EL BONO, COMO RECURSO "DEFENSIVO" DEL SALARIO, TERMINARA ACABANDO CON ESTE Y EL EMPRESARIO.(Eligio Damas)
El bono, como recurso “defensivo” del salario, terminará acabando con éste y el empresariado.
Eligio Damas
En veces, uno debe hacer cosas poco o nada recomendables, por emergencia, salir de un atolladero o quitarse de encima algo estorboso. Como que, esta mañana mismo, revisando la escualidez que, cuantifica y cualifica, mi nevera y despensa, lo que hallé fue un pedazo de vieja mortadela, la freí, conjuntamente con un pequeño tomate que en ella había y con una arepa, de harina “Kaly”, la más barata, pero bastante buena, me preparé el desayuno. Fue una opción obligada, pero sé bien qué, más teniendo la avanzada edad que me acompaña y mueve con lentitud, no es lo conveniente y saludable. Y cuando digo esto, no es por la harina sino por la mortadela. Ahora mismo debo pensar cómo hacer, pues si sigo procediendo de la misma manera, no me va a matar con prontitud la vejez, sino la mala alimentación. Menos mal que eso lo sé.
Es decir, hay medidas, opciones que uno en veces, se ve obligado a tomar, por emergencia y hasta comodidad, flojera, no tener en lo inmediato otra mejor, pero no es lo bueno, saludable, justo y equilibrado, persistir en ellas y hasta pretender eternizarlas. Pues estas podrían dañar la salud, la imagen y hasta volver a un demócrata y hasta revolucionario, en esclavista.
No tiene sentido, sobre todo desde la perspectiva de quien sueña con la libertad, la justicia, felicidad y distribución equitativa y racional del ingreso nacional, convertir una medida provisional, tomada de modo imperativa, por salir de una contingencia y más siendo injusta, contraria al interés colectivo, en eterna o “no sé hasta cuándo”. Más, si esa medida, niega todo lo que antes he defendido y por lo que he luchado.
Mantener, eternizar, una medida injusta, tomada de manera emergente, ante una contingencia, revela que quien la tomó, no tiene forma de sustituirla y si él o ellos, pasado el tiempo, confrontan tal drama insuperable, no hallan, no encuentran como salir de ese atolladero, en un momento dado, deben pensar en abrirle espacio a ideas y personas, que si pudieran hacerlo. Pretender vivir en ese estado de cosas, como mantener vigentes medidas injustas de manera permanente, es sobreestimar y poner por encima del interés del colectivo el suyo propio y el de sus más allegados; quienes es probable, no están afectados por esa medida o para decirlo de otra manera, a ellos no se les aplica, por lo que no les incomoda. Y esto es mala práctica, cuando se necesita sentir el peso de la responsabilidad y la necesidad de salir de la zanja, atolladero, hay que estar adentro con la gente.
Es posible pensar, vamos a decirlo así para facilitar el entendimiento, partiendo de un estado de cordialidad, que la aparición de los bonos, que más tarde, cuando el adversario halló la forma de anular su supuesta eficacia, se indexaron al dólar, pero a la tasa de cambio oficial que, como ahora mismo, es muy distante de la inherente al mercado paralelo, hubiese sido una medida emergente buena o por lo menos, algo así como tirarle al náufrago una “tabla de salvación”, pero mejor que eso es rescatarlo, hacer que aborde el buque salvavidas y hasta volverlo a tierra y su espacio habitual.
El bono, que se paga a mucha gente, hasta a quienes el Estado, como patrón, no está obligado, eso es bueno decirlo, ya que tiene un rasgo de humanismo, aparte de lo injusto o desequilibrado, se está convirtiendo en una amenaza contra los trabajadores, la sociedad toda y hasta quienes lo han convertido en la forma de pagar lo correspondiente en las leyes a trabajadores activos y jubilados.
La ley del trabajo en Venezuela, reconoce el derecho de los trabajadores a contratar con su patrón, sea este un ente privado o estatal. Desde hace muchos años atrás, esa práctica se había venido cumpliendo, tanto que hasta se reconocía el derecho a huelga, las que podían estallar en medio de un proceso de discusión contractual a manera de llegar a un acuerdo.
Los sindicalistas todos, de un lado u otro, contribuyeron con Chávez a generar un proceder que, como no era difícil preverlo, se volvería una como espada de Damocles, una medida que terminaría afectando a quien aquel romántico y generoso presidente, en lo inmediato quería proteger. Chávez, optó por hacer frecuentes aumentos de salario, pese no hubiese inflación, sino estimulado por el aumento de los ingresos públicos derivados del alto ingreso petrolero. Y aquello, hecho de la mejor buena fe, en última instancia, por la costumbre, se convirtió en un arma usada por el Estado, no por afectar a los trabajadores, sino a manera de defensa y escudo. Pues aquel proceder, por el facilismo e inmediatez, hizo de los contratos, ante el usual peso y lentitud de las discusiones, un proceder incómodo y tardío. Pero como se suele decir “lo barato sale caro”.
Aquel proceder de Chávez, surgido de manera espontánea, por generosidad, vanguardismo, hizo de los contratos, los sindicatos, sindicalistas, discusiones contractuales, entes y personas, procedentes sobrantes e innecesarios.
Tanto que los trabajadores entonces se olvidaron de los sindicatos y sindicalistas, quienes quedaron como piezas de museo; tanto que éstos últimos, se convirtieron primordialmente en agentes de los partidos, de gobierno y oposición. Y asumieron como su tarea primordial, la de hacer política partidista, empezando por asumir, defender y difundir lo inherente a sus partidos; el rol del sindicalista quedó en el olvido.
Ahora mismo, y desde hace años, todo el mundo, en el mundo de los trabajadores, pide al gobierno que aumente los salarios; o los bonos y, cuando mucho que sea a una tasa que impere de verdad en el mercado. Nadie le reclama a los sindicatos y sindicalistas, pues a estos se les da como extinguidos y ellos mismos, salvo muy pocos, tan pocos que uno no les siente el palpitar. Aunque debo reconocer a un viejo amigo jubilado que, como cuando era sindicalista aquí en Anzoátegui, combatía con furor, energía, sobriedad, excedido en buena fe y honestidad, quien todavía sigue en lo mismo, en defensa de trabajadores activos y jubilados, llamado Virgilio Heredia.
El bono, que surgió como una manera emergente, mientras tanto, en defensa del salario, de los ingresos de los trabajadores, se volvió un arma de doble filo y una amenaza de esclavitud. Menos mal, todo tiene su contra, que el capitalismo y la esclavitud, se contradicen. Siempre recuerdo y recordaré aquella frase de Lincoln, al momento de poner en ejecución el decreto abolicionista, dirigiéndose a los favorecidos por aquella medida, palabras más o menos, cito de memoria, “vayan en busca de trabajo y reclamen el mejor salario posible”. No era aquella una medida sustentada en la buena fe y sentido de justicia del gobernante, sino en la necesidad del capital que, en el norte producía mercancías, de aumentar la capacidad de consumo, compradores y para eso se necesitaba que la abundante mano de obra cobrase salarios y entre más altos mejor.
En la Venezuela de hoy, el llamado bono de guerra, pagado en 91 y 90 dólares mensuales a trabajadores activos y jubilados respectivamente, que de paso establece una igualdad sin fundamento, ni estímulo para el crecimiento, a manera de, supuestamente, compensar el salario, está contribuyendo al deterioro, empobrecimiento moral de los trabajadores y las generaciones de relevo.
En la misma medida que nuestra moneda se devalúa en relación al dólar, en una economía dolarizada, sea con respecto a la tasa oficial o la paralela, siempre bastante mayor, pese se aumente en bolívares el bono, dada la indexación, los salarios se empobrecen. Y es en base a estos, los salarios, tasados en bolívares en permanente devaluación, que se pagan los aguinaldos, vacaciones y prestaciones sociales. Y como lo que pudo ser una medida transitoria, a corto plazo, emergente y por tanto aceptable, se ha convertido en eterna y única opción, más el desconocimiento de la contratación y la conversión de sindicatos y sindicalistas en íconos, imágenes congeladas, corremos el riesgo de retroceder a una sociedad colindante con la esclavitud. Los salarios, vacaciones y aguinaldos terminarán rayando el cero o desapareciendo como derechos de los trabajadores. Tal como está sucediendo con lo correspondiente al pago de la pensión inherente al IVSS.
Esta amenaza es tal que, así como Lincoln, al decretar el abolicionismo, aconsejó a los liberados buscar trabajos con buenos salarios, Fedecámaras, por la caída del consumo y la diáspora de la mano de obra, lo que es un brutal golpe contra sus asociados, sale en lugar de los sindicalistas y los revolucionarios a proponer aumento de salario mínimo, en 200 dólares. Si algo rechaza el capital, la burguesía, como toda clase, es aquello que su mercado, pero especialmente si ella no tiene mercado de consumo externo, como algunas lo tienen o le estorben su capacidad para producir y vender. El mundo venezolano es un revoltillo.
Es decir, por “esas cosas del destino", como se dice en el lenguaje coloquial o juegos ocultos de la dialéctica, el bono, como sustituto del salario, está atentando contra los trabajadores y empresarios. Eso, en política, en el marco social, tiene una expresión muy significativa y hasta pudiera ser trascendente.
Responder
Reenviar
Añadir reacción
Reply, Reply All or Forward
Comentarios
Publicar un comentario