KOTEPA DELGADO (Eligio Damas)
Escribe que algo queda."
Kotepa Delgado
Hablar de este tema, no sólo interesa por la historia o simple cuento; por recordar algo acontecido, anecdótico, digno de repetirlo en cualquier conversación para distraer, fingir de ilustrado o por lo menos informado, sino porque es una rica fuente para el aprendizaje. Pues, errores como los que aquí se comentan, se siguen cometiendo y porque la historia, no es sólo para recordarla, echar cuentos, sino también para aprender de ella. Y por un poco de aquello de “guerra avisada no mata soldado”, pero sigue matándolos, porque pese lo acontecido, la historia se olvida, obvia por el interés de los tercos, demasiado interesados o ignorantes. El humano, se dice, es el único ser vivo capaz de caer dos veces en el mismo hueco.
En el seno de AD, desde la vuelta a la legalidad, el regreso de Betancourt y toda la dirigencia exiliada, empezando por Domingo Alberto Rangel, las contradicciones de siempre y particularmente las emergidas a raíz de aquello como ecuménico que fue la actuación, liderazgo y herencia de Leonardo Ruiz Pineda, no sólo se pusieron de manifiesto, sino que, muchas de ellas, poco sustantivas, fueron asumidas como insalvables.
Desde el principio se definieron varios grupos que, por serlo, se reunían aparte y diseñaban sus políticas a asumir dentro del partido, frente a los otros. El primero de aquellos grupos, era el encabezado por Betancourt y toda la dirigencia que había liderado en el exterior a través de diferentes mecanismos; en este estaban además de Leoni y la gente del Buró Sindical. Sería bueno que, quien esto lea, busque un libro titulado “El libro rojo del General Eleazar López Contreras”, el cual, si mal no recuerdo, fue reeditado, después de caído Pérez Jiménez, por José Agustín Catalá, pues en él, hay abundantes documentos epistolares entre Betancourt y sus más cercanos, que sirven para forjarse una idea, de las relaciones entre ellos, donde aquél ejercía un marcado liderazgo, por lo que, en sus comunicaciones, solía ordenar a quienes se dirigía, sin pedirles opiniones, lo que debían hacer. El libro del cual hablamos, fue publicado originalmente en los tiempos de López Contreras y se dice que, su edición, se debió al servicio secreto de los Estados Unidos, cuerpo que fue también el encargado de recoger las tantas cartas que allí aparecen. La veracidad de las mismas nunca fueron cuestionadas por quienes fueron sus autores, pese caído Pérez Jiménez, casi todos ellos, salvo contadas excepciones, como Balmore Rodríguez, para esa época, 1958-59 , estaban vivos y actuando como dirigentes políticos.
Además, el contenido de las cartas, usado por el gobierno de López Contreras y el servicio secreto de EEUU, estaba destinado a un público determinado, con la idea que, quienes se oponían al gobierno que sustituyó a Gómez, una vez muerto éste, eran todos comunistas. Una idea o imagen que todavía prevalece, la de intentar descalificar con ese fantasma, a quienes asuman posiciones opuestas a los intereses y demandas de los gobiernos y capitales de EEUU. Pero esto da origen a un caso curioso y hasta como imbuido de infantilismo, pero también maldad. Así como se piensa y hasta asegura, con malas intenciones, que quienes se oponen al sometimiento de nuestra economía al capital estadounidense, son necesariamente comunistas, hay quienes como contrariamente, creen y aseguran que, antimperialismo es sinónimo antiestadounidense, como si el capital tuviese patria y los únicos capitales que viajan y controlan las economías débiles fuesen los de ese país. Y hasta desconociendo particularidades como que, los capitales, se imbrican, se asocian, los de unos países con otros y viajan a insertarse en las economías de otros. Hasta de los países sometidos, salen sus capitales originarios a asociarse con los externos, para someter a otros países o sus economías.
Además, en esas cartas, las de Betancourt y los suyos, no hay absolutamente nada vergonzoso y menos para que nadie inteligente, culto y de buena fe, saque conclusiones en correspondencia con la finalidad que le dieron quienes las publicaron por primera vez. Tanto que, bajo el gobierno de Betancourt, como ya dije, salió una edición de ese libro, con el mismo título. Si mal no recuerdo, la editó José Agustín Catalá.
Betancourt era el representante del modelo de sustitución de importaciones, diseñado y acordado con su amigo Nelson Rockefeller, destinado a favorecer en ventaja desmedida y descarada, a los capitales estadounidenses.
El segundo de esos grupos estaba formado por aquellos que se definían como la “izquierda de AD”. Un poco los herederos de Leonardo Ruiz Pineda y quienes habían liderado las luchas clandestinas del partido contra la dictadura en los últimos años. Tanto que, de esos avatares, emergió como secretario general del partido, el joven monaguense, Simón Sáez Mérida, continuador de la estrategia política trazada por Leonardo Ruiz Pineda, la de incorporar al pueblo a las luchas por sus derechos y la libertad, dejando a un lado el vanguardismo y el terrorismo impuestos por la vieja guardia liderada por Betancourt. Y al mismo tiempo, implicó aliarse estrechamente con el Partido Comunista de Venezuela y ambos, como vanguardias, insertaron a factores de otros partidos y de los movimientos sindicales, obreros y estudiantiles; lo que permitió, que la lucha contra la dictadura se convirtiera en una de carácter popular con gran amplitud que, de buena manera, impactó en el seno del ejército.
De los integrantes de esa tendencia, para 1958 recordamos aparte de Sáez Mérida, a Domingo Alberto Rangel, quien, para ese entonces, se había convertido en su máximo líder, Gumersindo Rodríguez, Américo Martín, Moisés Moleiro, Rafael José Muñoz (El poeta), autor de “El círculo de los tres soles”, Héctor Pérez Marcano, recientemente fallecido, Carmelo Laborit, Lino Martínez y una larga lista de intelectuales, dirigentes obreros que, nombrarlos resultaría hacer demasiado, casi una interminable lista. Grupo radicalmente opuesto a los planes de Betancourt y Rockefeller.
El tercer grupo, claramente diferenciado, fue el llamado grupo “ARS”, denominado así, de manera despectiva por Betancourt, en base al slogan de presentación usado por una agencia caraqueña de publicidad con ese nombre, manejada en primer término por Arturo Uslar Pietri y donde trabajó su cercano amigo, el excelente novelista cubano Alejo Carpentier. Esa agencia usaba como llamado a sus potenciales clientes el slogan “Déjenos pensar por usted”.
Entre sus integrantes de ese llamado grupo ARS de AD, desde los años de la década del cuarenta del siglo XX, estaban, además del máximo líder, Raúl Ramos Jiménez, José Manzo González, Elpidio La Riva Mata, Héctor Vargas Acosta, Jesús Paz Galarraga, Miguel García Mackle, Cesar Rondón Lovera, Manuel Alfredo Rodríguez, Marcial Mendoza Estrella, Manuel Vicente Ledezma, Renato Olavarría Celis y otros tantos más.
Y había ciertas individualidades, el Dr. Luis Beltrán Prieto y Ramón Quijada, el máximo líder del movimiento campesino y, en efecto, presidente de la Federación de trabajadores de ese sector, quienes solían fijar, en cada caso, posiciones en favor de una tendencia u otra, según fuese el caso. De este tipo de individualidades, había alguna gente dentro del movimiento sindical y particularmente, dentro del Buró Sindical Nacional del partido y a lo largo del país.
Todos los grupos señalados anteriormente, coincidían en discrepar de los planes de Betancourt con respecto al rol del capital externo, pero discrepaban en otros asuntos de menor jerarquía y urgencia, pero todo eso lo invirtieron. Lo ecuménico de la llamada Revolución cubana y la influencia de la URSS, determinaron que dentro de la izquierda adeca, se asumiera una meta, táctica y estrategia en concordancia con aquello y en absoluta contrariedad con fuerzas progresistas, lo que impidió la formación de en bloque con poder suficiente para desbaratar los planes del “Puntofijismo”.
Raúl Leoni, pese su aparente disposición de estar siempre sujeto al liderazgo de Betancourt, tanto que en algunas de las cartas de “El Libro Rojo”, dirigidas del segundo al primero, se percibe en aquel un tratamiento o manera de dirigirse a éste, un tanto autoritario, solía discrepar del presidente contando con el aval del movimiento sindical. Tanto que, pese apoyar públicamente al gobierno, solían manifestarse inconformes a lo interno, ante las políticas económicas, particularmente aquellas que afectaban a los trabajadores.
Fue muy conocido que, Betancourt, desde su residencia en la ciudad de Berna, Suiza, después de finalizado su período de gobierno, intentó imponer la candidatura de Gonzalo Barrios, frente a la de Raúl Leoni, lo que fue impedido, particularmente por el respaldo que a éste le dio el Buró sindical. Todavía el Dr. Prieto, en buena medida por las divisiones inherentes a la izquierda que dio origen al MIR y luego el grupo ARS, que terminó en la formación del PRIN, en el cual terminó militando Domingo Alberto Rangel, no había fortalecido suficientemente su liderazgo.
Al llegar aquí, quiero hacer referencia muy especial acerca del Dr. Luis Beltrán Figueroa o como le decíamos habitualmente, “el maestro Prieto”.
El “maestro” Prieto, maestro al fin, lo recuerdo por una permanente disposición a participar en todos los debates que se diesen en las bases de AD. Recuerdo que, en ese entonces, en la parroquia donde vivía y militaba, Altagracia, de Caracas, como en las aledañas a ella, se reunía la militancia del partido, aquella interesada no sólo en participar, sino con ello luchar para que sus opiniones e intereses tuviesen repercusión en las decisiones a tomar en los altos niveles. En mi parroquia y las cercanas a ella, esas reuniones se hacían en diferentes días de la semana. Eso permitía que uno pudiese participar de esas reuniones, asambleas, en cuantas podía. Aquella conducta resultó de la línea impuesta por Leonardo y sus seguidores; una que asume la militancia contando con el derecho a opinar, ser oída y tomada en cuenta para los planes y decisiones. Una actitud contraria al vanguardismo y lo autoritario
A cada una de esas asambleas, la dirección del partido, en el Distrito Federal, la dirección distrital o regional, designaba a un miembro de la alta dirección, de esa instancia o nacional. El maestro Prieto, quien era miembro del CEN o Comité Ejecutivo Nacional, el más alto organismo ejecutivo de la dirección nacional, participaba demasiado frecuentemente, tanto como se lo permitía su tiempo, en esas asambleas. Así, uno podía hallarlo en Altagracia, San José o la Pastora. Para él, aquello no era una simple tarea de partido, sino que estaba por demás interesado en participar en esos debates, sobre todo con la izquierda, pero no como entonces creíamos con simplismo, para derrotarnos en ellos y fortalecer sus posiciones. Llegué, en un momento de mi vida, revisando sus argumentos y lo acontecido, que su mayor interés, era demostrarnos cuánto estábamos equivocados y sujetos a un proyecto y diagnóstico, ajeno a la realidad de AD, como desconocer las contradicciones que en ellos anidaban y cómo había posibilidades de unir, en un sólo bloque, fuerzas dispersas, que se enfrentaban sin justificación. Tal como lo demostraron los hechos posteriores. Y por eso se dedicaba a desmontar nuestros discursos, intentando demostrar que entre nosotros y lo que él y otros grupos representaban, había demasiado para acordarse, si poníamos límites a los extremismos y sueños ajenos a la realidad. Y por esto, en aquella confrontación, pese su insistente y destacada participación, se mantenía alejado del grupo Betancourt, cuestión que no percibíamos, de allí su insistencia en asistir a aquellas asambleas, en las cuales se dedicaba a convencernos que, estando equivocados, revisásemos, pues había demasiados puntos de encuentro.
Nosotros, equivocada y hasta simplistamente, lo asumimos y etiquetamos como agente del Betancourismo y, en consecuencia, de la derecha.
Y este Prieto, que vi en esos menesteres, después que Betancourt fue electo presidente, estuvo en esas mismas actividades extras, ajenas a sus labores en el área oficial del Estado, desde el mismo momento que regresó al país, caída la dictadura. Quizás su condición natural y profesional de docente lo impulsaba a eso, pero sin duda, se fundamentaba en que veía con claridad las posibilidades de unir a un universo que se empeñaba en sustentarse en visiones ajenas a la realidad, diagnósticos hasta impuestos por diversos mecanismos externos y por ello, quienes los formaban, lejos de mirar lo tanto que les unía, lo inmediato, solo miraban las lejanas diferencias.
Nosotros, quienes nos asumimos como izquierdistas y por ende determinados por las leyes divinas a separarnos de quienes no rezasen y hasta persignasen, tal como lo hacíamos, al Dr. Prieto, en aquel crucial momento, lo asumimos como un enemigo. Obviamos el carácter y nivel de las contradicciones, las posibilidades de alianzas y asumimos un camino que nos condujo a la derrota y la oscuridad.
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