HISTORIA DE CUENTISTAS. COMO QUE LOS GUERREROS ORIENTALES "POR BRUTOS", ADVERSABAN A BOLIVAR" (Eligio Damas)

Historia de cuentistas, como que los guerreros orientales “por brutos”, adversaban a Bolívar” Eligio Damas El gobierno ha anunciado su disposición a privatizar 350 empresas. Tal anuncio, para quien esto escribe, no es sólo una referencia cuantitativa y hasta un reconocimiento que no le ha ido muy bien en el manejo de ellas, sino también una demostración de haber reconocido que hubo un proceder impertinente, pues se asumió un compromiso en función de un diagnóstico y planes inadecuados. Y sin duda, la toma de tal decisión, está sustentada en cifras. Es decir, detrás de eso hay muchas cosas, que en este caso el historiador, debe saber leer, como que hay una revisión de un comportamiento inadecuado y en eso pudiera haber pertinencia. Pues si algo es significativo y valioso, es reconocer las equivocaciones y la disposición a corregir. Y reconocer esto, es pertinente, sin importar quienes y que, esté en medio de lo acontecido. Detrás de muchas decisiones, hay factores ocultos que es necesario descubrir. Es obvio que, planes del gobierno, concebidos años atrás, desde los tiempos de Chávez, no funcionaron bien, no se correspondieron con determinados procedimientos y ahora se intenta hacer correcciones y esto no es malo. Malo es mantener la situación tal como está, causándole al Estado y a la población, daños por la pérdida que eso significó, significa y negación de la posibilidad que tales recursos sean manejados de otra manera; como la simple privatización o en ensayos de colectivización bien planificados que, dado las limitaciones, bien pudieran emprenderse. Hay una escuela, por demás muy concurrida, para quien y quienes, escribir la historia, es una tarea de una narrativa ortodoxa. Una por cierto muy lineal, rígida, como si quien escribe transitase por un estrecho túnel, nada de aquello de “hacer gimnasia para aprender a escribir”, como dijo García Márquez, refiriéndose a sus trabajos iniciales en narrativa. Pero en caso de ciertos “historiadores”, el ejercicio consiste en repetir lo que otros han dicho o hallan en algún documento poco conocido o antes desconocido y hasta, como por un ritual u obligación académica, se citan autores, lo que se interpreta como verdadera, sin tomar en cuenta que quien fue citado, lejos estuvo de la verdad, pues prevaleció su interés, compromiso y hasta limitaciones. Cuando aludimos a lo de no hacer gimnasia, nos referimos a quienes no se “aventuran” a dar respuestas personales, derivadas de sus investigaciones e interpretaciones. Porque la preocupación por la ciencia histórica, obliga a hacer precisiones, aportes, originalidad para el enriquecimiento. Lo otro es como copiarse, en un examen escrito, valiéndose de alguna artimaña, las respuestas del compañero más cercano. Para muchos escribir historia, sería un contar, un echar cuentos, hablando de lo sucedido, sin alucinaciones y menos fantasía, lo que no está mal, para mantenerse alejado de lo novelístico, pero sí tal como se mira el transcurrir de la vida, quizás hasta con detalles, pero sin ahondar en ella y menos descubrir lo sustantivo que hay detrás de cada acontecer y el motor que cada cosa mueve. Es decir, nada de ahondar en el porqué de las cosas y las relaciones que un asunto pudiera tener con otro, más si en lo inmediato no parecen o se perciben conectados. Sería como un ejercer el periodismo en el presente, pero viviendo del pasado. “los misterios”, lo aparentemente oculto, lo subterráneo, no cuentan y menos lo que acontece allá lejos que, ahora el modelo, con sus recursos tecnológicos, no sólo descubre misterios, sino que tumba cercas y acorta las distancias. Como que los capitales, el dinero viajan lejos, ocultos, hasta en las bodegas que son las simples transacciones financieras y hasta regresan tras una máscara. Es la misma manía de confundir historia con crónica o asumir esta como una historia pequeña, minúscula, obviando que, en ella la creatividad, la invención y el lenguaje gimnástico tienen cabida. Es esa una vieja concepción y escuela, como que la historia es narrar lo pasado tal como se le cree haber visto o tal como dicen los documentos que se manejan y hasta las fuentes orales; detrás de eso no hay más nada y menos qué buscar. Y todo es como azaroso, el hombre nómada lo es porque así es, lo hicieron y hasta le gusta, no está asociado a otra cosa. Su conducta la dictaminó una fuerza divina y hasta allí llega eso, no hay más explicaciones. Por supuesto, ese historiador narraría lo que cree o desea haya sucedido y convenga a quienes a él también interese, quizás a la Academia o los poderes, para lo que sólo necesitaría citar a los autores que crea conveniente y dejar constancia de sus citas. Las solas citas se convierten en pruebas incuestionables y por ende de obligatoria aceptación como pruebas. Por cierto, la lectura de un documento, emitido por la cancillería, me incitó a hablar de un asunto de mi muy particular interés. En ese documento se habla de Bolívar “antimperialista”, lo que me parece desacertado, pues no se puede estar en desacuerdo, en contra o ser “anti”, de algo que no existe. Si nos acogemos a Lenin, el primero en usar ese calificativo, el término se refiere a una etapa posterior al mercantilismo, la de Bolívar y la guerra de independencia, caracterizada por la exportación de capitales y no la simple apropiación de materias primas y exportación de mercancías terminadas. Por eso el escritor cubano, Francisco Pividal, optó por hablar del Bolívar “precursor del antiimperialismo”, calificativo que tampoco me parece acertado, pero, por es menos impertinente que el documento de la cancillería. Y hago esta cita, por lo que implica escribir de historia. Ahora mismo, he escuchado a un reconocido filósofo, sostener que los antiguos imperios, como el Macedónico de Alejandro Magno y otros más, niegan la validez de otorgarle a Lenin, el haber definido la categoría de imperialismo. Cree que el dominio territorial de espacios ajenos, las transacciones mercantiles y hasta el uso del dinero, es suficiente para eso. Es su opinión, muy respetable, pero él, el filósofo y no historiador, no maneja las categorías económicas. Por lo que la palabra imperio, al margen de las precisiones, formalidades y hasta procederes, como la conducta del capital exportable, no entran en sus espacios. La historia, para mucha gente, sería como una biografía social donde se habla y narra lo acontecido, pero nada de lo que esto determinó. Los secretos o vínculos invisibles, no cuentan, pues están en otro espacio o archivo. Está prohibido o no permitido al historiador, mirar más allá de lo que está a simple vista y ligado estrechamente con lo que se cuenta, pues no aparece en los documentos que eso confiese. La historia es una cosa lineal muy concreta, donde los asuntos todos acontecen en perfecta relación sin ninguna y hasta nada indiscreta relación. Como que la segunda guerra mundial, nada o ningún efecto tuvo con el acontecer venezolano y antes, la existencia de los puertos de Cumaná y Margarita nada tuvieron que ver con los rasgos de la guerra de independencia y la importancia de los generales orientales encabezados por Mariño y la rivalidad entre estos y los caraqueños liderados por Bolívar en 1812 y 1813. Y si se quiere, hasta con el fusilamiento de Piar. Por esto, muchos historiadores se conforman con explicar las discrepancias, diferencias entre Bolívar y los jefes orientales, exhibiendo a estos como unos traidores o discrepantes por el sólo deseo de serlo. En esos menesteres, los historiadores se repiten unos a otros, para no decir, se copian o reproducen. Entonces lo original, estaría en la forma de narrar. La que tampoco alcanza la sutileza y hasta riqueza de la literatura, donde es el escritor quien tiene la libertad de imaginar y contar, aún usando la ficción, fantasía, poesía y hasta lentas curvas de esos excepcionales lanzadores, como aquel recurso de la bola que perdía sustancial velocidad y curveaba al momento de entrar en la zona de bateo. Por eso suelo decir que, la "Venezuela Heroica", de Eduardo Blanco, obra llena de mucha poesía romántica y épica, no es propiamente un libro de historia sino de lo que hemos dicho, un libro lleno de crónicas escritas con excepcional belleza literaria. Lo anterior y último, me lleva a un momento inolvidable de mi vida de estudiante de cuarto año de bachillerato, siendo alumno de Historia de Venezuela de la profesora Fermina Álvarez, cumanesa como yo y egresada del antiguo Pedagógico de Caracas, el mismo donde se graduó mi compañera de la toda la vida, y fue objeto de estudio, como un “tema”, como se decía entonces, la obra de Eduardo Blanco, tanto que tuvimos como tarea previa, asignada por la docente, leer buena parte de “Venezuela Heroica”. Tarea esa u objetivo que debió estar inserto en el programa de literatura, en el espacio del romanticismo, pues la obra de Blanco, no es propiamente un texto de historia, sino como ya dije, un poco de esta y más que toda uno impregnado de la narrativa romántica y la crónica. Tanto que, el gran valor del trabajo citado, es su estilo narrativo y la exaltación poética de los acontecimientos y particularmente de nuestros héroes, donde la influencia del romanticismo y la literatura épica es demasiado marcada. Quien lea esa obra, con el interés que pudiera tener un militar, para estudiar objetivos relacionados con la guerra, táctica y estrategia, manejo de los recursos, infantería, caballería y armamento de poder especial como cañones, no encontrará nada que le sea útil y tampoco aquel que busque entender la guerra misma, sus motivos y objetivos. Allí, aparte de algunas informaciones de lo acontecido en cada episodio narrado, unas verdaderas, otras imaginadas por el escritor para embellecer su trabajo literario, no hay nada de largo alcance y profundidad, dicho esto, pensando en la función del historiador y de los estudiantes de historia. Tanto que, recomiendo leerla; hacerlo es un placer, dada su agilidad y riqueza narrativa, Al momento de evaluar el trabajo asignado a cada uno de nosotros, a partir de aquella obra y particularmente cuando me tocó presentar el mío, lo hice en el mismo estilo de Blanco, prestándole poco interés al acontecimiento histórico en el cual él se fundamentó y a mí me tocó trabajar, resaltando los valores poéticos de los estilos antes nombrados y haciendo uso de ellos. Al leer lo por mi escrito, dado se esperaba hablase de lo acontecido, lo que sirvió de fundamento a Blanco, resumir lo que él contó y dedicarme a resaltar lo relativo al estilo literario y el manejo del lenguaje, hasta tomando muestras o haciendo citas de algunas de las oraciones poéticas por él construidas, fui objeto de burla de casi todos mis compañeros que escucharon mi lectura. Sólo la profesora Fermina Álvarez, le dio valor a lo que hice, me felicitó y calificó de buena manera. Más tarde, entendí sin que nadie me lo dijese que, tomar a Eduardo Blanco, como un historiador, es inadecuado, fue más bien un narrador, poeta, prendado del estilo romántico y el lenguaje de la épica. En estos días he visto muchos trabajos que, a mi móvil me llegan, sobre todo del sector oficial, que ponen énfasis en exaltar acontecimientos, particularmente de guerra, un poco al estilo de Eduardo Blanco, por supuesto sin llegar a la altura y menos a la brillantez de este, donde parece prevalecer la idea que, los hechos guerreros, que no son sino suma para cambios y acontecimientos sustantivos, es lo fundamental y lo digno de resaltar. Es la misma anquilosada idea que, pese esto prevalece, del romanticismo, lo heroico y vanguardista. La misma que impone la idea que lo digno de resaltar y tomar como historia, es el acto heroico de una vanguardia y hasta un individuo. A la gente, los Estados, les encanta resaltar más que a los acontecimientos, bien sean triunfos o derrotas, es a los hombres inmersos en ello. Sobre todo, a quienes salieron gananciosos. Por algo siempre se usó una expresión, según la cual, “la historia la escriben los ¿vencedores”. Para mí, el historiador carupanero, Bernardo Tavera Acosta, es muy importante, pues él puso énfasis en la historia regional, en lo particular la de oriente, pues habiendo sido triunfadores los habitantes, militares, aprovechadores de los recursos del Estado, de Caracas y sus alrededores, no sólo modelaron el país a su gusto, sino que cuentan la historia, con visión caraqueña. Tal que, a manera de crítica dijo que mientras los historiadores, la campaña de Bolívar de 1812 la llamaron “Admirable”, la de los orientales que, llegó a liberar todo oriente y parte del centro y sirvió para que los caraqueños se refugiasen en 1814 en nuestro espacio, cuando aquello de la “Emigración a Oriente", le pusieron el triste nombre de “Invasión de Chacachacare”. El movimiento social en su conjunto, los cambios que demandaron esos hechos de segundo orden, no aparecen. Un ejemplo que suelo citar, por ser demasiado evidente, es la batalla de Urica. Cuando se habla de la batalla de Urica, lo que se destaca es la muerte de Boves, asunto al cual se le da poca significación, como si allí sólo murió un hombre, además malo o terrorífico y, particularmente, un odiado general español; una narrativa de paso mal contada, pero esto, es “harina de otro costal”. Y quienes han estudiado un poco más el tema, el tocado anteriormente, destacan la acción de aquel cuerpo creado por José Tadeo Monagas, el cuerpo “Rompe Líneas”, una fuerza de caballería que se insertaba en dos filas distantes una de la otra, dentro del ejército enemigo, atacando directamente lo que enfrentaban y regresando después de llegar a cierto límite o profundidad. Uno de esos ataques, que llegó hasta el centro del ejército de Boves, halló a este y se dice que fue Pedro Zaraza, quien, atravesó con su lanza al asturiano y le dio muerte. Y allí parece terminar todo, nada tuvo que ver con lo sucedido posteriormente. Pero, cuando hablo de ese tema, la batalla de Urica y el cuerpo “Rompe Líneas”, en el año 1814, suelo decir que, en ese momento o a partir de aquel acontecimiento, la muerte de quien Germán Carrera Damas, llamó el primer caudillo popular venezolano, juicio que comparto plenamente, también pereció el liderazgo mantuano, de los generales como el “Marqués del Toro” y aparecieron Páez, Piar y tomaron mayor importancia los generales orientales, como Mariño, Bermúdez, Monagas; quienes lograron poner a su lado a las masas de oprimidas por los mantuanos, como los inconformes campesinos despojados por la constitución de 1811, una que fue una resolución en favor de los propietarios de tierras y esclavos y, en consecuencia contra las mayorías, que dio más fuerza al ejército español y fundamentó el liderazgo de Boves. General este que logró atraer a esos inconformes, los despojados de las tierras y del uso de muchos recursos como el ganado y todo animal de caza por aquella constitución. Temas que, en la historia tradicional, están como dentro de un envase metálico, bien tapado y el historiador y estudiante de historia desconocen y el pote lo miran y, por lo hermético y difícil de destapar, lo ignoran. Pues eso que llamo la historia o el historiador tradicional, solo cuentan lo que se ve por fuera y las gestas de los héroes. Como que, aquellos reunieron el llamado “Congresillo”, ya el término es descalificante, de Cariaco, fueron unos simples traidores y con eso todo se explica y se pasa por alto todo lo que dio origen a aquellas discrepancias inevitables y lógicas. Hoy quienes hacen de analistas políticos, solo miran hacia un lado, todo se explica en las inconsecuencias y todos los males posibles generados allá, donde está su contrario; el otro, en el cual convive y hasta le gustaría saliese ganancioso, nada tiene que ver con lo acontecido, aunque esto se derive de los errores cometidos en este, su lado. El trabajo del historiador, es buscar explicaciones, respuestas a lo acontecido y lo que otros se han limitado a contar; lo que implica algo novedoso y permitirle, a quienes actúan en la vida, usar lo acontecido en el pasado de fundamento para abordar el presente. Las narraciones de hechos acontecidos con anterioridad, sin explicar los reales motivos de ellos, en veces hasta ocultados deliberadamente en documentos oficiales emitidos para ese triste fin, establecer un orden, castigar una acción o desplegar un plan o proyecto, no son suficientes. Hace falta hallar, indagando la en los tiempos y espacios que se abordan, las causas globales y reales de aquellos efectos. No es sólo narrar y hasta repetir lo que otros historiadores antes dijeron. Hay buenos historiadores, entre los estructuralistas, que dedicaron y dedican su esfuerzo, trabajo a indagar detalles sustantivos en la estructura económica y aportan cifras significativas, como, por ejemplo, sobre las cifras de importación y exportación de los puertos de Cumana, La Guaira y hasta Maracaibo en los tiempos coloniales. Y esas, no son cifras mudas, datos fríos, sino que sirven al historiador para hallar explicación a acontecimientos sustantivos que se produjeron en aquellos espacios y momentos. Los mismos que nos hablan acerca de la cuantificación de la mano de obra esclava, semi esclava, feudal y hasta libre y de cifras acerca de la repetición de la tierra, en donde, en el caso Venezuela, se explica el caudillismo y el fenómeno Boves, no en simplezas y hasta fantasías. Responder Reenviar Añadir reacción

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