(QUE SE NOS FUE CON PEPE MUJICA??QUIEN FUE?!PAZ A SUS RESTOS Y POR LA GLORIA!(Eligio Damas)
¿Qué se nos fue con Pepe Mujica? ¿Quién fue? ¡Paz a sus restos y por la gloria!
Eligio Damas
“La vida está llena de cuentos.
Anoche, casualmente, antes de
disponerme a dormir, terminé
de leer, por segunda vez, “La
muerte y otras sorpresas”, de
Mario Benedetti, también uruguayo.
Ese texto o edición, se abre con una
nota de Antonio Machado, que dice,
algo que me viene a cuento, como
esos cuentos:
“Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía: también
la verdad se inventa”.
Pepe Mujica, acaba de morir. Según, a los 89 años. Es decir, apenas soy un año y unos meses menor que él, somos pues contemporáneos. Voy a hablar de un viejo como yo, de quien mucho hablan, habló y poco, muy poco, me dijo. Tuvo el mérito de percibir que el asunto no era como sus compañeros y, él mismo, al principio creyeron; no por lo joven, sino por otras circunstancias. Pero intentando de corregir, haciendo magia, gimnasia, sobre todo verbal, le pasó aquello de Antonino:
“Antonino fue por vino
quebró el vaso en el camino.
¡Pobre vaso!
¡Pobre vino!
Como dije, en un artículo publicado en el 2010, poco o nada sabía acerca de su existencia y participación en las luchas populares de América Latina, hasta que emergió como candidato del Frente Amplio, envuelto en un historial de combatiente guerrillero, que tuvo la mala fortuna de estar la mayor parte del tiempo detenido y desconectado del mundo, tanto que, en ese largo tiempo, no le permitieron leer nada. Según su odisea, contada en una película, hablaba con una rata y se comunicaba con quienes estaban en las celdas vecinas, rasguñando las paredes, lo que es muy bueno saberlo para entender ciertas cosas.
Tampoco he sabido hasta ahora, lo que pudiera ser por causa de mi poca acuciosidad, si escribió algo abundante o sustantivo, para entender su percepción acerca del movimiento del mundo y particularmente de América Latina y sobre todo su conducta muy elogiada en Uruguay y bastante bien vista y estimada en espacios y demasiado exigentes y hasta por demás estrictos. Pese los políticos de nuestro tiempo y espacio, solían escribir y en abundancia. Si supe, pero sólo a partir de su asunción a la presidencia de Uruguay, de su abundante discurso oral, estudiadamente hermético, dicho así estudiadamente por respeto, construido como para, como solíamos decir en Cumaná, saliese por “la orilla de la boca” y, cada quien con él, se matase a su gusto o lo interpretase a su conveniencia. Cada sector se sentía satisfecho con lo que decía, pues se le podía interpretar a gusto y medida. De manera, que quienes le escuchaban, en medio de la conflictividad habida en las relaciones entre EEUU y América Latina, justo cuando llegó a la presidencia de Uruguay, la confrontación, particularmente con respecto EEUU, no era lo suficientemente cordial, a todos llenaba de satisfacción y por él se sentían interpretados y hasta representados. Nadie, con exactitud, sabía con quién estaba Mujuca. Eran los tiempos, por ejemplo, para no decir más, pues eso es suficiente, del nacimiento del CELAC, con todo lo que esto implicaba. Y sabíamos del rol estadounidense, como haber sido soporte de la dictadura de Stroessner.
Mujica tuvo el mérito, sin duda, hasta envidiable, de haberse ganado el aprecio y cariño de los opuestos más recalcitrantes; logró, la magia de, sí no quedar justo en el medio, si más o menos bien posicionado. Dios no tendrá duda alguna en abrirle con amplitud las puertas del cielo y hasta asignarle un lugar privilegiado.
Es lamentable que uno no sepa lo necesario acerca de la visión estratégica dentro de la conflictividad mundial y específicamente la de América Latina, de Pepe Mujica, habiendo sido, eso sí lo sé, de los militantes y dirigentes de aquellos grupos guerrilleros de la década del sesenta que, en Uruguay, se enfrentaron a la dictadura de Stroessner, una de las tantas hechas y puestas por EEUU y mejor, por el modelo. Los guerrilleros uruguayos, como los nuestros y hasta los de Abimael Guzmán, en el Perú, los de Sendero Luminoso, experimentaron en todo tipo de fantasías y hasta incurrieron en actos “heroicos”, sin sentido ni fundamento.
De lo más sustantivo que uno encuentra acerca de la participación de Mujica en la lucha política uruguaya, está lo relativo a su militancia en grupos guerrilleros, en buena medida, urbanos, lo que es de por sí un discurso práctico, de hecho y uno oral, demasiado habitual, pronunciado por sus simpatizantes y amigos, que los tuvo muchos, hasta más allá donde pocas veces los exguerrilleros los hallaron con premura, acerca de su humildad, vida austera, siempre dentro de lo que en el Uruguay llaman “chacra”, entre nosotros hacienda, chara o quizás “conuco”, lo que no parece pertinente, pues este espacio suele ser muy reducido.
No obstante, por su condición de expresidente, dirigente político de mucho reconocimiento, casado con una dama que también ejerció largo tiempo altos cargos en el gobierno uruguayo, se vio obligado a vivir un poco más adentro, en una discreción exquisita pero inalcanzable, pues han abundado quienes eso no le han permitido; quizás sí, apartados de donde les hubiese gustado vivir; sin duda, el Estado mismo, cuidando su imagen, la del Estado, no tanto la de Mujica, no lo hubiese permitido, dado lo que tanto de él recibió, como también otros. De manera que, según mi parecer, Mujica vivió sus últimos años, lamentablemente, padeciendo los efectos de una seria enfermedad, pero con los cuidados y reconocimientos que, por su rol, se hizo merecedor. Su palabra de conformidad y llamado a la gente a no perder la fe, esperanza, dado que el más allá existe, lo que su discurso puso empeño en exhibir, estaba todos los días en los medios.
Soy ajeno a las visiones extremistas, distantes de la realidad, empezando por aquello disparatado de los actos heroicos, más allá de lo quijotesco. Procuro ser sensato y, mi trabajo, muestra que, no creo en “pajaritas preñadas”, esas que, de un momento a otro, pueden parir un mundo nuevo y celestial, sin necesidad siquiera de poner en el nido un huevito. He dado muestras que discrepé, en muchos casos, de esos discursos o visiones irreales del expresidente Chávez, que lo llevó a un ejercicio diplomático que le hizo el camino más difícil a él y sus sucesores,; procuro no perder el sentido y ritmo de la vida, como olvidar quienes representan nuestra mayor contradicción para crecer y subsistir soberanamente. El imperialismo, entendiendo este como el capital que viaja, va y viene, puede controlar las economías menores, donde se introduce, hasta con gracia, y a sus Estados somete bajo control, sigue siendo nuestro principal problema o contradicción. Allí están las sanciones como prueba. Y advierto, no hablo de nacionalidad. Cada cosa a su tiempo.
Pero lo anterior no es fundamento para creer que uno deba proponerse como meta “asaltar un banco”, volar una estructura; es decir, pretender cambiar el mundo y a nosotros mismos de manera inmediata y hasta violenta, como tampoco con trucos o fantasías de magos.
Soy ajeno a todo eso. Pero también lo soy a lo de entregarse, volverse dócil y adulante para ganar prestigio. Enredarse en un discurso al estilo de los filósofos o poetas demasiados herméticos, que esperan traductores y hasta dan origen a distintas y hasta contradictorias interpretaciones, no es lo pertinente en política, donde la claridad es algo sustantivo, dado que los tropezones pudieran abundar. Que se enrede quien quiere enredarse o enredar para ganar prestigio o sentirse satisfecho. Como los autores de aquellas más de 10 o 15 interpretaciones que he leído de “La Metamorfosis” de Kafka; pues dado el prestigio y reconocimiento del gran checo, cada quien desea que, en su obra, haya dicho lo que le cuadra, conviene o interesa.
No quiero hablar más, sólo de lo tanto que he escrito sobre Pepe Mujica, repondré lo primero, un trabajo del año 2010, una fecha sustantiva en las luchas de América Latina.
Pepe Mujica, "ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario". Preferí el discurso derechista de Piñera al insustancial, evasivo y ampuloso de Mujica
Por: Eligio Damas | Sábado, 07/08/2010
https://www.aporrea.org/ideologia/a105546.html
Entre Carlos Andrés Pérez y Pepe Mujica, presidente uruguayo, al parecer hay pocas cosas en común, porque es obvio que no se puede hablar de nada.
Pero al primero, le fascinaba usar la expresión que titula este trabajo, como recurso evasivo ante cualquier asedio reporteril. El segundo, distrae y se distrae, hablando con lenguaje hermético, hasta esotérico para eludir las confrontaciones.
Cuando Mujica habla, uno no sabe a ciencia cierta si lo hace un jefe de Estado, proveniente de la izquierda que en el pasado reciente asumió, como muchos en América Latina, el iluso sueño de la lucha armada, por aquello audaz de asaltar el cielo, o se trata de intelectual, ensayista, novelista o en fin poeta, haciendo lo que le corresponde, incluyendo el cuidado preciosista de las formas. A veces deja la sensación que hablase con sombras o fantasmas, figuras difusas que le atormentan.
El antecesor de Mujica, Tabaré Vásquez, de quien uno esperaba no un discurso incendiario o extremista, pero lo suficiente firme y elocuente en la denuncia contra las políticas de sojuzgamiento e intromisión externa en los problemas de nuestro continente y, que al propio Uruguay, sometieron a férreas dictaduras, optó por pasar agachado, como se dice en el lenguaje coloquial venezolano, cuando alguien quiere que nadie note su presencia. Prefirió el rol no indiscreto, nada peligroso, pero odioso, de hombres callados frente a la injusticia y los abusos; aquellos que ven y otorgan.
Aquel mandatario uruguayo, casi mantuvo un silencio lapidario frente al proceder del sistema global e individualidades que, en gran medida, han dado motivo a las duras y sacrificadas luchas de la izquierda.
Mujica, líder de un movimiento un tanto insatisfecho con quien en representación del “Frente Amplio” ejercía la presidencia, durante su campaña, sin que nada moralmente aceptable lo obligase a ello, puso empeño en advertir que sus ejecutorias nunca estarían ligadas a las de Chávez, pero sí a las de Lula. Repitió sistemáticamente la misma cantaleta que antes, en El Salvador, había interpretado Mauricio Funes. De esa manera ambos, uno no sabe bien por qué, se prestaron al doble juego sin “querer queriendo”, como dijera “El Chavo”, de descalificar al presidente venezolano y contribuir con la estrategia de distanciar a éste del brasileño y viceversa.
Pero sólo en las oportunidades que entonó esa canción, Pepe Mujica fue claro y categórico. El resto del tiempo se la pasa discurseando al vacío, hablando de manera grandilocuente, sin objetivo definido. Su oratoria a ciencia cierta no se sabe a quién está dirigida. Es un ejercicio cuya intencionalidad pareciera estar fundada en aquello que decían en mi pueblo “cáigale a quien le caiga” o “quien quiera se la tome para él”; como en la vieja canción de Billo Fròmeta, Mujica dirá “yo sólo digo lo que sé” o lo que me conviene, agregaría uno.
En la oportunidad de asumir la presidencia de Uruguay, en ese estilo en desuso de hablar para no comprometerse y que cada quien le interprete como le venga en gana, cual si estuviese escribiendo poesía inescrutable, en un mundo tan definido y en el cual él mismo, en el pasado, estuvo definido, habló del colaboracionismo de clases para el diseño de políticas para su país, pero lo hizo diciendo evasivamente que “unos tienen las tuercas y otros los tornillos”. Estudiadamente pasó por alto advertir quién o quiénes tendrían el control de las llaves.
Es una permanente actitud y estilo oratorio de dárselas de vivo, demasiado inteligente y hasta culto, que no se aviene, aunque crea lo contrario, con los intereses que se pensó representaba el presidente de la banda oriental.
Ahora mismo, en la reunión de Mercosur, se lanzó con una perorata insustancial, con la boca siempre llena de palabras escogidas y frases reelaboradas, de hablar mucho sin decir nada y de paso esperando el aplauso entusiasta de los escuchas.
Premiado por una sonrisa de satisfacción y hasta triunfalista de Sebastián Piñera, presidente de Chile y expresión de la ultraderecha latinoamericana, se lamentó que hubiesen unos “apresurados cuando hemos avanzado mucho”, en aparente alusión al presidente Chávez o a Evo Morales, quien criticó el modelo capitalista y denunció su ineficacia en nuestro continente.
Piñera, llegado su turno fue coherente y nada evasivo. Llamó que imitásemos a la vieja Europa de la postguerra, es decir reconstruir el capitalismo, sólo que, aparte de lo que dijo Evo, olvidó que los gringos no nos ofrecen un plan Marshall. Pero preferí su discurso al insustancial y ampuloso de Pepe Mujica.
Comentarios
Publicar un comentario