cual he hecho alusión en estas mismas memorias en otra oportunidad, en nuestras conversaciones posteriores, él siempre me negó haberme dicho eso. Cuando Américo estaba escribiendo sus memorias, en las cuales me incluyó, por lo menos en los originales en un comentario, en una conversación telefónica le hablé de aquello, me negó la validez de ese recuerdo mío, según su parecer, aquella conversación, nunca se produjo. Desconozco los motivos de esa negativa suya, pudo haber sido una falla de la memoria, una confusión u otra cosa que, para mí, ahora, carece de interés. Lo cierto de todo fue que ese Buró o estrecho organismo partidista, decidió el destino inmediato nuestro, de un universo mucho mayor, donde había muchos que aquello no compartían; optó por darle un nuevo rol al partido, de manera determinante, el destino y orden de su esfuerzo; pero también, como ya dije, mediante una simple decisión de un estrecho organismo, cambiar el liderazgo de nuestra organización. Quienes formábamos la estructura partidista urbana, civil y de masas, distinta a las estructuras “militares” existentes ya en este espacio, pasamos a jugar un rol secundario; hasta fundadores del MIR que veníamos desde AD y, en consecuencia, éramos líderes locales o nacionales, se nos rebajó de rango y se nos puso una poderosa barrera, la ilegalidad para conectarnos con las multitudes y hasta nuestra propia familia, no siendo aquella opción, como lo demostraron los hechos posteriores valedera. La inteligencia, sin saberlo y hasta con la complicidad de ella misma, cedió su poder y pertinencia a los “heroicos guerrilleros”. En muchos casos, personajes como aquel que, cuando ese debate se daba en la informalidad, al margen del partido, en distintos espacios, como en los bancos de la plaza del rectorado de la UCV, solía dar como argumento sustantivo y determinante, ¡Aquí lo único que falta son bolas!” Para él, todo aquel que discrepara de la lucha guerrillera y le diese pertinencia a la lucha entre la multitud, los trabajadores y hacer uso del más mínimo espacio legal, carecía de “bolas”. Entonces había que hacerse uno mismo, una complicada operación como ponernos los testículos dentro del espacio cerebral y el cerebro entre las piernas. Había que pensar con las bolas. Es decir, aquello empezó a operar como un vulgar chantaje. Personajes como ese antes mencionado, terminaron, tal como esperaban, siendo comandantes guerrilleros y altos jefes. Lamentablemente, esa audacia de ellos, “exceso de testículos”, le deparó al mencionado, una muerte temprana que lamenté, lamentó y un heroísmo sin efectos sustantivos en lo personal y en función de sus sueños acorde con la épica, pese dudo, por lo que de él sabía, hubiese leído la literatura griega. A los demás o bastante de ellos, al verse obligados a deponer las armas por el fracaso o la derrota, el destino no les brindó nuevas oportunidades, salvo contadas excepciones, como quienes fueron asumidos como viejos, gloriosos recuerdos y hasta amuletos. Aquella decisión, a todas luces errada, como lo fue el optar por salirse de AD, habiendo allí hondas y amplias contradicciones que hacían posible la fácil derrota de Betancourt y sus planes, pues este carecía del suficiente apoyo en la estructura partidista para controlarle, marcó nuestro destino y próxima derrota. Nuestra salida de AD fue el resultado de un mal manejo de las contradicciones, tal como asumir como contrarios a quienes discrepaban de nosotros por asuntos fundamentalmente de orden táctico, fácilmente manejables, como de la gente de Ramos Jiménez, los miembros del llamado Grupo ARS, apodado así por Betancourt, fundamentándose en la consigna de la agencia de publicidad ARS presidida por Arturo Uslar Pietri y en la cual participaba el amigo de este, el excelente novelista cubano Alejo Carpentier. También al Dr. Prieto, quien sin que nosotros, en la base de AD, siendo yo militante en la Parroquia Altagracia de Caracas y habiendo sido dirigente Juvenil en Cumaná, hacía grandes esfuerzos para acercarse y hasta entenderse con nosotros; por lo que se pasaba toda la semana asistiendo a las asambleas del partido en cada parroquia caraqueña a discutir allí, en la base las diferencias y proponiendo puntos de entendimiento sin que nosotros, insertados en una definición estratégica ajena a la realidad, lo entendiéramos y nos limitamos al facilismo de declararlo como el enemigo principal, mientras él, solía llamarnos, con absoluta pertinencia, “colonias mentales”. En el caso de la opción por la lucha armada, su carácter inapropiado, absolutamente errado, la suelo definir, usando una frase ajena, propia de mi viejo compañero y amigo Rómulo “Romulito” Henríquez Navarrete, quien en uno de nuestros tantos encuentros en la intimidad, ya entrados en la vejez, mientras cocinábamos y compartíamos unos tragos, me dijo, “en las ciudades teníamos todo, un partido poderoso, bien organizado y respaldado; con el apoyo de una buena cantidad de trabajadores, dirigentes sindicales y obreros; enormes masas estudiantiles, tanto en el sector universitario como secundario, en los colegios profesionales y en la calle; y pese eso, nos fuimos adonde no teníamos a nadie; a las montañas. Pues ellas estaban solitarias y los habitantes de los pueblos aledaños, no estaban insertos en el proyecto guerrillero”. Reply, Reply All or Forward

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