EL MUNDO ATERRORIZADO DE HOY. TERRORISMO BUENO Y MALO. EL SINDROME DE ESTOCOLMO(Eligio Damas)

Tue, Jun 24 at 12:20 PM El mundo aterrorizado de hoy. Terrorismo bueno y malo. El síndrome de Estocolmo Eligio Damas El “síndrome de Estocolmo”, no parece muy convincente; en todo caso, pudiera ser como un burladero para proteger a quien se deja imbuir por “malas compañías”, más si, quien eso alega, tiene abogados “con mucha capacidad de persuasión” y padres “muy diligentes”. Hay quien condena el terrorismo, porque es execrable, pero hay quienes hallan fundamentos morales para justificarlo. En la viña del señor hay para todos y todo. Abundan quienes les encanta la comodidad y las respuestas fáciles, pues parecieran en un andar permanente buscando “la camita”, como decíamos los cumaneses de mi tiempo. En la Venezuela de hoy, particularmente en lo político, la dirigencia da las explicaciones más fáciles, superficiales, convencionales; la gente las acepta y repite. Es más, ya hay como una especie de fórmula o modelo para responder a todo. Una de ellas es que el contrario nunca tiene la razón, aunque me muestre los pelos que, en las manos tiene. Hay que ir contra él, sin escucharle, leer con detenimiento lo que escribió, sin mirar con atención lo que me muestra. ¡No! Contra él, con lo que tengamos a mano y lo primero que se nos ocurra y si es una intemperancia, una grosería, mejor todavía. Y por esto hay en las redes algo que llaman boths, o algo parecido, para repostear, repetir y, sobre todo, insultar. Y hay hasta la manera de inventar la justicia y, además, imponerla. Quienes intentamos razonar, actuar con equilibrio, porque la verdad suele estar repartida y por eso escuchar y leer con atención al otro y otorgarle la razón, cuando sin duda la tiene, estamos condenados al ostracismo y la soledad. Por eso siempre he estado apartado; un poco por aquello que una vez me dijo mi viejo amigo, desde que nos conocimos en la Escuela de Derecho en la UCV, Emiro García Rosas, ex integrante del TSJ y poco tiempo atrás fallecido, “Eligio, tú eres como un caracol, siempre metido en una concha, apartado, por lo que nadie te ve ni escucha”. Habiendo sido fundador del MIR, un tiempo después que este asumiera la lucha armada, de la cual discrepé desde el inicio, dejé la militancia. Nunca he sido partidario de la violencia, tanto que, en mi vida, no recuerdo haber golpeado a nadie ni haber participado en una riña; eso sí, estuve preso 3 veces por ser dirigente del MIR y mucho tiempo invertí en eludir la represión, tanto que hasta abandoné mis estudios y familia. Fui, y en buena medida sigo siendo, partidario de los separatistas españoles, por muchas razones, culturales e históricas, pero desde el inicio fui contrario al grupo ETA, que usó el terrorismo como forma de lucha. A los terroristas, del bando que sean, los detesto. Desde anoche sábado, he estado pensando sobre el llamado “Síndrome de Estocolmo”, al meditar sobre la doble faz que implica aceptar un terrorismo y condenar otro. Es decir, un pensar según el cual hay un terrorismo bueno y uno malo. O uno que merece ser comprendido y justificado en alguna fórmula hasta inventada. El mío es bueno y generoso, lleno de buena fe y bellas expectativas; el del contrario es feo, horrendo y deleznable. Hay entonces un terrorismo como “el síndrome de Estocolmo y otro feo y condenable”. Psiquiatras o psicólogos hablaron del “síndrome de Estocolmo”, para explicar la conducta de una joven secuestrada y convertida en cómplice de sus secuestradores, particularmente en el caso de la norteamericana Patricia Hearst, a partir de la convivencia o empatía con sus secuestradores, pero según he leído, “Los reportes con respecto a la prevalencia del síndrome de Estocolmo son escasos. De acuerdo la aparición del trastorno es más una excepción que una regla, ya que los datos empíricos actuales reportan un bajo porcentaje de personas que lo desarrollan; sin embargo, esta aportación está basada principalmente en casos de secuestro, mientras que la evidencia de estadísticas en otro tipo de situaciones es nula”. Ahora me viene a la memoria William Niehous, quien fue secuestrado por guerrilleros venezolanos y mantenido en cautiverio 3 años y, pese eso, no se unió a sus captores, fue inmune al “Síndrome de Estocolmo”. Ese “síndrome”, pudiera servir de excusa, en muchas circunstancias y hasta para hablar de un “terrorismo malo y uno bueno”, o uno condenable y otro merecedor del perdón. Es sustantivo que la envuelta en aquel asunto, era y es, miembro de una familia acaudalada y hay quienes dudan de la pertinencia de tal síndrome, para esto uso este link que lleva a una interpretación de aquello. https://www.independentespanol.com/crimen/sindrome-estocolmo-diagnostico-historia-verdadera-sintomas-b2628045.html En otra página hallamos este texto: "Nada apunta a que tuvieran problemas psiquiátricos ni a que padecieran ningún síndrome como tal. El síndrome de Estocolmo se creó de la nada para dar cabida al hecho de que estas mujeres actuaron racionalmente en esta situación", afirma Cecilia Ase, profesora de estudios de género de la Universidad de Estocolmo”. https://es.euronews.com/salud/2023/08/23/el-sindrome-de-estocolmo-50-anos-despues-es-real-o-se-invento-para-desacreditar-a-las-muje El terrorismo es malo y condenable, practíquelo quien lo practique. Es inhumano, darle, por razones políticas validez a una práctica terrorista, como sería inadecuado, valiéndome de mis poderes, imponer en tribunal que mi hijo o hija es inocente de haber matado a alguien, ser cómplice de un acto terrorista o atraco, inducido por sus compañeros y alegar que estos la secuestraron y la indujeron a convertirse en cómplice. En ese caso, pese haya un tribunal que admitiese eso como valedero, el sujeto o sujeta, debe ser sometido (a) a alguna pena o tratamiento, como ser remitido (a) por el tiempo pertinente a psiquiatras, llamémosles independientes, que no sean parte interesada, que convaliden lo alegado y hasta enviarlo(a) a un sitio competente para curar la presunta enfermedad o síndrome; lo que imagino debe demandar suficiente tiempo. Tómese en cuenta, la cita inicial, según la cual, “Los reportes con respecto a la prevalencia del síndrome de Estocolmo son escasos" . Al parecer, "la aparición del trastorno es más una excepción que una regla”. De acuerdo a la validez del “síndrome de Estocolmo”, la defensa de un delincuente, pudiera alegar y el tribunal tomarlo como valedero, que el acusado es producto de vida una miserable, de privaciones, dentro una familia pobre o haber estado sometido y afectado por la avaricia de su familia rica. El uso de armas atómicas o nucleares sobre una población, más alejada de lo que suelen llamar “teatro de la guerra”, es un acto de terrorismo que no se puede justificar en un presunto gesto bondadoso. ¿Cómo no asumir de terrorista aquella barbarie cometida contra Hiroshima y Nagasaki, dos ciudades japonesas que no formaban parte del espacio de la guerra y además estaban, por las circunstancias impuestas por esta, pobladas determinantemente no sólo por civiles, sino por niños y ancianos? En la Venezuela de la década del 60, dado el dominio de los gobiernos de Betancourt y Leoni, sobre los medios y hasta la opinión internacional, por el respaldo de EEUU, hubo prácticas terroristas de ambos bandos. En ello, los alzados en armas lo practicaron, pero también lo hizo el gobierno, abundan pruebas y ejemplos. Pero la opinión nacional, esa que se expresaba en los medios legales nacionales e internacionales, se limitaba a condenar sólo al terrorismo de los guerrilleros y sus aliados urbanos, mientras que los exabruptos, salvajismo, atropellos, actos de terrorismo del gobierno, se ocultaban y hasta justificaban. Pero sin duda, los partidarios de la lucha armada les daban también valor moral a sus ejecutorias terroristas, justificándolas como gestos de defensa. No obstante, es bueno recordar, como aquel acto terrorista ejecutado por opositores radicales al gobierno de AD, conocido como el de “El tren del encanto”, generó distanciamientos y hasta divisiones en los partidos que se identificaban como de la “resistencia armada”. Hubo entre ellos, en abundancia, quienes repudiaron aquello. Es ya aterrorizante, como cunde la idea de un terrorismo malo y uno bueno; lo es tanto que Roberto Benigni, director y actor principal de la celebrada y premiada película “La vida es bella”, aparece en un video protestando de manera airada contra eso de darle validez a un terrorismo y condenando otro. Él, llama a condenar todo tipo de terrorismo y agresión a la población pacífica, con el mismo empeño que el personaje que encarna en su película, puso para que, su pequeño hijo, no sintiese los horrores del terrorismo nazi. Es triste leer por los medios como la opinión se divide frente al terrorismo. Se aplaude a Netanyahu, un terrorista contumaz, por el propósito de desplazar a los palestinos de su espacio, conducta y aspiración que no comparten todos los judíos, pero se condena el proceder del otro bando. De la misma manera que, ahora, se condena a Irán, por responder con la misma práctica, la agresión de la que ha sido víctima de parte del gobierno de Netanyahu y Trump, por su parte, interviene bombardeando con armas de alto poder a Irán en apoyo a Israel, en lugar de mediar diplomáticamente, dado su poder para tranquilizar los ánimos. No obstante, hay voceros que, por alguna razón se salen del redil, como que, Bill Clinton, se ha sumado a quienes condenan el proceder de Trump y Netanyahu, quien, según el expresidente norteamericano, sólo busca eternizarse en el poder. No hay terrorismo bueno ni plausible, practíquelo quien lo practique y no hay razones ni objetivos, por muy bellos que sean, que lo justifique. Como que es poco admisible que, y menos de tomar en cuenta a la hora de sentenciar, el defensor de quien participó en un delito, más si es grave, alegue que, su defendido, fue incitado o hecho cómplice por sus amistades.

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