DE LAS ANGUSTIAS DE GUSTAVO PETRO CON SU CANCILLER MURILLO. NO TE METAS PARA QUE NO APAREZCAS"( Eligio Damas)

De las angustias de Gustavo Petro con su canciller Murillo. “No te metas para que no aparezcas” Eligio Damas Suelo usar y bastante, de donde por lo de bastante, eso de “suelo”, después de escribirlo, me dejó inconforme, pero la flojera no me dio libertad ni fuerza para borrar esa palabra, una expresión coloquial que, en el entorno de mi niñez y adolescencia, era de uso frecuente. Me refiero a aquello de “no te metas para que no aparezcas”. Era un llamado a no entrometerse en asuntos que no eran de la competencia y menos del interés de uno. Pero también, o quizás esa interpretación se la di yo, pues por circunstancias como la que ahora me ocupa, suelo usarla, implica advertir a quien se le tiene afecto, respeto y a uno mismo, a no asumir responsabilidades y compromisos que no se podrán cumplir en la medida menos deseable siquiera. No ofrezcas lo que no podrás dar y menos generes vanas ilusiones. Terminarás desprestigiado; además, si tu prédica y oferta era sincera, al final, te sentirás decepcionado, frustrado e insatisfecho contigo mismo y por eso culpable de haber y haberte engañado. Asumir el gobierno con un compromiso, programa y hasta avalado por un historial noble de luchas, que de hecho crea determinadas expectativas, sabiendo que, por el poder de las clases dominantes a lo interno, externo y, en consecuencia, la conducta inercial del Estado, dominado y determinado por aquellas, es un riesgo y hasta atrevimiento que las circunstancias parecen advertirlo en demasía. Entonces, si uno asume ese reto, en esas condiciones, debe dejar claro que, el cuadro, lleno de calamidades, para lo que se representa desde antes, las expectativas que de uno tiene la gente, no permitirá cumplir con las esperanzas que pudiesen forjarse las multitudes o los electores. Pues, pudiera uno terminar generando la imagen de mentiroso, demagogo e inconsecuente. Por esto, uno o yo, bastante digo, “no te metas para que no aparezcas”. Si yo fuese candidato, les dijese a mis electores, cuenten con mi buena fe y estén seguro que trataré de hacerlo de lo mejor, pero no esperen todo lo que ustedes y yo deseamos, porque una cosa son nuestros deseos y otra lo que el poder fáctico determina y, entre nosotros, él está del otro lado. Petro, tiene un largo historial en las luchas de la política colombiana. Perteneció al movimiento guerrillero M-19, surgido de las filas de jóvenes partidarios de la candidatura del general Rojas Pinilla, a quien supuestamente, los partidarios de Misael Pastrana, en las elecciones de 1970, le habían hecho fraude. Rojas Pinilla, ejerció el poder entre 1953 y 1957, como dictador, como resultado de un golpe de Estado. De ese espacio o universo de la vida política colombiana, surgió Gustavo Petro, pero en beneficio suyo, diré que Gabriel García Márquez, en sus memorias o “Vivir para contarla”, dejó una breve nota en la que manifiesta su simpatía por Rojas Pinilla y contrariedad ante los resultados electorales o el fraude. Es decir, Petro y el Gabo, coincidieron, sólo que éste continuó su vida de escritor, pues eso era lo que le interesaba sobremanera, la política poco le atraía, pues a lo largo del texto al cual hice mención lo deja muy claro y Petro asumió la vida de modo diferente. Por esto y por lo que el Gabo representa, Petro en un acto derivado de la presentación de la serie puesta en Netflix, sobre “Cien años de Soledad”, llama, al excelente novelista, “el colombiano referente universal”. Pero Petro vivió una experiencia sustantiva. Aparte de haber sido miembro, creo que, en dos períodos, del congreso colombiano, fue también alcalde de la ciudad de Bogotá. Y, “posiblemente”, uso esta palabra, como convencional, de manera estudiada, ahora sin flojera, en ese cargo “pudo” haber aprendido que, “una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea”. Es decir que, llegado al “manejo del Estado”, concepto dudoso, porque pareciera pertinente decir, “llegado a presidente y entonces a ser manejado por el Estado”, Petro, advertido por sus roles anteriores en el congreso y alcaldía, estaba consciente del papel que pasaría a desempeñar, más teniendo a Venezuela de vecino y habiendo en ella un gobierno en conflicto con EEUU, más por su riqueza petrolera que por la “democracia”, como suelen decir falsamente desde la Casa Blanca. Y, entonces, el objetivo estratégico de EEUU, que no es la “democracia”, puesto en desafío infantil en Venezuela, donde ha habido una oposición consustanciada por demás, en el espíritu “libertario y justo” de los demócratas y republicanos que, alternándose, manejan el coroto, “baten el cobre” en la Casa Blanca y siguen aspirando a controlar al mundo, pese las amenazas de la multipolaridad, llevó a una práctica injerencista deleznable ante este país nuestro. Hay quienes sobrevaloran, por sus impertinencias, a Trump, tanto como atribuirle muy personalmente sus propósitos, ignorando que, detrás de eso, hay una fuerza interesada, trascendente, por el dominio mundial; poder que lo respalda y le maneja; él, simplemente lo representa y, quizás parezca, el más atrevido y audaz al liderarlo. Pese esa experiencia y lo determinante de los poderes nada “ocultos”, Petro “se encasquetó o le encasquetaron”, un canciller cuyo historial lo vincula mucho a la derecha colombiana y los intereses de Estados Unidos, donde se refugió después de haber sido acusado de irregularidades administrativas siendo gobernador del Chocó y desempeñó cargos que demuestran el grado de ese, su compromiso, desde antes. El canciller de Petro, quien según una narrativa como muy convencional, “renunció al cargo”, dio demasiadas muestras, no sólo de desacuerdos, desavenencias o contradicciones con el gobierno de Venezuela, sino de rechazo por la venezolanidad y hasta también abundantes de querer imponer, desde su rol, un carácter distinto, a las relaciones que el presidente colombiano, por sus viejas aspiraciones, debía manejar con su vecino, hermano por la historia y el bolivarianismo, particularmente en la relativo a la soberanía y no a la injerencia, menos de una potencia extranjera. El excanciller Murillo, pese su arrogancia, al tratarse de nosotros, el país de un pueblo pasando dificultades, en gran medida por las sanciones, pues fueron aplicadas para generar malestar y con fines de todos conocidos, tendía a mostrarse demasiado condescendiente, simpático y servicial ante EEUU. En sus abundantes declaraciones y toma de posiciones ante el gobierno de Venezuela, jamás aludió al tema de las sanciones y la intromisión de EEUU en los asuntos de este país. En mi particular percepción, en la conducta de Murillo, siempre creí hallar diferencias con las de Petro. Tenía Murillo un estilo y forma de manejar las relaciones con Venezuela, no inherente a un vecino, hermano y hasta con viejas afinidades, pero con diferencias y actitud crítica saludable, sino el inherente a un enemigo declarado. De donde no es insensato pensar que, a Petro, alguien poderoso, “le impuso” ese Canciller, con el deliberado propósito de distanciarle, no de Maduro, sino de Venezuela sino también de todos aquellos que sienten el deber y derecho a reclamar contra las sanciones y todo intento de injerencia extranjera, aspiración inherente a todos los pueblos y naciones del mundo, empezando por los de América Latina. Llegado aquí, pregunto, ¿quién o a nombre, interés de quién, le impusieron ese Canciller a Petro? ¿Cómo es posible que el actual presidente colombiano, pese sus orígenes, historial, haya puesto en un cargo tan vital, sensible, estando de por medio Venezuela, el vecino y hermano, haya escogido de canciller a un personaje con el historial de Murillo y por un tiempo lo haya dejado mostrar su odio y servilismo? Yo entiendo muy bien que Petro no haya hecho mención a las bases militares de EEUU en territorio colombiano, pese la mentira que existen para combatir las drogas, en un país y etapa, cuando el contrabando de ellas y particularmente dirigido al mercado de aquél, aumenta cada día, pues cuesta quitárselas de encima, dado el verdadero fin de ellas, que no es otro que asegurarse el control del espacio sur americano ante una eventual o estratégica circunstancia, contraria a la posición nacionalista y anti injerencista suya, pero no que haya puesto a Murillo en ese cargo de tanta importancia y delicadeza, siendo ese personaje por demás agresivo, impertinente, soberbio, provocador y dentro del modelo que cualquiera pudiera calificar de servil o agente externo muy diligente. Según una nota que he leído en El País, “los expresidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos se comunicaron con viejos conocidos para que las sanciones no llegaran a imponerse”, se refiere a las amenazas de Trump a aplicar nuevos aranceles a Colombia, porque el gobierno de Petro no aceptó recibir deportados en condiciones infamantes. La élite colombiana, enemiga de Petro, le salvó porque las sanciones llegarían a ella. Una demostración de dónde está el poder y, por cierto, un mensaje a la élite de Venezuela, específicamente a la que apoya las sanciones y pide que se aumenten. Aunque en Venezuela, en su mayoría, los grupos empresariales, terminaron rechazando las sanciones, porque les afectan y no sirvieron para los fines que se implementaron. Lo mismo que hizo reaccionar a gente como los expresidentes colombianos antes mencionados. Alentado por ese, como inesperado respaldo, pero dado por el costo que para ellos significa, Petro se atrevió a decir : “No nos dominarás nunca. Se opone el guerrero que cabalgaba nuestras tierras, gritando libertad y que se llama Bolívar”. Porque “tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe”. Este cuadro o drama, sin hablar de cómo Trump, pese las “buenas intenciones” de Murillo y las vacilaciones de Petro, en lo relativo a Venezuela y el comportamiento de EEUU, en el tratamiento irrespetuoso ahora, en su reciente entrada a la Casa Blanca, a los nacionales colombianos viviendo allá irregularmente, revela que, aunque a uno no lo ponga una poderosa casta en el poder, sino que llegue como de contrabando, por otras vías, aquellas, las mismas de los poderosos, la clase poderosa, seguirá manteniendo el control, porque el Estado, es una bestia irracional, que se mueve por inercia. Es el Estado un robot programado, un caballo mecánico, que trae su fuerza y rumbo y, si uno no tiene los medios necesarios para jinetear de manera pertinente, así como David, sabiéndose diestro en el manejo de la honda, estaba seguro que podía derrotar a Goliat desde lejos y sin que siquiera éste le rozase, es mejor “no meterse para no aparecer”. Responder Reenviar Añadir reacción

Comentarios

Entradas más populares de este blog

HABLEMOS DE NUESTRA HISTORIA(Eligio Damas)

QUE DICTADURA PERMITE 3 GOBERNADORES ELEGIDOS QUE SON CONTRARIOS AL PARTIDO DE GOBIERNO ENTRE ELLOS EL MAS GRANDE Y RICO DE VENEZUELA? (A OTRO CON ESE CUENTO) (FRANK D.)')

EL FASCISMO SOBREVUELA ARGENTINA(Hedelberto Lopez Blanch)